Más de 150 organizaciones sociales unidas bajo el lema «Venid ya» han relanzado la campaña de presión para la acogida de personas refugiadas que denuncia con un marcador el incumplimiento del Gobierno. Las ONGD denuncian la situación y anuncian una masiva movilización ciudadana, que se uniría al 17 de octubre, Día Internacional para la erradicación de la Pobreza.

Ya son más de 65 millones de personas en todo el mundo las que oficialmente se han visto obligadas a abandonar sus hogares. FOTO
G ASTIASO.
A pesar de que en Parlamento el PSOE, Ciudadanos y Podemos acordaran un iniciativa para exigir al Gobierno que cumpla con las cuotas de refugiados el Gobierno no ha demostrado voluntad política. Del total de 17.337 personas refugiadas que España se comprometió a acoger, tanto por la vía de la reubicación como por la de reasentamiento, antes del 26 de septiembre de 2017, han llegado en los dos últimos años menos de 1.800 personas. «Llevamos dos años esperando que las autoridades españolas dejen de decir que van a acelerar el número de llegadas y lo hagan de verdad, pero ya es tarde: España habrá cumplido sólo con una mínima parte de lo comprometido», asegura Esteban Beltrán, director de Amnistía Internacional en nuestro país. «En lugar de dar ejemplo, el Gobierno español continúa incumpliendo cada palabra que dice: desde la última promesa, el esfuerzo adicional de reubicar a 500 personas más al mes, solo han llegado 24 desde Italia y 164 desde Grecia», añade. Y ello a pesar del respaldo de una gran parte de la ciudadanía. Las ciudades de Madrid, Zaragoza, Pamplona, Valencia, Málaga, A Coruña o Éibar respaldaron la iniciativa del Ayuntamiento de Barcelona de crear una red de municipios de acogida. El Vaticano convocó una cumbre internacional con más de 70 alcaldes y alcaldesas; el tema: los refugiados son nuestros hermanos y hermanas.
La ONGD Oxfam Intermón anunció que podrían iniciarse acciones legales contra el Gobierno español por incumplir este acuerdo con la UE. Su director, José María Vera, anunció que la organización «estudia por vía legal» cómo se pueden exigir responsabilidades al Consejo de Ministros. Los refugiados son personas que llegan después de haber pasado situaciones muy dramáticas, han llegado a Grecia e Italia jugándose la vida y llevan ya un tiempo esperando. El sistema de asilo en España es amplio en el tiempo, prevé una cobertura de hasta dos años de ayudas, con trabajo intensivo para que puedan buscar empleo, con un buen apoyo a menores y personas mayores. Desde Oxfam reiteran la necesidad de habilitar mecanismos como los visados humanitarios, la reunificación familiar o visados para estudiantes. «El Gobierno no ha hecho todavía el reglamento de la ley de Asilo, pendiente desde 2009, que hubiera permitido, cuando se adquirieron estos compromisos con la UE hace dos años, cumplirlos y habría dado tiempo para traer a ese cupo y para haber reformado la estructura del asilo en este país», afirman. La reagrupación familiar era una de las escasas vías seguras y legales para las personas refugiadas. Los gobiernos europeos concedieron en 2015 solo 78.772 visados por razones familiares. El español, 327.
¿Y qué está haciendo el resto de Europa?

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“Esta Europa es demasiado cicatera a la hora de acoger refugiados y tiene una política para favorecer a los mercados, pero nunca ha desarrollado una verdadera política social”. “El modelo social europeo –asegura-, era un modelo de derechos que se ha venido abajo y provoca que el estado del bienestar se esté rompiendo”. Así de contundente se muestra Carlos Berzosa, presidente de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) sobre esta realidad, que denomina como “la vergüenza de la Unión Europea”. “Antes era un orgullo ser europeo pero ahora es vergonzoso», apostilla.
El pasado 26 de septiembre culminó el plazo para reubicar en dos años a los refugiados llegados a las costas de Grecia e Italia. Fue después de un verano con un mar lleno de personas arriesgando sus vidas (y miles de ellos pereciendo en el intento) para llegar a las dos mayores puertas de entrada a Europa, desde el Mediterráneo.
