
Una de las funciones que desempeño en el equipo de atención del sindicato donde trabajo es atender las consultas de las personas que piden información, asesoramiento, tienen dudas sobre su convenio o quieren saber cuáles son los derechos que pueden o no pueden reclamar en sus empresas. En otras ocasiones, las consultas son para emprender procesos de elecciones sindicales en las empresas donde trabajan, para intentar generar un contrapeso a las decisiones empresariales y elegir a quien represente legalmente en su empresa a los trabajadores y trabajadoras.
Todos los días, cada consulta es “sagrada”. Cada persona es un mundo y cada consulta también. En esta ocasión, un caso me tocó mucho. Una trabajadora del sector de hostelería tuvo que pedir una baja voluntaria de su trabajo porque había sido amenazada de muerte por un compañero de trabajo y desde la dirección del negocio no se movió un dedo para solucionar nada. La trabajadora, que venía realizando de manera normalizada horas extra, solo quería que le pagaran los días que había trabajado y las vacaciones que le quedaban por disfrutar. La empresa alegaba que al no haber avisado con quince días de anticipo no le iba a pagar la deuda contraída. El colmo de la inhumanidad.
Cuando el trabajo debe ser un lugar para poder realizarnos y garantizar unos ingresos que nos hagan vivir con dignidad, se convierte en elemento de dolor y de inhumanidad. Por eso es necesario insistir recurrentemente a que el trabajo necesita de unas condiciones adecuadas para su desarrollo. El trabajo que debería ser para la vida se convierte en lugar de muerte y dolor para muchas personas.
Accidentes laborales en aumento
El número de accidentes laborales en España ha aumentado desde 2018 al igual que la siniestralidad relativa, expresada en índices de incidencia (nº de accidentes por cada 100.000 trabajadores) y que indica el nivel de siniestralidad. En el informe de CCOO sobre la evolución de los accidentes de trabajo en España entre 2012 y 2018 el sindicato considera que este incremento de la siniestralidad durante un periodo continuado de 6 años se debe a la extensión de un modelo de relaciones laborales cada vez más caracterizado por la precariedad, por el deterioro de la negociación colectiva y por la debilidad del sistema preventivo español.
Pero es que acaban de publicarse los datos de accidentes laborales relativos a los meses de enero a octubre de este año 2019 y la tendencia sigue siendo preocupantemente alarmante. En 2018 fueron 510.107 accidentes laborales en los mismos meses. Este año 2019, han sido 536.450. Las personas que fallecieron trabajando fueron en 2018, 572 y este año, 579.
Ante este panorama, cuando las empresas ven los gastos en seguridad como inversiones poco rentables, es cuando constatamos nuevamente que el trabajo está sometido a una esclavitud economicista que lo degrada, degradando con ello nuestra humanidad.
Dos trabajadores muertos cada día, 12 accidentes graves diarios, casi 2000 accidentes laborales al día. Esta realidad debería movilizar a toda la sociedad y también a la Iglesia ante el clamoroso silencio frente a estas tragedias demasiado cotidianas. La gravedad de lo que ocurre con la vida de las personas en el trabajo es extrema y, si miramos además las enfermedades laborales y el creciente deterioro de la salud de muchos trabajadores y trabajadoras (por las penosas e indecentes condiciones en que son obligados a trabajar para evitar ser despedidos), el panorama no es halagüeño. Hemos de mostrar la necesaria solidaridad con el dolor de las familias de las víctimas, reclamar respuestas y ayudar a despertar la conciencia social. Y urge.
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