Llegó a Senegal en 2011 “con una mano delante y otra detrás”. En nueve años se ha convertido en una referencia para los que en España se interesan por el continente. Premios como el Canarias de Comunicación, la Cruz de la Orden del Mérito Civil del Ministerio de Asuntos Exteriores y el Premio Saliou Traoré reconocen el trabajo de José Naranjo, al que entrevistamos con motivo del Día de África (25 de mayo). El periodista es autor de tres libros: Cayucos, Los invisibles de Kolda y El río que desafía al desierto.
José Naranjo, corresponsal en África de El País

Me contaron que las discotecas de Guinea-Bissau nunca estuvieron tan llenas como durante la guerra de los noventa. En África hay vida más allá del desastre.
Hay una realidad de hambre, guerra, pobreza, inestabilidad… Eso es indudable y sería ingenuo negarlo. Pero es injusto creer que África es sólo eso. De hecho, cada vez es menos eso. África también es divertida, emprendedora, luchadora… Hay que ir más allá del estereotipo.
Dime cuatro o cinco cosas que merezcan la pena saberse de África y que generalmente se ignoran.
Lo primero es el papel clave de las mujeres en los procesos de cambio, en movimientos como el que llevó a la caída del presidente Yahya Jammeh en Gambia o en la lucha contra la mutilación genital femenina. Otro hecho fundamental es el empoderamiento de la sociedad civil. Se tiende a pensar que los africanos son sujetos pasivos que soportan todo tipo de excesos. No es cierto. Incluso hay gobiernos que están haciendo cosas interesantes, planteándole pulsos a multinacionales. También podemos hablar de la paz. Hay países como Sierra Leona, que fue escenario de una guerra terrible, que están alcanzando la reconciliación. También hay un crecimiento de las energías alternativas, de parques eólicos y solares. Todo eso se cuenta poco y con la boca chica. Hay mucha gente empeñada en pensar en África como una foto fija.
¿Por qué solo se cuenta la catástrofe? Yo siempre he pensado que no es casual.
Yo me lo pregunto también. Creo que el problema fundamental es que a África se le dedica poco espacio. De forma que, casi inevitablemente, sólo se publica lo extraordinario, que pocas veces es positivo. Si se da más espacio a África cabrán más historias e historias positivas. En esta ampliación de foco están teniendo un papel fundamental los medios alternativos.
La gente que se ocupa de África se divide en dos grandes grupos: los afroptimistas y los afropesimistas. Creo que tú eres de estos últimos, ¿no?
Hombre, prefiero pensar que soy afrorrealista.
Te he leído decir África va a ser muy importante. ¿Cómo de importante?
Para empezar el continente tiene una demografía explosiva. Son 1.300 millones de personas y dentro de 50 años serán 2.000 millones. Una gran cantidad de materias primas (petróleo, bauxita, diamantes, coltan, uranio) han fomentado y fomentan el crecimiento de la economía europea y occidental. Hay una clase media emergente que consume y un proceso de integración económica continental muy importante en marcha. China, Brasil o Estados Unidos son muy conscientes de la importancia que va a tener África. En Europa, parece que tan solo las ex metrópolis Francia y Reino Unido prestan atención. Está claro que la industrialización sigue siendo el gran sueño pendiente y que queda mucho para que sea una realidad. Pero los africanos están en ello.
Has dicho alguna vez que los modelos occidentales no tienen por qué ser necesariamente válidos para África, incluyendo la democracia.
Aquí yo he hecho el más importante viaje personal y profesional de mi vida, renunciando o poniendo en duda pilares de mi pensamiento, como la idea de universalidad de los derechos humanos y la democracia. Pero vaciar el vaso de tu cabeza es la única forma de que entren otras cosas. Yo creo que la democracia tal y como la entendemos en Occidente no es válida para algunos países africano y que son mejores modelos autóctonos de reparto del poder que son percibidos como autoritarios en Occidente, pero que ya han demostrado que funcionan. Lo dicen también gente de algunos movimientos sociales africanos: Hay que explorar otros modelos de desarrollo.
Hablar de África y periodismo y no citar a Kapuscinski es casi pecado. Él decía que los cínicos no valen para este oficio.
Creo que lo más importante a la hora de acercarse a África es el respeto, la empatía. Algo que es enemigo de la profesión de periodista, que a menudo va con prisas. En África tienes que dejar que las cosas pasen, no puedes ir buscando el titular que tienes en la cabeza, y hay gente que se comporta de manera muy agresiva, especialmente cuando hablamos de la televisión o la fotografía. A mí me asusta.
La fotógrafa Corinne Dufka dejó la información y se dedicó a investigar violaciones de derechos humanos. ¿Nunca has sentido una tentación parecida?
Mi madre me decía que era muy novelero, muy curioso. Es verdad, y lo voy a ser siempre. Me canso del periodismo, de la incomprensión en las redacciones, de que siempre te pidan trabajos que confirmen la imagen estereotipada de África. Pero no sé hacer otra cosa más que escribir.
En cualquier caso, tu trabajo te lleva a enfrentarte con historias terribles. ¿Hay que endurecerse sin perder la ternura, como decía el Che? ¿Cómo se hace eso?
Mi armadura es mi oficio. Pienso que es importante contar lo que pasa. Claro, hay momentos en que esa coraza se rompe. Me ha pasado sobre todo con niños. En Níger visitamos un centro de recuperación nutricional y una niña murió delante de nuestros ojos. Se me vino el mundo abajo.
Te fuiste a África “con una mano delante y otra detrás” a buscarte la vida porque el periodismo no ofrecía muchas oportunidades en España. Hiciste el mismo camino que hacen miles de jóvenes inmigrante africanos, pero al revés.
Me fui a África a reinventarme en plena crisis económica, sí. Fue una decisión difícil, porque dejas atrás muchas cosas y tienes que aprender todo de nuevo, pero sería muy injusto decir que llegué igual que llegan los inmigrantes a España. Yo tenía un colchón y un respaldo familiar mucho mayor que ellos. Me identifico con su ansia por salir adelante, por construir un futuro. Los primeros años no fueron nada fáciles. Viví muy al día hasta que las cosas empezaron a encajar.
Ahora eres un referente. ¿Cómo te sientes cuando echas la vista atrás?
Yo llegué con 39 y ahora tengo 48 y me pregunto de donde saqué esa energía. Ahora no lo haría. Creo que ha valido la pena, que ha sido un viaje espectacular. En estos años he vivido varias vidas, he conocido lugares, países y gente que nunca imaginé que conocería.
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