Según datos de ACNUR, en 2015, a los puertos del Sur de la península itálica llegaron 153.842 personas mientras que en el país heleno la cifra se acercó al millón: 856.723. En España, por ejemplo, durante el mismo período llegaron 4.408 migrantes. En 2016, más de 360.000 migrantes, la mayor parte refugiados, llegaron a Europa atravesando el mar Mediterráneo. Más de 170.000 lo hicieron a través de la ruta marítima del Mediterráneo central, la más mortífera del mundo donde ese mismo año se registraron casi 5.000 muertes o desapariciones. La mayoría de estas personas viaja en botes fletados por traficantes desde Libia, Túnez o Egipto, arriesgando sus vidas.
El plan diseñado por la Comisión Europea pasaba por aliviar esta presión de “náufragos”, apelando a la “solidaridad” del resto de Estados miembros, marcando como objetivo dos planes de emergencia consecutivos: reubicar 40.000 personas, pero pocos meses más tarde, en septiembre de ese año, lanzó un segundo reto de distribuir a 120.000. Este mecanismo era una provisional respuesta ante la emergencia, no un plan sólido, estructurado y respaldado por los países.
La UE había reubicado a principios de septiembre de 2017 a 27.695 personas, según el último informe presentado por la propia Comisión, lo que equivale a un 25% de las cuotas acordadas. Solo Malta y Letonia han completado sus compromisos mientras que algunos estados miembros y países asociados lo conseguirán (Alemania, Estonia, Irlanda, los Países Bajos, Finlandia, Suecia, el Reino Unido, Islandia, Liechtenstein y Suiza). Por el contrario, Hungría y Polonia no han reubicado a una sola persona mientras que Eslovaquia solo ha reubicado a 16. De hecho Hungría y Eslovaquia llevaron al Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) el plan de reparto de cuotas presentando recursos, aunque ha fallado en contra de su negativa. El medio millón de personas que han entrado en Europa no representan más que un 0’15 por ciento del total de la población europea. Esta cifra es insignificante si se compara con el 25% de refugiados con respecto a su población que acoge Líbano o el 20% de Jordania. Visto con perspectiva, esto está lejos de ser una avalancha de personas. Están llegando por el efecto huída y Europa es un destino temporal. Las personas que salen desean volver a su país en cuanto la paz lo permita. No hay efecto llamada, hay efecto huída.

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“La UE ya se había enfrentado a fuertes movimientos repentinos de población en el pasado, especialmente en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, con traslados masivos y no siempre voluntarios entre países de Europa Central y Oriental –sobre todo hacia Alemania y Polonia– y tras las descolonizaciones de los años 60 (repatriaciones hacia Francia de casi un millón de personas y a Portugal de unas 600.000). Tras la crisis del sistema comunista en Europa del Este y la URSS, Alemania recibió a más de tres millones de personas de origen alemán de todos esos territorios, además de a 900.000 peticionarios de asilo que huían de las guerras yugoslavas o de Turquía. Esas guerras yugoslavas de los primeros años noventa fueron la primera ocasión en que la UE intentó gestionar de forma conjunta una llegada masiva de refugiados a su territorio, pero lo hizo mucho antes de contar con instrumentos jurídicos o políticos que permitieran una actuación coordinada. De hecho, el 70% de esos refugiados fueron acogidos en Alemania, pese a que esta atravesaba los difíciles momentos del coste de la reunificación y la integración”, sostiene Carmen González Enríquez, investigadora principal de Demografía, Población y Migraciones Internacionales del Real Instituto Elcano.
“Hemos demostrado que la UE que no es capaz de anticipar una respuesta efectiva e integral, a pesar de ser testigos de las primeras muertes en el Mediterráneo. Un aumento de recursos no ha logrado solventar el problema, ya que siguen pereciendo personas diariamente. En los tres primeros meses de 2017, 1.000 personas han fallecido en el mar. La impasibilidad de la UE ante esta tragedia es imperdonable”, asegura una portavoz las organizaciones humanitarias que se ocupan de las labores de asistencia. Tras el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía, las organizaciones humanitarias denuncian que se han pisoteando derechos fundamentales. Europa ha sentado un peligroso precedente y sirve de mal ejemplo a otros países para rehuir también su responsabilidad de asegurar protección internacional.
