
Más de 1.200 personas duermen en la calle sólo en la ciudad de Barcelona. La cifra es el resultado de la encuesta que hizo la Fundación Arrels el 15 de junio de 2022, y registró un aumento respecto al año anterior. ¿Dónde pasan la noche estas personas? ¿Y el día?, porque mientras el resto de la población pasamos las horas del día en casa, en el trabajo, en una terraza, en algún equipamiento sociocultural, ¿dónde encuentran un espacio estos conciudadanos y conciudadanas nuestras?
Lo que encuentran con frecuencia son obstáculos de unas ciudades que no las quieren ni en la calle. Bancos individuales, bolas de hormigón, pinchos en el suelo, barrotes, etc., son algunos ejemplos de arquitectura hostil presente en la vía pública, en las entradas de locales comerciales, edificios o garajes, sobre todo en las grandes ciudades.
La arquitectura hostil es una tendencia del diseño urbano que dirige la construcción de los espacios públicos a dificultar usos considerados “indebidos”. Afirman los expertos que mientras más desigualdad social hay en una ciudad, más prolifera este tipo de arquitectura excluyente. “El urbanismo –explica José Mansilla, del Observatori d’Antropologia del Conflicte Urbà– es lucha de clases. Es la demostración en el espacio público de que hay clases diferentes”.
Cuanta más desigualdad social en una ciudad, más prolifera la arquitectura excluyente
Es evidente que estas intervenciones urbanas no solucionan la falta de techo para quienes carecen de él. “El problema –señala Arrels- no desaparece, sino que únicamente se traslada. Comportan dificultades añadidas para las personas y suponen una vulneración de derechos”.
A quienes contamos con espacios para desarrollar nuestra vida cotidiana los elementos de esta arquitectura excluyente suelen pasarnos inadvertidos, tan invisibles como las personas a quienes les dificultan la vida. La Fundación Arrels creó en 2018 un mapa para hacerlos visibles. Ahora ha dado un paso más, buscando la complicidad de la ciudadanía.
El pasado mes de febrero unos 500 jóvenes de una quincena de centros educativos de Barcelona y L’Hospitalet de Llobregat salieron a la calle para hacer un mapeo de las barreras arquitectónicas que las personas sin techo encuentran cada día. En pequeños grupos recorrieron los barrios donde se ubican sus centros, con un dispositivo móvil con el que fotografiar los elementos hostiles, para después publicarlo en el mapa colaborativo que marca la ubicación y descripción de cada hallazgo.
Con la complicidad ciudadana se ha realizado un mapeo de barreras arquitectónicas

El objetivo es visibilizar las barreras arquitectónicas que vulneran los derechos de las personas sin hogar y sensibilizar sobre la necesidad de habitar ciudades más inclusivas. La experiencia sirve, en primera instancia a quienes participan en ella, como me comentan algunos alumnos de la escuela Frederic Mistral-Tècnic Eulàlia, a quienes acompaño en su investigación. “Te hace ponerte en la piel de los otros”, confiesa Marc.
Mis compañeros de expedición se sienten motivados a hacerse preguntas. “La pregunta -dice Pol- es por qué”. Y él mismo se responde: “para que las personas que viven en la calle no puedan estar cómodas”.
Los efectos van más allá de la mera comodidad. Esta manera de construir las ciudades complica el día a día de quienes viven en la calle, incrementa el estrés y la ansiedad, vulnera sus derechos y criminaliza a las personas. Además, dificulta la localización por parte de los equipos de calle y desde luego no actúa sobre las causas. “Es una manera triste de entender el espacio público, expulsando a la gente que tiene problemas, en lugar de resolverlos”, dice una persona que ha vivido en la calle.
Es una manera triste de entender el espacio público, expulsando a la gente que tiene problemas, en lugar de resolverlos
El mapeo permitió localizar 334 puntos de espacio público con elementos de arquitectura hostil, 312 en Barcelona y 22 en L’Hospitalet de Llobregat. Portales blindados con rejas, bolas de hormigón en la entrada peatonal de garajes, escalones con pinchos en los escaparates de los comercios, bancos individuales en plazas y calles… son algunos de los ejemplos de la arquitectura defensiva que los jóvenes han localizado y fotografiado.
Los elementos localizados estos días se pueden consultar en el mapa digital que Arrels creó en 2018 y que ya recogía algunos ejemplos. Cualquier persona puede colaborar geolocalizando un elemento hostil en su pueblo o ciudad, haciéndole una foto y publicando el punto concreto en el mapa colaborativo. Actualmente, el mapa muestra más de 600 puntos en diferentes municipios catalanes.
Ante esta hostilidad arquitectónica, Arrels hace una serie de propuestas que se resumen en hacer ciudades inclusivas. “Lo que nos gustaría –escriben en su página web- es que las personas sin hogar pudieran hacer uso del espacio público como cualquier ciudadano o ciudadana y que, como sociedad, nos preocupáramos para que todo el mundo tenga una casa donde dormir por las noches. Estamos convencidos de que conseguir #ningúdormintalcarrer es posible, pero para ello hacen falta políticas de atención social y de vivienda dirigidas a las personas que viven en la calle y políticas de prevención para que nadie pierda su casa”. “Hay que afrontar la pobreza, no como un problema estético, sino como un problema de derechos humanos”, afirma Ferran Busquets, director de Arrels.
Ante la hostilidad arquitectónica, Arrels hace una serie de propuestas que se resumen en hacer ciudades inclusivas
- La candidatura de los invisibles - 23 de mayo de 2023
- El mapa de la hostilidad urbana contra las personas sin techo - 27 de marzo de 2023
- Una ley para hacer frente al sinhogarismo con perspectiva de derechos - 21 de febrero de 2023