Un nuevo, peligroso y poco conocido fenómeno se está desarrollando en África desde hace pocos años: multitud de compañías de países asiáticos y árabes se han lanzado a una carrera desenfrenada de compra de tierras en países africanos.
Este proceso es favorecido por la conversión de los alimentos como objeto de especulación financiera. Pero durante los últimos meses se ha acelerado por la fuerte subida del precio de los alimentos y las fuertes expectativas levantadas por los agrocarburantes. El presidente de la FAO, el senegalés Jacques Diouf, no ha tenido reparos en llamarlo un “nuevo colonialismo”.
Entre los países que se están apoderando de enormes fincas en África figuran: China, India, Japón, Malasia, Corea del Sur, Libia, Bahrain, Jordania, Kuwait, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Países que, o bien por estar superpoblados o por ser desérticos, tienen pocas tierras arables y tienen que importar sus propios alimentos para sus habitantes. Han descubierto que les sale más barato cultivar grano fuera de sus fronteras, en países africanos, y después transportarlo para su propio consumo a precios razonables.
El problema es que estas tierras se encuentran en países africanos que tienen altos índices de pobreza y donde la gente sufre problemas de malnutrición. Entre los que están cediendo sus tierras a cambio de contratos de infraestructuras de transportes o edificios públicos se encuentran: Mozambique, Sudán, Uganda, Madagascar, Etiopía, Senegal, Tanzania, Camerún y Zimbabwe.
En la mayoría de ellos, esta invasión de sus tierras no podía llegar en un momento peor, ya que el aumento de sus poblaciones junto con los estragos causados por el cambio climático que afecta a las cosechas hace que la tierra se esté convirtiendo en un bien escaso. Los especuladores se aprovechan, además, de circunstancias adversas, como los millones de desplazados internos que han abandonado sus tierras a causa de conflictos armados, y de esta forma se apropian de extensiones de terreno que han quedado vacantes. Los más afectados son los pequeños campesinos que viven de la agricultura de subsistencia. A muchos se les intenta atraer a las ciudades, prometiendo puestos de trabajo en industrias creadas con capital extranjero. Al final, muchos terminan quedándose sin sus tierras y sin el puesto de trabajo que les ha durado unos pocos meses o años y que les ha dado salarios irrisorios.
Entre los especuladores ávidos de tierras figuran nombres conocidos en el mercado internacional de alimentos como Goldman Sachs, Morgan Stanley, Black Rock y Louis Dreyfus. Y están recibiendo ayudas de organismos como el Banco Mundial, la Corporación Financiera Internacional y el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo. En muchos casos estas organizaciones presionan a los países africanos elegidos para que cambien su legislación y hagan posible que inversores extranjeros accedan a la propiedad de la tierra.
La debilidad de África, que la hace particularmente vulnerable a este nuevo colonialismo, es el hecho de que la tierra suele ser comunitaria y que la transmisión de su propiedad de padres a hijos ha tenido lugar sin documentos escritos, por tradición oral. De esta forma, hoy la gente no tiene seguridad jurídica, y cuando llegan estas ocasiones de abusos en países poco democráticos, la gente pierde sus tierras y no tiene mecanismos para reclamarlas.
La Iglesia africana, que se prepara para celebrar su segundo sínodo en Roma en octubre, y que versará sobre justicia y paz, apenas está reaccionando ante este grave problema. Los obispos y organismos eclesiales africanos, en diócesis, conferencias episcopales y agrupaciones regionales, deberían despertar antes de que sea demasiado tarde y usar su nada despreciable influencia social para evitar que en África se cree una masa enorme de campesinos desposeídos de sus medios de producción que terminen malviviendo en arrabales miserables de cualquier ciudad. No vendría mal que los obispos africanos aprendieran de la experiencia de sus colegas latinoamericanos, que en países como Brasil o Bolivia organizaron comisiones de defensa de la tierra con gran éxito. La misma comisión pontificia de Justicia y Paz tiene sólidos documentos doctrinales sobre el tema de la tierra que deberían guiar pautas pastorales para afrontar este problema.
*Publicado en «A fondo» información alternativa África Central. Nº 1 – 2009
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