Si analizamos las necesidades de este mundo globalizado nos topamos con una realidad cruda y generalizada al comprobar la situación de exclusión y marginalidad hacia las personas con discapacidad en la mayoría de los países. Se trata de la mayor minoría del mundo con demasiadas precariedades.
Alrededor de 650 millones de personas viven con alguna discapacidad física, mental o sensorial, es decir, el diez por ciento de la población mundial, una de cada diez personas. De esta cifra, el 80% de las personas con discapacidad vive en países en desarrollo y su gran mayoría se encuentra en condiciones de pobreza.
Esta cifra está aumentando debido al crecimiento de la población, los avances de la medicina y el proceso de envejecimiento, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). El Banco Mundial estima que el 20% de las personas más pobres del mundo tienen discapacidades y tienden a ser consideradas dentro de sus propias comunidades como las que tienen una situación más desventajosa.
Según UNICEF, el 30% de los y las jóvenes de la calle tienen discapacidad. La mortalidad correspondiente a niños y niñas con discapacidad puede alcanzar hasta un 80% en los países en los que la mortalidad de menores de cinco años en su totalidad ha disminuido por debajo del 20%, según el Departamento de Desarrollo Internacional del Reino Unido, añadiendo que en algunos casos parecería que se está “eliminando” a esos niños y niñas.
Los estudios comparativos sobre la legislación en materia de discapacidad indican que sólo 45 países cuentan con leyes contra la discriminación y otro tipo de leyes específicas a ese respecto.
Respecto a las tasas educativas, concluye la UNESCO que el 90% de los niños y niñas con discapacidad no asiste a la escuela. La tasa mundial de alfabetización de personas adultas con discapacidad llega solamente al 3%, y al 1% en el caso de las mujeres con discapacidad, según un estudio del PNUD de 1998.
Se estima que unos 386 millones de las personas en edad de trabajar son discapacitadas, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). El desempleo alcanza hasta un 80% en algunos países. A menudo, los empresarios suponen que las personas con discapacidad no pueden trabajar.
Pongamos un ejemplo con la población de la India, donde las personas con discapacidad constituyen un 5% o 6% significativo y sus necesidades de empleo siguen sin atenderse, según un estudio del Centro Nacional de Promoción del Empleo para las Personas con discapacidad, pese a la Ley relativa a este colectivo, que les reserva el 3% de los empleos gubernamentales. De cerca de 70 millones de personas con discapacidad en la India, solo alrededor de 100.000 han logrado obtener empleo en la industria.
Al contrario, en una encuesta realizada en los Estados Unidos en 2004 se descubrió que sólo el 35% de las personas con discapacidad en edad de trabajar están realmente trabajando, en comparación con el 78% de las que no sufren discapacidades. Dos tercios de las personas desempleadas con discapacidad que respondieron dijeron que les gustaría trabajar pero que no podían encontrar empleo.
En un estudio de 2003 realizado por la Universidad de Rutgers se encontró que las personas con discapacidad física y mental están enormemente subrepresentadas en el lugar de trabajo en los Estados Unidos. La tercera parte de los patrones encuestados dijo que las personas con discapacidad no podían cumplir eficazmente las tareas requeridas. La segunda razón más común para no contratar a las personas con discapacidad era el temor al coste de las medidas y tecnologías especiales que se necesitaran. Para desmentir este argumento, otra encuesta de empresarios realizada indicó que el coste de las instalaciones necesarias era solamente de 500 dólares o menos; el 73% de contratantes informó de que las personas que empleaban no requerían demasiadas necesidades especiales.
Las empresas informaron de que los empleados y empleadas con discapacidad tenían menores índices de absentismo en el empleo, reduciendo el alto costo de cambio de personal, según un estudio realizado en los Estados Unidos en 2002. Otras encuestas estadounidenses revelaron que después de un año de empleo, la tasa de permanencia de personas con discapacidad es del 85%.
Miles de personas con discapacidad han tenido éxito como dueños de pequeñas empresas, según el Departamento de Trabajo de los Estados Unidos. El censo nacional de 1990 reveló que las personas con discapacidad tienen una tasa más alta de empleo por cuenta propia y de experiencia en pequeñas empresas (12.2%) que las personas sin discapacidad (7.8%).
Si analizamos las causas por las que aparece la discapacidad, en muchos casos es a causa de la violencia. Por cada niño o niña que muere en zonas de guerra, tres resultan heridos y con discapacidad permanentemente. Según la OMS, en algunos países hasta una cuarta parte de las discapacidades son resultado de heridas y violencia.
Según un estudio británico de 2004, las personas con discapacidad tienen más probabilidades de ser víctimas de la violencia o la violación y menos probabilidades de obtener la intervención de la policía, protección jurídica o cuidados preventivos.
Las investigaciones indican que la violencia contra los niños y niñas con discapacidad ocurre a tasas anuales por lo menos 1.7 veces mayores que en el caso de los otros niños no discapacitados.
Y después de desglosar y analizar el listado de cifras y situaciones vergonzantes es necesario destacar el escenario en nuestro país, cuyo amplio reconocimiento positivo nos alegra enormemente por el bienestar de nuestros compatriotas con discapacidad. Este liderazgo no nos debe nublar esta cruda realidad mundial, para identificarnos con estas personas que sufren doblemente: por un lado por los contextos complejos de sus países y, además, por superar su discapacidad, que se sitúa en sus vidas como una losa inexpugnable.
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