En los últimos años se ha ido acentuando un escenario internacional multipolar en el que impera el uso de la fuerza al servicio de intereses de actores de poder, con la invasión de Ucrania como ejemplo.
En este escenario, se presenta como opción inevitable el incremento de los gastos militares y la carrera armamentística fuera de todo cuestionamiento, agenda que se está normalizando en la opinión pública española e internacional, superando los 2 billones de dólares. A pesar de que somos conscientes de que la militarización de las relaciones internacionales no evita las guerras sino que las promueve o las sostiene, Occidente está apostando con fuerza por ello.
No obstante, el uso de la fuerza -al que recurren las organizaciones internacionales como receta para hacer frente a la creciente conflictividad internacional- ha contribuido a la progresiva internacionalización de los conflictos armados por la implicación de terceros actores como partes contendientes, y a agravar la intensidad de la violencia en algunos contextos -como se evidencia en Libia y la región del Sahel Occidental- y se está revelando como un fracaso para resolver estos conflictos. Según el informe Alerta 2023, durante 2022 se registraron 33 conflictos armados, la mitad de ellos en África, algunos agravados por las repercusiones globales de la invasión rusa en Ucrania.
Los conflictos armados de alta intensidad, aquellos que causan más de 1.000 víctimas mortales, además de graves impactos en la población, masivos desplazamientos forzados y severas consecuencias en el territorio, representaron más de la mitad (52%) del total, la mayoría de ellos situados en África: las regiones anglófonas de Camerún; las regiones de Tigré y Oromiya en Etiopía; las insurgencias de corte yihadista en Malí, en el norte de Mozambique, en las regiones de Lago Chad (por la acción de Boko Haram y sus escisiones), y de Sahel Occidental; en los conflictos armados que padece el este de la República Democrática del Congo, agravados por la tensión con Rwanda; al-Shabaab en Somalia; la guerra que afecta la región sudanesa de Darfur y la guerra en Sudán del Sur y Oriente Medio -Iraq, Siria y Yemen- además de Myanmar y la guerra entre Rusia y Ucrania.
Esta espiral de violencia e inestabilidad invisibiliza todos los esfuerzos de construcción de la paz que tienen lugar en la actualidad. En 19 de estos 33 conflictos armados había negociaciones en marcha. Una de las pocas propuestas que intenta sistematizar estos esfuerzos de diálogo es el informe Negociaciones de paz. Análisis de tendencias y escenarios, que elabora la Escola de Cultura de Pau.
Tendencias de las negociaciones de paz en 2022
Durante el año 2022 se identificaron 39 procesos y negociaciones de paz a nivel mundial. La mayor parte de los casos analizados se concentró en África, que albergó 15 procesos de negociación, equivalentes al 39% del total. Asia fue la segunda región con mayor número de casos, 10 en total, que representan el 26% de las negociaciones en 2020. El resto de las negociaciones se distribuyeron entre Europa, con seis casos (15%), Oriente Medio, con cuatro (10%) y América, con cuatro (10%).
Procesos y negociaciones de paz en 2022

En términos comparativos con el año anterior se identificó un ligero aumento en el número de procesos y negociaciones de paz analizados a nivel mundial. En 2021 se contabilizaron 37. En África se produjo el mayor aumento, pasando de 12 a 15 procesos, con tres nuevos casos: Chad, Etiopía (Tigré) y Senegal (Casamance). En América también se constató un aumento en las negociaciones, con la activación del diálogo en Haití. Aunque en Asia se observó el mismo número de casos que en 2021, cabe destacar que el proceso de diálogo en Afganistán se rompió con la llegada al poder de los talibanes en 2021. En Europa la invasión de Rusia contra Ucrania desbordó y amplificó el conflicto anterior en la zona oriental de este último país y desmanteló el proceso de negociaciones anterior.
Terceras partes, presentes en la mayoría de conflictos
Respecto a los actores involucrados en los procesos y negociaciones de paz, en la totalidad de los casos los gobiernos estatales eran una de las partes negociadoras. Los gobiernos de los respectivos Estados negociaron o mantuvieron contactos -de forma directa o indirecta- con actores de diversa índole, que incluyeron a grupos armados (directa o indirectamente), como fue el caso de la mayoría de negociaciones en Asia; a una combinación de grupos armados y actores políticos y sociales, prevalente en África; o a representantes de entidades político/militares que buscan la secesión o un reconocimiento como territorios independientes, casuística mayoritaria en el continente europeo. En menor medida, también se identificaron casos que involucraban a gobiernos y actores políticos y sociales de la oposición, como en América.
Respecto a las terceras partes implicadas en los procesos de paz y negociación, si bien en muchos casos es posible identificar con claridad a los actores involucrados en actividades de mediación, facilitación y acompañamiento, en otros casos son discretos o no públicos. En la gran mayoría de casos, 35 de los 39 procesos de paz (90%), había participación en al menos una tercera parte. Las terceras partes intervienen en la disputa para contribuir al diálogo entre los actores enfrentados y favorecer una salida negociada del conflicto. Existen diferentes tipos de terceras partes, dependiendo de su papel en la negociación.
En la mayoría de negociaciones de paz existen terceras partes que facilitan el diálogo entre los actores enfrentados
En la práctica totalidad de casos que contaron con una tercera parte -30 de los 35- había más de un actor desempeñando tareas de mediación o facilitación. En un contexto internacional de multiplicidad de actores mediadores, destacan organizaciones intergubernamentales, como la ONU, principalmente y, en menor medida la UE, UA, OSCE, IGAD, OCI, SADC, EAC, CEEAC, CEDEAO, ASEAN, entre otras.
Un importante número de Estados -como el Vaticano, Noruega, Finlandia, Suiza, Alemania, Canadá, Reino Unido, EEUU, Turquía, Qatar, Arabia Saudita, EAU, entre otros- se involucraron en procesos de negociación, a menudo en un contexto de proyección de intereses nacionales en una coyuntura internacional de disputa por la hegemonía entre potencias.
También destacaron organizaciones religiosas -Comunidad de Sant’Egidio, las Conferencias Episcopales en Camerún, Colombia, Mozambique o la República Democrática del Congo- y actores de la sociedad civil, incluyendo centros especializados en mediación y resolución de conflictos, como el Centro para el Diálogo Humanitario, el Centro Carter, Conciliation Resources, ACCORD o el CMI, entre otros.
Los caminos para intentar superar esta espiral de violencia en la mayoría de estos contextos acaban pasando, inevitablemente, por más democracia y respeto por los derechos humanos, el diálogo y la diplomacia, la apuesta por la seguridad humana, la reducción del gasto militar y la reconstrucción de espacios multilaterales de seguridad compartida. O serán caminos que no se andarán.