Vivir para contarlo, morir por denunciarlo

christian.jpgHoy en día no estamos dispuestos a dar la vida por nada. Prácticamente nadie se dejaría matar por un ideal, por un sueño, por luchar contra una injusticia. Sin embargo, Christian Poveda sí lo estuvo. Asumió el riesgo de los que no quieren callar, de quienes prefieren sacar a la luz lo que todo el mundo oculta aunque con ello expongan su propia vida. Sin protección, armado sólo con una cámara, Christian se introdujo en la vida cotidiana de una ‘clica’ (grupo) de la Mara La 18, una de las pandillas violentas que marcan actualmente la realidad centroamericana. En la noche del pasado 2 de septiembre, Christian fue encontrado sin vida, con cuatro balas en la cabeza, en una carretera situada entre Apopa y Tonacatepeque, una región rural al norte de la capital salvadoreña.

La historia del periodista hispanofrancés Christian Poveda (Argelia, 1955 – El Salvador, 2009) fue una historia de compromiso por la libertad de expresión, por la justicia y por defender la dignidad de los seres humanos. Comenzó a trabajar como fotógrafo en 1979, para consagrarse al cine documental a partir de los noventa. Había recorrido Guatemala, Chile, Argentina y el Sáhara, también cubrió las guerras de Irán, de Irak y de Líbano. Sus últimos tres años de vida los había pasado en El Salvador filmando el documental, “La Vida Loca”, sobre el fenómeno de las pandillas violentas. Christian quería ir más allá de los tópicos y de la demonización a la que están sometidas las maras. Intentaba mostrar el lado humano de sus integrantes, profundizar en las causas estructurales que les llevan a la violencia… En suma, pretendía enseñar al público la realidad de este fenómeno que ha marcado, como un tatuaje, a la sociedad centroamericana en la última década.

Tal y como relataba el propio Christian, “las tensiones entre las dos bandas enemigas son permanentes, la Mara Salvatrucha y la 18 tienen cada una sus códigos, sus ritos y sus tatuajes y se odian cordialmente”. En ambos bandos se alistan chicos y chicas con orígenes e historias similares. Comparten pobreza, emigración, discriminación, “ninguna diferencia ideológica ni religiosa explica esta lucha a muerte cuyo origen, perdido en los bajos fondos de los suburbios latinos de Los Ángeles, todos han olvidado”. Una lucha sin sentido que está condenando a muerte a toda una generación y privando a muchos jóvenes centroamericanos de cualquier esperanza en el futuro.

Reivindicar su sitio

En palabras del periodista, en El Salvador, quince años después de una guerra que asoló el país, “una nueva guerra civil, igual de terrible, enfrenta ahora a los pobres contra los pobres”. Convertirse en mareros es, para los jóvenes, “la experiencia de la ingratitud total hacia este mundo, en el cual reivindican su sitio”, algo que va más allá de la violencia gratuita o de la imitación de los pandilleros estadounidenses.

“Es el odio de aquellos que nunca han tenido nada. El odio hacia la explotación, hacia la sumisión y hacia la humillación cotidiana. No es un choque generacional, sino un enfrentamiento antropológico”. Desde un profundo sentimiento de abandono, los adolescentes encuentran su sitio en las bandas. Allí tienen sensación de seguridad, desarrollan vínculos comunitarios que no pueden encontrar en ningún otro lugar, “sólo quieren tener derecho a vivir con dignidad, con seguridad, para poder existir”.

El valor de humanizar

“Consciente de dónde ponía los pies –explicaron tras su muerte los productores de la película–, siempre se manejó con honestidad y cumpliendo su palabra, que era el único contrato firmado entre él y los miembros de la banda que aceptó que Christian trabajara tanto tiempo al lado de ellos”.

Fue un cineasta valiente, entregado a su profesión y a la defensa de la dignidad de los seres humanos. Tal y como lo ha descrito su compañero Alain Mingam, miembro del consejo de administración de Reporteros sin Fronteras, “para él, la fuerza del montaje superaba la fuerza del comentario”. Mostrar con imágenes cotidianas lo que difícilmente se puede describir con palabras o con complicados guiones, “así era como restituía la humanidad de individuos como los mareros, por muy monstruosos que fueran sus actos”, destacó Mingam al conocer el asesinato. “La implicación personal de Christian en su tema le permitió incluso que las bandas se acercasen a él, con la esperanza de convertirlo en un mediador”.

Contra la represión

Por eso Christian quiso quedarse, para mostrar a la opinión pública la realidad de las maras y para, desde su posición como observador desde dentro, colaborar en la resolución activa del problema. “La represión –señalaba el fotógrafo refiriéndose a los planes ‘Mano Dura’ y ‘Super Mano Dura’ implementados por el gobierno– responde a las agresiones pero no afronta los desafíos socio-económicos”.

Para el periodista, la ley anti-maras promulgada en 2003, sólo contribuía a una mayor exclusión social de los jóvenes. Dicha ley, aprobada por el gobierno derechista de Francisco Flores –presidente de El Salvador hasta 2004– además de ser declarada inconstitucional por violar varias convenciones internacionales “no resolvió ningún problema ni de pobreza ni de violencia familiar”, dos de las primeras causas estructurales del fenómeno de las maras.

Para Christian la solución a este conflicto social pasa necesariamente por un diálogo con sus protagonistas, “para llegar a acuerdos de paz y abrir un camino hacia la reconciliación nacional en vistas a erradicar la violencia”. Romper lo que el periodista calificaba como “diálogo de sordos” y establecer un alto al fuego para que sea posible emprender “una política de prevención y de rehabilitación”.

Sin embargo, Christian Poveda ya no podrá participar en ese diálogo. Con cuatro tiros callaron su voz y apagaron su cámara. En la fecha en la que este artículo sale a imprenta, las autoridades salvadoreñas aún ignoran si fue víctima de los propios pandilleros que lo habían amenazado de muerte o de delincuentes comunes que intentaron robarle. Pero en realidad, poco importa el nombre y apellido de la persona que apretó el gatillo. Christian fue víctima de nuestra sordera, de una sociedad impermeable que vuelve la espalda a las causas estructurales de sus problemas, quedándose sólo en el horror y en la superficie. Christian fue víctima de quienes no quieren que sepamos la verdad, por miedo a que esa verdad nos haga libres.

La Vida Loca
lavidaloca.jpgFicha técnica

Título: La Vida Loca (2008)
Nacionalidad: Francia/México/España
Duración: 90’
Realización: Christian Poveda
Producción: Carole Solive-La Femme Endormie/El Caimán/Aquelarre
Para más información: www.lafemme-endormie.com / www.plus.es

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