Desmantelar la industria del sexo exige actuar sobre los que se benefician de ella: Proxenetas y puteros

Rocío Mora, Secretaria de APRAMP. FUENTE: APRAMP

Rocío Mora es Secretaria de APRAMP (Asociación para la prevención, reinserción y atención a la mujer prostituidas) dedicada a combatir la trata de mujeres y niñas desde un enfoque de género. Tienen un servicio de atención 24 horas y una unidad de emergencias, en la que mujeres que han sufrido la trata y han podido escapar de ella identifican posibles situaciones de riesgo. Afirman devolver la libertad a 500 personas al año con la participación de la fiscalía y las fuerzas de seguridad.

Vosotras os dedicáis a “Prevenir y erradicar la explotación sexual y la trata de seres humanos “. Tú llevas más de veinticinco años trabajando en esto. Dime cómo empezaste…

Empecé conduciendo una unidad móvil, porque había que salir a la calle: hace 26 años la mayoridad las mujeres en situación de vulnerabilidad y explotación estaba en las calles. Desde el 94 tuvimos un vehículo propio y pudimos empezar a intervenir, acercándonos a ellas e informándolas en el área social, jurídica y sanitaria. Quisimos ir dibujando una línea de intervención cercana y de apoyo, útil para ellas. Ahí comenzó mi voluntariado, lo que me gusta es estar con esas mujeres y acercarme a lugares de donde ellas no pueden salir.

¿Sentiste miedo en alguna ocasión?

Me sentí protegida por ellas. Comenzábamos a las 8 de la tarde hasta las 5 de la mañana. Nunca me sentí sola, éramos un equipo de dos mediadoras supervivientes de la prostitución y yo, que conducía.  Eso me dio seguridad, me enseñó a escuchar y a posicionarme a su lado: no para las mujeres sino con las mujeres y eso ha sido la base de mi labor y me ha ido construyendo como mujer. Nosotras no decidimos nada que ellas no nos pidan para iniciar la salida de esa situación de esclavitud.

¿En estos años, cómo ha evolucionado la situación de las mujeres prostituidas?

Siempre ha habido un por qué. Hace 26 años, las mujeres no llegaban a final de mes ni tenían acceso a los servicios sociales para contar su situación; también había mujeres con un consumo claro de drogas y nuestros proyectos iban a la desintoxicación y a las que querían salir. Nosotros no vamos a decirles que la prostitución es muy mala, sino a crear un proyecto donde el protagonismo lo tengan ellas. En el 2000 comienzan a llegar mujeres captadas por proxenetas y puteros que quieren normalizar esto como un ocio más. Dicen que están haciendo una buena labor porque pagan a esas mujeres, pero eso les da acceso a sus cuerpos, a sus vidas y a tenerlas esclavizadas. Las actividades que hacemos han sido diseñadas por ellas, porque no tendrían sentido ni eficacia si no es contando con ellas. Y además en colaboración con las fuerzas de seguridad y la fiscalía. Porque hablamos de una situación de violencia y de crimen organizado y la gente tiene que entender qué están apoyando cuando piden la legalización o normalización de la prostitución.

Te indignas cuando se vuelve a plantear la alternativa “abolición o legalización” …

Ese debate viene de lejos, ha habido a lo largo de los últimos años miles de comisiones de trabajo en las que se ha avanzado hacia considerar la trata y la prostitución un delito y no es momento de volver a decir si hay que regular o abolir. ¿Por qué hay tanto interés en volver a la década de los sesenta? Se lo debemos a las mujeres. Los partidos han de emitir mensajes para avanzar en esta materia de manera resolutiva y decir a la sociedad que se posicione frente a esa forma de violencia y de crimen organizado basado en el uso de los cuerpos de las mujeres.

La realidad que vemos es que el 80% son mujeres no ejercen de forma voluntaria, y no lo decimos nosotras solas.

Y en relación a la demanda de prostitución, ¿es mayor que antes? ¿hay muchos jóvenes?

Esa posibilidad que siempre ha existido de pagar por entrar en los cuerpos de las mujeres, se ha agravado en pandemia:  se ha llegado a ofrecer un bocadillo por ello. Las mujeres han tenido un aumento de la deuda, más violencia física y psicológica, más aislamiento y control de movimientos, y los captores han tratado de no explicar la gravedad de las situaciones de contagio. Muchas han sido trasladadas en plena pandemia para invisivilizarlas y facilitar el acceso de los clientes en los polígonos fuera de la ciudad. Y ese cliente es cómplice de esta situación y sale de ahí sin ninguna clase de responsabilidad y es hora de señalarlo, porque la explotación de estas mujeres se da porque hay proxenetas y puteros. Hay que acometer y penalizar estas situaciones, acomodar la legislación española al convenio contra la trata ratificado en el 62, y ahí ya se habla de combatir el proxenetismo.

No se puede desmantelar la industria del sexo de golpe y no se puede avanzar sino actuamos sobre los que se benefician de este sistema, proxenetas y puteros.

