
2011 ha sido el año de las revoluciones en el mundo árabe y de las movilizaciones online. Varios de los protagonistas de las revoluciones que han logrado tumbar este año a los regímenes dictatoriales de Ben Ali en Túnez y Mubarak en Egipto se reunieron en Jávea en mayo, en un encuentro organizado por la Casa Mediterráneo, con muchas preguntas sobre la mesa.
¿Son éstas, de verdad, “revoluciones de Facebook”? ¿Qué utilidad real tiene el ciberactivismo en la lucha por los derechos humanos?
Muchas de las personas que protagonizaron estas movilizaciones coinciden en algunos factores que han contribuido a precipitarlas. Uno de ellos son las fuertes inversiones tecnológicas de los gobiernos autoritarios. El periodista egipcio Hany Darwish, colaborador de Le Monde Diplomatique, lo explica con ironía: “Personalmente le agradezco a Mubarak una sola cosa: que desde mediados de los 90 gastara millones en infraestructuras informáticas. No lo hizo por generosidad, sino para dar números bonitos en los informes de los organismos internacionales. Ante las quejas de que había mucha pobreza, respondía que los egipcios tenían muchas conexiones a Internet. La “modernidad” distorsionada de Mubarak consiguió que cualquiera que tenga 30 dólares pueda tener conexión a Internet, aunque no pueda tener agua potable”.
Otro elemento es la presencia de una población joven, educada, sin relación con el régimen y que tiene serias dificultades para encontrar empleo. “La dictadura es un arcaísmo y no puedo entender cómo es posible, con toda la inteligencia y educación de los tunecinos, que podamos vivir en un sistema medieval”, en palabras del “bloguero” anónimo conocido como Zeta. Ante la injusticia del sistema, se movilizaron los jóvenes ciberactivistas, pero también los ultras de los equipos de fútbol, acostumbrados a sufrir humillaciones de las fuerzas de seguridad cada vez que acudían a los estadios.
La causa fundamental de la movilización son las propias características de los regímenes dictatoriales, su brutalidad y arbitrariedad. Dos casos simbólicos contribuyeron a visibilizar un rosario de injusticias producidas a lo largo de muchos años. El 6 de junio de 2010, el joven informático Khaled Saeed murió a consecuencia de una paliza de la policía egipcia. Las protestas por su muerte (una fila de activistas vestidos de negro mirando al mar) sembraron semillas de revolución. El 17 de diciembre, en Túnez, Mohammed Bouazizi se prendió fuego ante el maltrato de las fuerzas de seguridad tunecinas. Falleció el 4 de enero de 2011 y su agonía sacó a las calles a miles de tunecinos.
A pesar de los episodios de censura y los cortes de Internet, los ciberactivistas han logrado constituirse en un referente: “Es la fuerza del blogging, aunque nos equivoquemos tenemos esta credibilidad, durante la revolución teníamos más credibilidad que los medios, incluso más que Al Jazeera”. Muchos años de propaganda oficial habían erosionado la credibilidad de los medios de comunicación tradicionales. “Desde hace 23 años Túnez es un país cogido por un grupo de personas ligadas por alianzas familiares y que tienen el monopolio de la libertad de expresión y que encarcelan y censuran a todos los que hablan de la realidad y no hacen propaganda del régimen. Hay ciberdisidentes que han pagado con su vida”, señala Zeta.
Para John Perry Barlow, autor de Vender vino sin botellas, la confidencialidad y el anonimato en la red han supuesto una palanca para los defensores de los derechos humanos. «Ahora, con las nuevas redes sociales, podemos organizarnos de forma diferente al pasado. Con Internet, una voz clara se reproduce muchas veces. Si decimos las cosas de forma apropiada y sincera, esta voz clara puede cambiar el mundo».
Con un valor extremo, Fatma Riahi se enfrentó durante años a la censura y las represalias del régimen con su bitácora en árabe y su perfil en Facebook. Cuando fue detenida durante diez días en 2009 por la policía de Ben Ali, se formó un movimiento, “Todos somos Fatma”, que fue germen revolucionario. Wala Kasmi, jovencísima estudiante de informática, se encontró convertida en periodista ciudadana, con vídeos y fotos denuncia la extrema violencia del régimen. Las reacciones de las dictaduras ante el ciberactivismo, basadas en la censura y el corte de Internet, solo han contribuido a deteriorar su imagen internacional y recabar apoyos para los disidentes.
Pero sus protagonistas coinciden en que no son “revoluciones de Facebook”. Son expresiones políticas y sociales de indignación de una mayoría de la población. Para el director de cine Basel Ramsis, que desde hace unos años reside en España pero vivió la revolución egipcia desde la plaza de Tahrir, solo durante dos días Facebook tuvo un papel importante en la revolución egipcia. Fue del 25 al 27 de enero de 2011: “los jóvenes, los activistas por Facebook, la gente que está en Twitter, convocan las primeras manifestaciones, que no iban a ser una revolución. Fue la vinculación de muchos colectivos sociales que no son jóvenes y no son clase media, la que convirtió esto en una revolución”. Lo más importante es otra cosa: “Lo que ocurrió en la plaza Tahrir solo es posible por el valor simbólico que tienen la presencia física y el riesgo real. Del 27 de enero al 3 de febrero, en los días más duros, más sangrientos de la revolución, no había Internet y los egipcios comenzaron a crear otras formas de comunicación. A partir del 3 de febrero, cuando vuelve Internet, Facebook ya no importaba, ya era a ver quién aguanta más: el régimen o nosotros en la calle. Al final era una cuestión de paciencia. Y ganamos.”
#acampadasol
Cuando este número de alandar entre en imprenta, aún habrá más de mil jóvenes acampados pasando la noche y muchos miles más acompañándoles durante el día. Internet, en esta particular revolución primaveral española, también ha tenido un punto clave. Ha sido, de hecho, una herramienta imprescindible para convocar la primera manifestación del 15 de mayo, para motivar a la continuidad del movimiento y para facilitar el debate ciudadano a gran escala.
Internet y, especialmente, las redes sociales han sido también un elemento clave para la peculiar naturaleza de este movimiento, no vinculado a partidos ni a sindicatos ni a otras estructuras establecidas en el mundo no digital. Y eso ha hecho, precisamente, que muchos de los líderes y de los medios de comunicación no digitales se muestren perplejos ante un movimiento que no entienden. Habrá que esperar aún algunas semanas para ver cómo se desarrollan los acontecimientos.