Cuando los Padres (hebreos) enseñan

Como dijimos en el anterior post, las Pascuas cristiana y judía se han celebrado este año al mismo tiempo. ¿Se acaban aquí las semejanzas? ¿Qué hacen los hebreos mientras nosotros nos preparamos para nuestro Pentecostés?

Los seis sábados que siguen a la fiesta de Pésaj, los fieles de la sinagoga leen un pequeño tratado de moral judía: los “Capítulos de los Padres” (Pirkey Avoth). Esta lectura no es fortuita: se hace durante el periodo que separa la liberación de los hebreos de la revelación divina en el monte Sinaí, que se celebra en Savout (Pentecostés). Así, durante los sabbat que marcan el ritmo de estos cincuenta días, los israelitas escuchan algunas enseñanzas de algunos maestros antiguos, los fariseos denominados los Padres, tal como las Iglesias llaman a algunos de sus primeros maestros cristianos. Con la meditación de estas máximas patrísticas, los creyentes se preparan psicológica y espiritualmente para el encuentro con el Dios libertador.

Los Evangelios, escritos en una época de gran tensión entre la Sinagoga y la naciente Iglesia cristiana, denigran frecuentemente a los fariseos. Hasta el punto de que a los cristianos se nos hace muy difícil pensar que estos sabios hayan podido crear pensamientos profundos. Venturosamente, los tiempos son otros, y judíos y cristianos somos hoy capaces de apreciar la tradición de los otros e incluso ver en ella las huellas divinas.

Por eso, les dejo aquí varias citas “fariseas” para meditar durante estos días pascuales. Debo señalar que los textos proceden del rabino francés Philippe Haddad.

Sobre el hombre: “Dios ama al hombre porque ha sido creado a imagen divina y Dios le ha dado prueba de Su amor escribiendo en el texto que Él le creo a Su imagen”.

Sobre el estudio: “Haz del estudio de la Torah tu ocupación principal”.

Sobre la vida terrena: “Este mundo no es más que una antesala para el mundo a venir; prepárate en el vestíbulo para entrar en el palacio”. Y también: “La jornada es corta; el trabajo, considerable; y los obreros son con frecuencia perezosos. Sin embargo, la recompensa es importante, y el amo tiene prisa por ver la tarea realizada”.

Sobre la piedad: “No parezcáis servidores que buscan un beneficio en el servicio a su amo; sed, por el contrario, servidores que no esperan ninguna remuneración”, porque “la recompensa de una buena acción es la propia buena acción”.

Sobre la oración: “Cuando reces, no hagas de tu súplica una carga, sino que sea palabra ferviente que diriges al Señor”.

Sobre el pecado: “Antes de actuar, considera tres cosas y conseguirás no pecar: ten en cuenta que hay por encima de ti un ojo que ve, una oreja que oye y que todas tus acciones están inscritas en un libro”. Y también: “Sé consciente de dónde vienes, dónde vas y delante de quién te tendrás que presentar: vienes de una simple semilla, vas al polvo y un día te presentarás ante el Rey de reyes, el Santo, bendito sea”.

Sobre la salvación: “Si yo no me ocupo de mí mismo, ¿quién se ocupará? Pero, si me ocupo de mí mismo, ¿quién soy? Y si no es ahora, entonces, ¿cuándo?”.

Sobre la caridad: “Que tu casa esté ampliamente abierta a todos y que los pobres sean los familiares de tu morada”.

Sobre el respeto: “Recibe a todos los hombres con amabilidad; que el honor de tu prójimo te sea tan precioso como el tuyo”.

Sobre el trabajo: “Ama el trabajo, huye los honores y no busques el favor de los grandes”.

Sobre el Estado: “Reza por la paz del Estado, porque sin el temor que inspira, los hombres se destrozarían unos a otros”.

En fin, sobre las virtudes: “¿Quién es sabio? Quien aprende de todos los hombres. ¿Quién es rico? Quien se alegra de su suerte. ¿Quién es fuerte? Quien domina su pasión. ¿Quién es respetable? Quien respeta a su prójimo”.

¿Les sigue sonando?

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