“Tenemos que convertir el punto de indignación en algo que nos mueva a cambiar”

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Álvaro Fraile y su guitarra por las calles de Madrid. La tarde es fría y gris en Madrid. Amenaza lluvia y estamos cerca de la M-30. Entrevistado y entrevistador hemos quedado en un café para hablar de su música, de sus letras, de su vida, de sus esperanzas… Hay demasiado ruido en el local, así que decidimos salir a la calle. Vemos una escalera, adosada a un muro de ladrillo “grafiteado”. Coincidimos en que es un buen lugar para conversar tranquilamente, con un pitillo encendido, sin más compañía que la guitarra, el trino de los pájaros y la mirada curiosa de algún vecino de la zona.

El músico Álvaro Fraile es una de esas personas que transmite confianza nada más conocerla y no tiene el menor reparo en asegurar que “me voy buscando las castañas por donde puedo”. Por eso, este madrileño del barrio de Argüelles, de 34 años, casado y con dos hijos, amplía su currículum como profesor de clases extraescolares de guitara, coro y teatro para chavales, además de llevar el mantenimiento y la presencia en redes sociales de la página web de las religiosas claretianas (Acompasando.org). Si le queda algún tiempo por ahí suelto también se dedica al diseño gráfico. No está mal, ¿no?

En la música se inicia como la mayoría de los y las jóvenes, con el hobby de aprender a tocar la guitarra. Sus primeros “pinitos” los hace en la parroquia de los claretianos de su barrio, tocando en el coro de la misa dominical. Pasado algún tiempo, el “gusanillo” de la música “se va convirtiendo en una vocación y en una forma de llamada en la manera de encauzar mi vida”, asegura Álvaro.

Siempre hay un objetivo

Después de una experiencia de ocho años formando parte del dúo Bromas Aparte, hace una década –en 2004– Álvaro inicia su carrera en solitario, tiempo en el que ha editado tres discos, el último de ellos: Sol. Fe. Ando. La letra de una de sus canciones –“Cuenta conmigo”- dice: “Te ofrezco mi mano que sabe/ lo que necesitas/echarte una mano y si caes/ te empuja hacia arriba. Te ofrezco mi mano que quiere/ “lo que tú quieras”/ cogerte la mano y llevarte/ al lugar donde sueñas…”. De alguna manera ésta resume lo que él quiere aportar con la música. “Todas las canciones las hago con un objetivo”, asegura Álvaro, quien añade que “en este momento trato de transmitir un mensaje de esperanza, de optimismo, de que es posible levantarse y seguir adelante”.

Álvaro Fraile y su guitarra por las calles de Madrid. La música de Álvaro Fraile no es fruto de la inspiración, si no de un trabajo en el que no falta la disciplina y la constancia, “porque siento la necesidad de convertir en canción todas aquellas cosas que para mí son descubrimientos y sentimientos profundos” y, muchas veces, uno no está con el mejor ánimo. Su música tiene influencias del folk americano, del rock o el swing que, pese a estar bañadas de cierta oscuridad y tristeza, él consigue transformar en un mensaje para alegrar un poco la vida de la gente.

A este madrileño, afincado desde hace un tiempo en Segovia –donde está encantado- por el trabajo de su mujer, no le gusta que le encasillen con definiciones como cantautor o músico cristiano. “Para mí –dice- ser cantautor es un género musical, con unas determinadas características, en el que ha habido gente muy grande, como Pablo Guerrero, que es un referente, pero yo simplemente hago música. Tampoco escribo canciones cristianas. Lo que ocurre es que, como soy cristiano, todo lo que vivo y traduzco en mi vida lo hago desde esa óptica”. Una de las cosas que le gusta hacer a Álvaro es basarse en textos del Evangelio para “traducirlos” a su lenguaje cotidiano. Asegura que “fundamentalmente me inspira mi día a día. Creo que tengo una sensibilidad grande para captar las cosas que me afectan y que me tocan por dentro”.

Cargar las pilas

Analizando las letras de muchas de sus canciones uno se pregunta si lo que quiere es poner las pilas a la gente. “Lo que trato es de cargar las pilas a la gente -asegura Álvaro. Me gusta mucho que después de un concierto alguien me diga que le ha servido para salir con el cuerpo un poco más ‘estirado’. Para mí esto es la mayor satisfacción en lo que hago”. Por eso, le da muchas vueltas a todas las letras de manera que sirvan para el mayor número de personas posible. Además, quiere que cada quien entienda que no importa tener problemas, que es normal; que no importa caerse, porque todos nos caemos; que no importa que haya nubes porque detrás sigue estando el sol. El músico afirma que “asumir todo esto permite vivir la vida con alegría y sin miedo. No sé si puedo parecer presuntuoso, pero para mí es así”.

Álvaro Fraile y su guitarra por las calles de Madrid. Llama la atención este optimismo en unos momentos en que mucha gente siente la vida sin demasiadas salidas, sin otra perspectiva que aguantar el pasar de cada día, viendo que las desigualdades creen por momentos, lo que está provocando que muchos seres humanos se estén quedando en la cuneta de la sociedad. Antes estos planteamientos Álvaro Fraile señala: “Vivo la crisis con enfado y con rabia, porque no nos hemos dado cuenta de lo que hemos provocado, unos mucho más que otros; unos con mucha más responsabilidad que otros. Pero dicho esto, creo que el punto de indignación que vivimos tenemos que convertirlo en algo que nos mueva a cambiar”. Recuerda su participación en el proyecto del disco de Santa María de los Indignados, en el que ha intervenido gente como Brotes de Olivo, Kairoi, Pedro Casaldáliga, Luis Guitarra… “¿Estoy cabreado? Sí, pero no para quedarme en un sofá mostrando mi indignación sin hacer nada”.

La conversación va a llegando a su fin recordando sus conciertos en algunas prisiones, “una de las experiencias más bonitas y profundas que he vivido”, reiterando que en todas sus canciones trata de darle la vuelta a las cosas para que seamos conscientes de que las inseguridades, los miedos, las caídas, terminan por paralizarnos, cuando lo importante es seguir caminando y luego Dios dirá. Álvaro Fraile recuerda la frase de un amigo poeta al que quiere mucho, Miguel Ángel Vázquez, que dice que “no hay mayor denuncia que comunicar la esperanza”. Pues eso.

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