De Pascuas y soles

No ocurre todos los años, pero éste de los corrientes, sí. Celebramos la Pascua cristiana cuando corresponde: es decir, al mismo tiempo –o casi, casi- que la judía, durante la cual Jesús de Nazareth fue ajusticiado y resucitó. Para ser precisos, la Pascua judía, o Pésaj, se celebra durante ocho días, del 15 al 22 del mes de nisan (del 9 al 16 de abril según nuestro calendario). Su comienzo coincide, pues, con nuestro triduo pascual.

La Pésaj commemora el fin de la esclavitud de los hebreos y su salida de Egipto. Por esta razón, durante los oficios o la cena pascual familiar (seder) se leen los relatos del Éxodo con el paso del mar Rojo. Pero la palabra Pésaj, que significa paso o pasaje, no hace referencia a esto, sino a la visita, antes de la partida, del ángel de Dios que pasó de largo por las casas de los judíos para que sólo murieran los primogénitos de las familias egipcias. Con esta fiesta se festeja también la primavera, el comienzo del tiempo de las cosechas. De ahí que también se lea el Cantar de los Cantares.

El ritual, que también celebró Jesús en sus últimos días, se ha mantenido prácticamente inmutable desde aquellos tiempos de Moisés. Durante los ocho días festivos, los judíos no pueden poseer o consumir alimentos derivados de cereales fermentados (jametz). Para ello, la víspera del 14 de nisan limpian exhaustivamente toda la casa. Los jametz que no se hayan podido quitar de encima deben ser vendidos simbólicamente a un gentil mientras dure la fiesta; en la práctica, sin embargo, basta con que firmen una especie de compromiso de descarga ante el rabino.

Las dos primeras noches, toda la familia se reúne en torno a la mesa de la cena pascual, que se compone, en un orden muy preciso, de oraciones, bendiciones y degustación de platos rituales: copas de vino, obleas de pan ázimo, hierbas amargas, etc. Cada uno de ellos hace referencia a un episodio de la salida de Egipto, especialmente el cordero asado que tuvieron que comer apresuradamente la noche misma de la partida, con pan sin levadura y hierbas amargas. Durante la cena se lee también el Hagadah, que narra la experiencia pascual de forma pedagógica, mediante el diálogo entre un niño y su padre.

Pero este año, con el inicio de ambas pascuas, coincide una celebración mucho menos conocida, pero no por ello menos importante: la bendición del sol. Considerando que el mundo fue creado hace 5.769 años y que Dios puso las dos grandes luminarias –el sol y la luna- en el cielo el cuarto día de la creación, los sabios judíos han calculado –no me preguntéis cómo- qué posición tenía el sol cuando comenzó moverse y afirman que vuelve a esa posición cada 28 años.

En ese momento, que este año corresponde al amanecer del 8 de abril, víspera de la Pésaj, los judíos recitan su oración de alabanza al Señor por la creación del mundo, el sol y el universo: “Bendito seas, eterno Dios nuestro, rey del universo, creador de todas las cosas…”. ¿Os suena?

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