Como cada año la escasez llega con la estación de las lluvias a los países del Sahel, una de las zonas del planeta más expuestas al hambre. Cinco meses de hambre predecible y evitable que amenaza a más de 30 millones de personas. Mauritania, Mali, Burkina Faso, Níger y Chad entre los países más afectados donde la vulnerabilidad es crónica y se agrava por los conflictos y la violencia.
Una de cada dos personas vive en la pobreza en el Sahel. El cambio climático provoca sequías e inundaciones cada vez más intensas, frecuentes y menos predecibles que degradan el suelo, único recurso para una población que vive de la agricultura y ganadería de subsistencia. Esta situación significa que la población no puede sobrevivir en momentos de extrema precariedad porque ya arrastran enfermedades y desnutrición que los hace aún más vulnerables.

“El sonido del hambre” es una campaña que la ONG Acción contra el hambre ha puesto en marcha con apoyo de la Oficina de Acción Humanitaria de la Comisión Europea para alertar del peligro y poner sobre nuestras abastecidas mesas que la muerte de miles de personas se puede evitar porque ya sabemos que va a llegar y tiene soluciones. Todos los años entre cuatro y ocho millones de personas del Sahel necesitan de la ayuda de emergencia para sobrevivir durante esta estación pero este verano las condiciones se recrudecen y más de 30 millones de personas, uno de cada cinco habitantes en los países de la zona, se enfrenta a la inseguridad alimentaria. Además este año, desde Naciones Unidas están alertando que pueden producirse otras grandes hambrunas en el cuerno de África, Sudán del Sur y Yemen.
En un mundo que genera alimentos suficientes para toda su población podemos preguntarnos cómo se permite que se declare una hambruna y qué tiene que ocurrir para que suceda. La respuesta técnica es sencilla: carencia extrema de alimentos, más del 30% de la población con desnutrición aguda, una tasa de mortalidad diaria que sobrepase dos personas de cada 10.000 y otros factores como los desplazamientos masivos por pérdida de recursos que generan dependencia de la ayuda externa. Detrás de esta definición se encuentran los rostros de los números: los nombres concretos de los 4’7 millones de niños y niñas menores de cinco años del Sahel que sufren desnutrición aguda; las caras de los 4’9 millones de personas que han huido de sus hogares.
Sahel es una de las zonas donde más se sufre el impacto de fenómenos climáticos intensos y cada vez más frecuentes y menos predecibles
La pobreza, las enfermedades, los conflictos e inseguridad generan una situación de partida tan precaria para estas poblaciones que el hambre estacional dispara sus peores efectos. “El sonido del hambre” quiere reflexionar sobre este sonido silencioso, el rugir de tantos estómagos vacíos que aterra a millones de personas en el Sahel. En esta campaña -y con la colaboración de Radio 3- se preguntan a qué suena el hambre, qué sonido podría acallarla y piden la participación ciudadana para dar respuesta. Cuando en septiembre finalice la estación del hambre, esta campaña recogerá todos los aportes en una exposición sonora contra el hambre que buscará sensibilizar sobre esta realidad y evitar nuevas hambrunas. Se podrá visitar en Fnac y en www.elsonidodelhambre.org .
El hambre no es un problema puntual debido a un fenómeno natural extremo, las causas estructurales del mundo en que vivimos hace que sea crónico en los lugares donde existe mayor vulnerabilidad. Siendo sin duda los países del Sahel de los que menos contribuyen a generar gases de efecto invernadero y provocar el calentamiento global que genera el cambio climático, esta es una de las zonas donde más se sufre el impacto de fenómenos climáticos intensos y cada vez más frecuentes y menos predecibles. Las tendencias actuales llevan a pensar que África solo será capaz de satisfacer el 13% de sus necesidades alimentarias en 2050.
Sin embargo, frente al sonido del hambre también hay que escuchar otros sonidos positivos que pueden aumentar la resiliencia de estas comunidades, ayudarlas a sobrellevar crisis futuras y evitar la desnutrición severa y la muerte de muchas personas. Aunque es necesaria una respuesta política internacional más contundente y que tome medidas previas a la declaración de hambruna, la ayuda humanitaria de la ciudadanía europea canalizada por ECHO (Dirección Geneal de Protección civil y Operaciones Humanitarias Europeas) en 2015 en el Sahel llegó a cubrir el 29% de las necesidades de asistencia alimentaria y el 44% de las necesidades de nutrición, más de medio millón de niños y niñas desnutridas han recibido tratamiento médico para poder recuperarse.

Acción contra el Hambre es una de las principales ONG que canaliza ayuda humanitaria europea en el Sahe. Entre las acciones que realiza en el terreno destaca la distribución de alimentos, la formación para poder identificar la desnutrición de forma precoz, la formación de agentes de salud, la atención psicosocial y la asistencia de emergencia. Fundamental es también que se analicen las causas del hambre en cada contexto y que se promuevan políticas públicas de protección social.
El hambre no es un problema de alimentos, es un fenómeno complejo que tiene razones políticas y exige respuestas conjuntas en un mundo global. Dónde se decide el precio de los alimentos, cómo contribuimos al cambio climático, qué grupos armados son financiados y apoyados en determinadas regiones, quién acapara las tierras de cultivo, etc. son muchas cuestiones que deben tenerse en cuenta para acabar con las hambrunas predecibles. Naciones Unidas estima que serán necesarios 2.600 millones de dólares en 2017 para salvar vidas y aliviar el sufrimiento de doce millones de personas. La solidaridad es absolutamente necesaria para paliar las necesidades urgentes de la población, pero las soluciones solo vendrán de la reflexión política o estaremos condenando al hambre periódicamente a gran parte de la población mundial.
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