¿Crees que vuestra afirmación de que hay que hablar de mujeres prostituidas y no de prostitutas, como unas trabajadoras más, ha ido calando?

Hemos avanzado, pero falta mucho y no hay que volver a un debate ya cerrado. En el Pacto de estado del 2017 contra la violencia contra la mujer faltó valentía para mencionar mas claramente la prostitución. Necesitamos incorporar ese contenido a una Ley integral, que hable de prevenir, proteger, perseguir y de coordinación con las personas prostituidas.

Os resistís mucho a utilizar la palabra víctima al referiros a las personas prostituidas…

Para nosotras, son supervivientes. Víctima es un término legal. Pero para nosotras son personas que se convierten en protagonistas de su futuro en libertad y dignidad, dejarlas solo como víctimas es excluirlas de un proyecto como el que pretendemos.

¿A cuántas mujeres habéis logrado ayudar?

Anualmente a más de mil quinientas, a nivel nacional, con un itinerario personalizado.  Hay muchas más intervenciones ocasionales. El índice de fracaso es muy pequeño, pero hablamos de procesos costosos y largos, intervenciones que se alarga en el tiempo. Además, los procesos administrativos lo son también; la inserción socio laboral cuando no hay permiso de residencia, por ejemplo, y muchas no tienen ni pasaporte donde diga cómo se llaman, y ese trabajo de documentación administrativa es complicado. Además, ellas siguen siendo referentes económicos en sus países de origen, y con la pandemia, mujeres ya integradas vuelven a ser captadas por las mafias, para captar a otras mujeres, por ejemplo.

Sabéis que Médicos del mundo en Francia ha criticado recientemente la ley francesa del 2016, muy orientada a erradicar la prostitución, como parece lo va a ser la española, no por su intención, que comparte, sino por sus efectos: dice que la penalización de los clientes ha vuelto más peligrosa la situación de las mujeres prostituidas…

Estamos abiertas a escuchar sobre todo a los que están en primera línea. Pero yo tengo clarísimo que hay que proteger, prevenir y también perseguir. Desmantelar esa industria requiere de herramientas y hoy no tenemos ninguna, la única es una denuncia de una persona que está esclavizada; ya lo dice la fiscalía de extranjería, hay informes que dicen que hay trata incluso de menores pero que resulta imposible de perseguir con las herramientas legales que tenemos, esas causas no van adelante porque al final se da la razón a los explotadores y no a las mujeres; nos dicen que hay que hacer un desarrollo reglamentario para tener como herramientas la penalización del proxenetismo y del uso de la prostitución. Esas mujeres precisan que se quite de sus espaldas la carga de la prueba que ahora recae solo en ellas.

Si confrontamos a dos personas en una denuncia, hay una denunciante frente a una red organizada con buenos abogados. Ellas no van solas, van con nuestros peritos, pero necesitamos herramientas, leyes que penalicen todas las formas de proxenetismo y que dé lo mismo que haya dinero por medio para ellas, porque si hay un proxeneta, eso ha de ser definitivo para condenar.

Una petición y un deseo…

Se acabó el debatir, hay que tener una Ley, con un compromiso claro por parte de las políticas públicas en todo el territorio nacional que incluya el rechazo social de quienes demandan los cuerpos de estas mujeres; necesitamos campañas institucionales, mensajes públicos para que la sociedad se posicione frente a la existencia de esclavas en los polígonos industriales de nuestras ciudades. Hay que fomentar el rechazo a estas practicas en las que, por un módico precio y a veces por nada, se pueda acceder a los cuerpos y las vidas de las mujeres: una sociedad libre de trata, comprometida con la liberación de esos seres humanos.

Autoría

  • Lala Franco

    Alandar me permite hacer una de las cosas que mas me gustan como periodista: entrevistar a esas personas que son la sal de la tierra porque van cambiando el mundo con su trabajo, su reflexión y su denuncia.  Además, es un espacio para la libertad y la creatividad dentro de la Iglesia, muy necesitada de ambas. Y me da pistas para vivir de un modo más solidario y menos consumista y para seguir alimentando el núcleo espiritual que nos vincula, desde lo profundo, con el mundo, con los otros y con Dios.  Por lo demás, ahora soy una periodista jubilada de TVE que se mete en muchos líos. En la Revuelta de mujeres en la Iglesia, por ejemplo. Y que está agradecida a dos espacios eclesiales: la JEC (Juventud Estudiante Católica, que me albergó de joven, y Profesionales Cristianos (PX), mi actual comunidad de referencia. Soy murciana y, además de mi tierra de origen, amo Madrid, donde vivo;  pero también la Montaña Oriental Leonesa y Asturias, donde paso buena parte de mi tiempo. La vida, pues, no cesa de abrirme a  paisajes y horizontes nuevos, en todos los sentidos. Y yo trato dejarme sorprender por la riqueza y la novedad que nos rodea y los mensajes de cambio que sugiere. 

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