En todo el mundo, las poblaciones indígenas están viviendo en primera persona los efectos del cambio climático. Son quienes menos han contribuido a la rápida alteración del clima causada en las últimas décadas por las emisiones de gases de efecto invernadero, pero su vida apegada a la tierra, en estrecha relación con la naturaleza, les hace percibir con claridad los cambios que se están produciendo.
La sabiduría que proporciona vivir con los pies en la tierra
En nuestras sociedades, la crisis económica parece haber trasladado los problemas ambientales a un segundo plano. Sin embargo, los efectos del cambio climático se intensifican a un ritmo cada vez mayor. Las comunidades indígenas lo expresan con claridad:
“Las lluvias llegan tarde. El mundo está enfermo. Los pulmones del cielo están contaminados. Sabemos qué está ocurriendo”, Davi Kopenawa, yanomami, Brasil.
“La nieve se derrite más pronto y veloz que antes. Los cambios no son buenos para los renos y lo que no es bueno para los renos no es bueno para nosotros”, Jakov Japtik, nenet, Ártico ruso.
Las voces de distintas comunidades indígenas expresan el mismo mensaje y con igual contundencia, porque sus vidas se están viendo profundamente afectadas. En la Amazonía brasileña el yanomami y otros muchos pueblos indígenas se han tenido que enfrentar a graves sequías. La población inuit del ártico, cuya vida palpita al ritmo de los hielos que ahora se derriten de forma inusual, ve cómo la caza y la pesca se han vuelto más difíciles, incluso los viajes entre comunidades son peligrosos porque el hielo se rompe ahora con facilidad y su vida en conjunto se ha vuelto más precaria.
Los pastores de renos saami de Finlandia, Noruega, Rusia y Suecia dicen que sus manadas están disminuyendo porque a los renos les cuesta más encontrar comida. Además, el hielo es cada vez más fino, lo que dificulta el desplazamiento de los pastores con sus renos. A veces no pueden seguir su camino porque el hielo sobre un río que debían cruzar no es suficientemente grueso.
En Canadá, el aumento de las temperaturas ha causado la infestación más grande de insectos en la historia de América del Norte, lo que ha destruido millones de hectáreas de pinos de los que dependen pueblos indígenas como el tl’azt’en.
Al igual que la vida de los pueblos indígenas, se están viendo rápidamente alterados el clima y el equilibrio de los ecosistemas de un extremo a otro del planeta.
Soluciones que no lo son
Frenar el cambio climático requiere medidas audaces y urgentes para poner en marcha una revolución energética que libere a nuestras sociedades de la dependencia de las energías fósiles. Pero en este camino se están abriendo paso algunas pretendidas soluciones que ocasionan una mayor destrucción ambiental. Survival Internacional ha recogido en un informe algunos ejemplos esclarecedores.
Se calcula que 60 millones de indígenas de todo el mundo corren el riesgo de perder sus tierras y sus medios de vida por la expansión de cultivos como la caña de azúcar o la palma de aceite para producir biocombustibles de forma masiva. Una de las principales víctimas de la locura de los biocombustibles es el pueblo indígena guaraní de Brasil, país en el que se está expandiendo el cultivo de caña de azúcar para convertirla en etanol. Muchos guaraníes viven ahora acampados al lado de carreteras o en minúsculas parcelas de tierra rodeadas de plantaciones. Decenas de niños y niñas han muerto de hambre, mientras el cultivo de caña de azúcar ocupa las tierras, contamina los ríos y mata a los peces.
La construcción de presas de gran tamaño para la generación de electricidad es otra de las amenazas para algunos ecosistemas y para las poblaciones que los habitan. En la isla de Borneo, la construcción de la represa Bakun desplazó de sus tierras a 10.000 indígenas, entre ellos muchos penan, que viven de la caza-recolección de manera seminómada. Ahora la población penan que ha sido realojada no puede cazar ni recolectar y tiene grandes dificultades para obtener su sustento en pequeñas parcelas de tierra, algunas de ellas con ciénagas y escombros. Deling, uno de los penan desplazados de su tierra, lo explicaba así al equipo de investigación de Survival: “En nuestros antiguos hogares era fácil encontrar comida, pero vivir aquí es muy doloroso. Solíamos comer tres veces al día, pero aquí es muy difícil, sólo comemos una vez al día”. Los planes del gobierno de Malasia de seguir construyendo grandes presas amenazan con inundar nuevas tierras de comunidades indígenas, que temen que los bosques y los recursos que sustentan sus vidas sean tragados por las aguas.
En otras ocasiones la amenaza está en los planes del mercado de carbono que otorgarían un importante valor monetario a los bosques, lo que podría desencadenar la apropiación por parte de poderes económicos de tierras ancestrales de los pueblos indígenas. Según Survival Internacional, una gran parte de los bosques del mundo susceptibles de ser incluidos en estos planes son territorios tradicionales indígenas.
Derechos de los pueblos indígenas
Los pueblos indígenas tienen derecho a ser consultados ante cualquier proyecto que les afecte. La Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos Indígenas reconoce, entre otros, el derecho a la propiedad de su tierra y su derecho a dar o no su consentimiento a los proyectos que se pretenda poner en marcha en sus territorios. Además, los pueblos indígenas pueden aportar un valiosísimo conocimiento del medio ambiente y de los ecosistemas en los que han vivido de forma sostenible desde tiempos ancestrales.
Más información en La verdad más incómoda de todas. El cambio climático y los pueblos indígenas. Survival Internacional. www.survival.es
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Indígenas y cambio climático: víctimas por partida doble
¡Cuanta verdad en sus palabras!
Estos efectos indirectos vienen a sumarse a todos aquellos que de manera directa la sociedad ejerce, de manera consciente o no, para despojarlos de sus pocos bienes colectivos, materiales y cognitivos.
Penosamente segregamos a personas a quienes les está tocando ser custodios del capital natural que generosamente comparten con toda la humanidad (y que procuramos patentar y privatizar), que les obviamos su papel de creadores y guardianes de los beneficios de tal biodiversidad, y que además, cuando los vemos, desviamos la mirada.
Creo que son víctimas por partida doble, triple y las que se acumulen.
Alfredo