“No podemos utilizar el ataque, la crítica, incluso la sátira contra una idea para provocar algo que humille u ofenda a los demás. Ahora, si se trata de ideas, hay que saber pararse frente aquellas que son peligrosas.”
Fernando Savater
Provocar. Ocho letras que tienen fuerza. Ocho letras que evocan sensaciones, sentimientos, pensamientos. Ocho letras que son la consecuencia de lo que se ha conseguido a través de varias imágenes con o sin movimiento. ¿Qué es provocar? Según la Real Academia Española, este término tiene, además, ocho acepciones, entre ellas la de “irritar o estimular a alguien con palabras u obras para que se enoje”.
Bien, teniendo esto presente, las pregunta que corresponde hacerse no son otras más que, ¿se ha provocado a la sociedad musulmana con la producción y emisión del vídeo La inocencia de los musulmanes?, ¿se ha provocado con la publicación de caricaturas de Mahoma a lo largo y ancho del mundo?, ¿qué se busca?, ¿qué se pretende? Un gran debate abierto que nos obliga a pararnos en seco -al menos por un instante- y pensar.
Hace más de un lustro que las caricaturas, satíricas en su mayoría, del profeta Mahoma se convirtieron en el eje central de una constante controversia religiosa y política.
Hace poco más de seis años, el panorama político empezó a “calentarse” a manos (y nunca mejor dicho) de Kare Bluitgen o Kurt Westergaard. Ambos tienen algo más en común que su nacionalidad. Son daneses, sí, pero lo importante fue que los dos consiguieron que diversos líderes musulmanes se rebelasen tras representar la figura de Mahoma (realmente Muhammad) de forma “poco elegante”. Sus actos fueron considerados por mucha gente como un ataque hacia su religión, hacia el islam.
Este mes de septiembre, el semanario satírico francés Charlie Hebdo publicaba dibujos dedicados al profeta en un guiño para defender y reivindicar la libertad de expresión. ¿A qué se debió? Todo empezó días atrás, cuando el cortometraje La inocencia de los musulmanes, producido por el californiano Mark Basseley Yusef, fue interpretado como una burla hacia Mahoma. A partir de aquel momento, se sucedieron una serie de detenciones, protestas, disturbios, manifestaciones en distintas naciones de todo el mundo. ¿Merece la pena?, ¿realmente Charlie Hebdo solamente quería “defender la libertad de expresión”?, ¿hay que hacerlo de esa manera?
Las respuestas
El 18 de septiembre, la cadena de televisión británica BBC emitía las declaraciones del primer ministro galo, Jean-Marc Ayrault, quien desaprobaba todo tipo de exceso al respecto. Asimismo, Ayrault apelaba al “espíritu de responsabilidad”.
Diversas embajadas francesas reforzaron su seguridad e incluso la Prefectura de Policía de París decretó más medidas de vigilancia en torno a las oficinas de la publicación del diario. Ya en noviembre de 2011, algunos de los antiguos locales de la redacción del semanario fueron destruidos por un ataque con cócteles molotov tras la publicación de un número especial titulado Charia Hebdo.
Sin embargo, este tema es muy jugoso porque da de sí y ofrece puntos de vista no solo diferentes sino también opuestos. Álvaro Zamarreño, periodista de la Cadena Ser, opinó que “los medios de comunicación le dan una interpretación globalizadora, como si realmente los musulmanes de todo el mundo actuaran como esa ‘umma’ [comunidad de creyentes], cuando en realidad no es así”.
La discusión sobre si la publicación había sido legítima o no se extendió a lo largo y ancho del mundo. ¿Fue un acto valiente o irresponsable? Probablemente haya tantas respuestas como personas decidan contestarla.
En España ocurrió algo similar con el semanario El Jueves al publicar el 26 de septiembre en primera plana una caricatura de varios hombres con barba y vestimentas árabes y en letras grandes y amarillas podía leerse la frase “Pero… ¿Alguien sabe quién es Mahoma?”. La respuesta de la Unión de Comunidades Islámicas de España no se dejó esperar y anunció que tomaría “adecuadas” acciones legales contra la publicación.
Marruecos, por ejemplo, prohibió la entrada de siete diarios europeos en el país; cinco eran franceses L’Humanité, Aujourd’hui la France, Libération, Le Figaro, Mariane; el periódico español El País y el alemán Der Spiegel, tal y como publicó el diario marroquí Al Alam. El ministro de Comunicación marroquí y portavoz del Gobierno, Mustafa Jalfi, declaró a la agencia de noticias EFE haber impedido la entrada de estas publicaciones porque contenían caricaturas de Mahoma.
En el supuesto de que consideremos que estas imágenes fijas, al igual que las imágenes en movimiento (por el cortometraje), estuvieran enmarcadas dentro del derecho a la libertad de expresión, ¿en dónde quedarían los derechos y libertades de quienes se han sentido ofendidos? Es un tema delicado. Es un tema que debe tratarse con sumo cuidado y más cuando entran en juego sentimientos tanto religiosos como políticos.
Quizá se haya exagerado el tema. Quizá no. Puede que unos se extralimitasen de una manera y otros de otra, pero a mí no me ha quedado claro que este nuevo gesto para con el islam y sus creyentes haya sido del todo “juego limpio”.
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