La frase de Joan Manuel Serrat uno sólo es lo que es y anda siempre con lo puesto nos ayuda a entender a algunos gobiernos latinoamericanos que, más allá de autodefinirse como populares y progresistas, conviven con sectores políticos, empresariales y sindicales que lejos están de querer el bienestar popular.
Así, por ejemplo, muchos de los integrantes del gobierno argentino que hoy levantan las banderas del “progresismo” (décadas atrás) formaron parte de partidos liberales que propiciaron el saqueo de las empresas estatales en manos de multinacionales; ingresaron en la política en la década de los noventa del siglo pasado defendiendo políticas neoliberales; tienen vínculos con empresarios que, en beneficio foráneo, destruyen el medio ambiente; y se relacionan con dirigentes sindicales acusados de haber sido delatores de luchadores sociales en la última dictadura militar.
Esta actitud ideológicamente “camaleónica” conduce al gobierno argentino a realizar diversas afirmaciones inverosímiles entre las cuales, por ejemplo, está aquella según la cual una persona, para no ser considerada pobre, tiene que ganar más de 198 pesos mensuales (que equivaldrían aproximadamente a 48 dólares). Cualquier argentino sabe que esta cantidad no alcanza para cubrir las necesidades básicas mensuales de ningún mortal.
En base a estos “irreales” cálculos, el gobierno argentino recientemente afirmó que, del total de la población de su país, el 2’4% vive en la indigencia y el 8’3% en la pobreza. Por supuesto que estas estadísticas fueron criticadas por sectores cercanos al gobierno argentino, quienes afirman que los índices de pobreza e indigencia se ubican en el 20’9% y 4’8% respectivamente; y por todo el arco opositor, desde donde se sostiene que la “verdadera” pobreza e indigencia con creces triplica a la publicada oficialmente.
En relación a esta cuestión, diferentes sectores cristianos sostienen que el gobierno argentino continúa fracasando a la hora de erradicar la pobreza estructural en la que viven millones de argentinos y argentinas, ya que aún sigue habiendo chicos/as en situación de calle, miles de familias deambulando con sus carritos buscando entre la basura algo con que subsistir y que, en el “mejor de los casos”, cobran planes asistenciales que no les alcanzan para vivir dignamente.
A pesar de las cuestiones anteriormente expuestas el gobierno argentino es seguido por millones de hombres y mujeres lo cual, entre otras tantas posibilidades, podría comprenderse si se piensa en la gran cantidad de planes sociales que pusieron en marcha quienes hoy dirigen los destinos de la Argentina. Dichos planes, si bien constituyen un paliativo para mitigar el hambre, dejan a las personas en la situación de pobreza en la que viven y así se genera un “círculo vicioso” en el cual los gobernantes se mantienen en el poder “gracias” a que los pobres lo siguen siendo y continúan dependiendo de las migajas que les dan.
Por último, cabe destacar que, si bien es indudable que los gobiernos, por más que se denominen “progresistas y populares”, son lo que son y andan siempre con lo puesto, también resulta innegable que en política estas cuestiones serán remediables cuando los políticos quieran llegar al poder no para mantenerse en él a costa de la miseria y dependencia popular sino para erradicar la pobreza estructural en la que viven millones de sus compatriotas. También cuando, sin criminalizar la protesta social, generen trabajo genuino que dignifique a las personas y realicen una equitativa distribución de la riqueza.
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