Escapar de la tragedia humana
Ya son más de 65 millones de personas en todo el mundo las que oficialmente se han visto obligadas a abandonar sus hogares como consecuencia de los conflictos, la violencia y la persecución, la cifra más elevada registrada por las Naciones Unidas desde la Segunda Guerra Mundial.
El mayor flujo de desplazados proviene de Siria, de acuerdo a las cifras de la Organización Mundial de las Migraciones (OMM), donde la población es víctima de seis años de guerra entre las tropas del presidente Bashar al Asad contra 1.000 grupos rebeldes, alguno de corte yihadista, la irrupción del DAESH, las siglas árabes de la formación terrorista conocida como Estado Islámico de Irak y Levante y sin olvidar a los Estados Unidos y sus aliados occidentales -incluido Francia- y además Irán, Turquía y varios países del Golfo. Como guinda, Rusia inició una campaña de bombardeos para apoyar a su aliado Al Asad. Hasta cuatro millones de personas han tenido que dejar sus hogares. Le sigue Afganistán, donde las tropas de marines estadounidenses han prolongado su presencia debido a la inestabilidad y a los atentados cometidos por la insurgencia talibán y por el DAESH, que también actúa en la zona. El tercer país en flujo migratorio forzoso es Eritrea, que es considerada por Amnistía Internacional (AI), como uno de los Estados más represivos del mundo. Después está Nigeria. Miles de familias abandonan sus casas hacia Níger, el Chad y Camerún debido a las matanzas ejecutadas por el grupo terrorista islamista Boko Haram. Al Sabaab, otra milicia radical, ha provocado 100.000 muertos en Somalia. Más de 300.000 personas han buscado amparo en Daadab, el mayor campo de refugiados del mundo, situado en Kenia. Otras terminales de este éxodo humano están en la inestabilidad de Irak, Pakistán y Sudán. Sudán del Sur, independizado en 2011, vive una guerra constante y una situación alimentaria crítica, entre las etnias dinka y nuer. La penúltima alerta de Naciones Unidas a la comunidad internacional es sobre los más de 400.000 desplazados huyendo de la limpieza étnica de Myanmar (antigua Birmania). Los rohingya (muslmanes), llevan décadas marginados y perseguidos en Myanmar, de mayoría budista, que no les reconoce como una de sus 135 etnias oficiales pese a vivir desde hace siglos en el Estado occidental de Rajine (hoy conocido como Arakan), limítrofe con Bangladés, un país donde el 90% de la población profesa la religión musulmana. Escudándose en que son inmigrantes ilegales bangladesíes, Myanmar les negó la ciudadanía en 1982; fue su condena al ostracismo, a la privación de derechos básicos como educación o empleo. Pero desde el pasado 25 de agosto, cuando rebeldes del llamado Ejército de Salvación Rohingya de Arakan (ARSA, en sus siglas en inglés) lanzaron una ofensiva contra cuarteles militares y de policías birmanos, también son masacrados en respuesta, en medio de lo que el Gobierno de Myanmar defiende como una campaña contra “fuerzas terroristas”.
¿Son migrantes o son refugiados?
Aunque hay muchos medios que establecen diferencias, en términos demográficos un migrante es cualquier persona que vive en un país diferente a ese en el que nació (es la definición que usa la ONU). Por tanto, los refugiados son también inmigrantes. Por otra parte, una persona solo se convierte en refugiado, en términos jurídicos, cuando su solicitud de asilo o de protección es aceptada. Mientras tanto, es un migrante que solicita asilo.
En la actual oleada hay personas que, de acuerdo con las normas de los Estados europeos, tienen derecho a recibir asilo (concepto equivalente al de refugio) -como los sirios por huir de un territorio en guerra- y otras que no tienen ese derecho, como la mayoría de los kosovares o muchos de los procedentes de países subsaharianos en busca de mejores condiciones de vida. En el flujo que sigue llegando a través del Mediterráneo dominan los segundos.