

Hace unas semanas los medios de comunicación se hicieron eco de que tres religiosas españolas, que regentaban en Ucrania la Casa de los Niños, habían decidido quedarse a pesar de la invasión rusa. Esta es su historia.
Cuando se desmoronó la Unión Soviética, el general de la orden dominicana propuso reforzar en aquellos países la presencia religiosa que todavía estaba viva y, en 1996, cuatro religiosas dominicas españolas emprendieron viaje a Ucrania. Su idea era fundar un colegio, pero se encontraron con que ni existían ni se podían fundar escuelas privadas.
Buscando su campo de trabajo, conocieron la situación de los niños, muchos en la calle, casos de alcoholismo infantil, problemas de adolescentes provenientes de orfanatos, familias que en el régimen comunista no tenían un papel relevante en la educación… A la vez se palpaba el deseo de democracia, de transparencia, de valores cristianos. En octubre de 2002, en una casa pequeña en las afueras de Kiev, comenzaron su labor con un niño y una niña del vecindario (ahora son quienes regentan la casa). Había nacido Dim Ditey, la Casa de los Niños; en poco tiempo acogió a 30. Antes de la pandemia había 230.

Empezaron con dos niños y llegaron a reunir 230.
Hasta hace pocos días, la Casa de los Niños funcionaba como un centro de día al que acudían los alumnos procedentes de 38 escuelas quienes, al terminar las clases, iban al centro donde realizaban actividades acordadas en muchos casos con los padres: aprendizaje de idiomas (el español es muy valorado porque muchos ucranianos han emigrado a España), manualidades, pintura, teatro, canto, bailes… Las actividades dependían también del voluntariado que las impartía, en su mayoría estudiantes latinoamericanos en Kiev.
Cuando la amenaza de invasión por parte de Rusia empezó a ser más que una sospecha, las tres religiosas que entonces regentaban la Casa de los Niños – María Mayo, Antonia Estrada y María Jesús Cerro – se reunieron para reflexionar sobre su futuro.
Así nos relatan los últimos días en Ucrania:
“No sabíamos qué hacer – comentan – acudimos a la biblia, escuchamos la palabra de Dios y el Espíritu Santo nos iluminó y decidimos quedarnos. Nos pusimos en contacto con la embajada y comunicamos nuestra decisión de quedarnos en Ucrania. Lo entendieron; sin embargo, nos aseguraron que nos mandaría a los GEOS en caso de peligro grave.
El Espíritu las animó a quedarse, pero desde la embajada las obligaron a salir de Ucrania.
Todo cambió el jueves 24 de febrero. El cónsul nos llamó y nos advirtió que la situación había cambiado completamente y que teníamos que salir del país sin demora. El camino de vuelta fue largo y tortuoso”.
Ya se encuentran en Madrid y no paran ni un momento. Han propiciado la venida de 99 familias, que se establecerán con la colaboración de una ONG y en un colegio de la orden que, actualmente, se encuentra cerrado, en un pueblo de Asturias.
Las religiosas siguen en contacto con niños y familias de Ucrania. Los lazos creados en la Casa de los Niños ya no se van a romper gracias a esas mujeres valientes cuyo espíritu, a pesar de su avanzada edad, sigue siendo fuerte y están decididas a afrontar todas las dificultades que se les presenten.
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Bien por las Dominicas. que el Señor las bendiga y cunda el ejemplo