La humanidad percibe al planeta enfermo, como una persona con fiebre –víctima del calentamiento global– y desearía esperar más de la Conferencia de la ONU sobre cambios climáticos en París a principios del próximo mes de diciembre. Como no se puede esperar mucho de gobiernos y organizaciones internacionales, quieren sanar al enfermo con el mismo veneno que lo hizo caer en la enfermedad. No aceptan que una de las raíces profundas de la crisis ecológica es el sistema capitalista, que reduce todo al interés económico y al mercado. Por eso, muchas organizaciones de la sociedad civil se han movilizado para estar presentes en París durante la conferencia de la ONU y poder, al menos externamente, manifestar las aspiraciones de la humanidad. En ese esfuerzo, es importante que las religiones se den cuenta de su misión y de lo que el mundo tiene el derecho de esperar de ellas.[quote_right]Una de las raíces profundas de la crisis ecológica es el sistema capitalista[/quote_right]
En su encíclica sobre el cuidado de la Tierra, nuestro hogar común, el papa Francisco propone una alianza de toda la humanidad, creyente y no creyente, para salvar al planeta. Para lograr eso, el papa propone específicamente un diálogo y cooperación entre religiones. Por nuestra parte, es importante que provoquemos la reflexión sobre lo que las religiones pueden hacer para contribuir al esfuerzo común de todas las personas para salvar a la Tierra y asegurar el futuro de la vida en ella.
Todas las religiones reconocen en la naturaleza un lugar especial de la manifestación del misterio divino. La cultura amorosa que las religiones plantean con respecto a la Tierra, el agua y la naturaleza todavía permanece generalmente restringida a los cultos y prácticas religiosas. Ellas contribuyen a la formación de culturas más respetuosas con la naturaleza, pero esto aún no se ha manifestado como una indignación ética frente al sistema que transforma todo en mercancía.
Una parte cada vez más grande de la humanidad toma conciencia de que la crisis ambiental no se resolverá sin que podamos superar el escándalo de las inmensas desigualdades sociales que dividen a los pueblos y también las familias. Para salvar la integridad de la vida en el planeta es urgente detener este modelo de desarrollo que es, por esencia, anti-ecológico. Es necesario garantizar lo que el papa Francisco afirmaba ante los movimientos sociales en Cochambamba (Bolivia): ningún ser humano sin Tierra, ningún ser humano sin techo, ninguno sin trabajo”. No es suficiente con que las religiones proclamen que la naturaleza es un sacramento del misterio divino o que la creación es continua y tiene siempre detrás de cada ser vivo una presencia amorosa de Dios. Es necesaria, añade el papa, una ecología integral que una el cuidado del ambiente con un cambio cultural de la humanidad y una preocupación social con la justicia. Ahora sabemos que esos cambios más profundos solo serán posibles desde abajo, en un proceso cultural que tiene que ser revolucionario, es decir, el logro de todas las dimensiones de la sociedad.
El primer compromiso de las religiones para la COP de Paris no debe ser a través de iniciativas aisladas y paralelas, sino para apoyar e integrar el camino de la sociedad civil y de los movimientos sociales y organizaciones de base.
Dentro de ese marco más amplio de una acción en común con la sociedad civil, para una alianza en favor del planeta, competen a las religiones algunas tareas importantes. Recordemos algunas.
En primer lugar, restaurar la dignidad de la política. La mayoría de nosotros estamos de acuerdo en que «la hegemonía de la economía sobre la política, en los últimos 30 años, ha sido una catástrofe. Cuando la situación se volvió incontrolable, en la crisis de 2008, las empresas recurrieron nuevamente a la política. Pero, ¿qué tipo de política?«. Hay que unir a todas las personas de buena voluntad y articular grupos de la sociedad civil para «democratizar la democracia», es decir, garantizar una verdadera participación popular en los procesos sociales y políticos. Monseñor Óscar Romero llamó a la política basada en el bien común la «gran política».
En segundo lugar, defender y difundir la «Declaración Universal de bien común y de la Humanidad de la Tierra«, elaborado en el Foro Mundial de Teología y Liberación (Belém, Brasil, 2009) por un grupo de intelectuales y teólogos, coordinado por Leonardo Boff y Miguel de Escoto». Quien asume esa declaración reconoce a la tierra, al agua, al aire, a los alimentos básicos de cada pueblo, a la salud y a la educación como bienes comunes que no deben ser reducidos a mercancías.
Tercero: la superación de la arrogancia antropocéntrica. Aunque el ser humano tenga una vocación única de ser consciente y poder pensar, de hecho, el hombre forma parte de una comunidad más grande que la Carta de la Tierra llama de «comunidad de la vida.» La naturaleza no existe en función del ser humano. No somos propietarios de nada. Somos gerentes de una creación que no nos pertenece. Somos hermanos y hermanas de todos los seres vivos, de los cuales debemos cuidar.
Cuarto: tomar la sostenibilidad de la vida y el cuidado ecológico como nuevo paradigma de la civilización. Eso significa tomar la cuestión ecológica como clave para entender los más diversos campos del conocimiento humano y la actividad humana en la Tierra. Esto implica repensar desde la economía y la tecnología hasta las costumbres sociales de nuestra época. Se hace, pues, necesaria una nueva educación para lo que las culturas indígenas llaman “el buen vivir”.[quote_left]No somos propietarios de nada. Somos gerentes de una creación que no nos pertenece[/quote_left]
Por último, integrar este camino en las expresiones de fe y adoración. Para revitalizar y desarrollar aún más la dimensión ecológica, es importante integrar esa dimensión en lo vivido por todas las religiones, tanto en sus actividades, como en su vida litúrgica. A principios de los años ochenta, las Iglesias ortodoxas se unieron a la propuesta del patriarca ecuménico Dimitrios y desde entonces dedican el 1 de septiembre o el domingo más próximo como día consagrado a la oración y al cuidado de la creación. Ese día de conmemoración de la creación fue asumido por el papa Francisco, que lo ha propuesto a toda Iglesia católica como instrumento para unir celebración y vida.
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«No somos propietarios de nada» … la realidad contradice estas palabras. Los poderosos y los que se sirven de leyes hechas por ellos mismos, se apropian de todo. Se declaran dueños y despojan a los menos poderosos. Despojan de todo a huérfanos, a viudas , y a quienes no tienen quien los defienda.
Me gustaría denunciar algunos nombres y apellidos que sustentan mi comentario, pero sé que jamás se ha logrado hacer nada para que estos ladrones devuelvan lo que se han apropiado y lo que han hecho sufrir a los indefensos…