“Si luchas por lo que crees, aunque fracases, habrás vencido” (Mao Zedong)
África: el continente desconocido, el continente que tiene mucho que ofrecer y también mucho que ocultar o, al menos, eso parece ante la falta de información que se encuentra en los medios de comunicación sobre lo que sucede en cada una de las 54 naciones que lo conforman.
En el corazón de África, latiendo cada vez con más fuerza y tratando de gritarle al mundo qué ocurre en sus más de 2.300.000 kilómetros cuadrados, se encuentra la República Democrática del Congo (RDC), antiguamente conocida como Zaire, un país que, según el padre Justo Lacunza, tiene sus momentos trágicos dentro de la historia.
En la mayoría de países de África siempre “se ha desarrollado un tira y afloja entre quien manda”, decía el sacerdote Lacunza durante una entrevista, más bien una charla informal sobre las experiencias que ha vivido viajando alrededor del mundo y visitando algunos de los países más conflictivos del planeta. En ningún momento pudo hacer referencia a una única problemática, Congo no es como otros países en donde la base del conflicto es puramente económica o política o religiosa. El caso de RDC es mucho más particular, no se trata de una cuestión multiconfesional como en el caso de Siria o de un tema centrado en el control territorial como la disputa que lidian India y Pakistán por Cachemira. No, en el antiguo Zaire la situación va mucho más allá y, por desgracia, de acuerdo con Lacunza, no existe solución. Su sistema es el que es y hay que asumir que es una sociedad que se mueve a través del chantaje y de que quienes son fuertes doblegan a quienes son débiles. Es duro, pero cierto, aseguró el sacerdote.
“La falta de infraestructura territorial es uno de los grandes fallos” que tiene un país como RDC, lamentó Lacunza, quien también quiso recordar que, en concreto, en el centro de África, “no hay voluntad política”. Sí, puede ser que no en muchos países exista, pero en Congo se visualiza de una manera mucho más directa.
Los conflictos entre grupos étnicos, con países limítrofes como Uganda, Ruanda, Burundi o Angola por recursos naturales o económicos e, incluso, debido a la presencia de las fuerzas de Naciones Unidas, son algunos de los motivos que el padre Justo puso encima de la mesa aunque, si se me permite, creo que no son los únicos.
Feminicidio
El pasado mayo, la activista y periodista congoleña Caddy Adzuba visitó varias ciudades de España -entre ellas, Madrid- y ofreció conferencias en las que puso de manifiesto una de las realidades que se viven en RDC: el feminicidio.
Algunos medios se refirieron muy inteligentemente a Caddy como “una de esas voces incómodas”, porque se dedica a transmitir aquello que mucha gente quiere silenciar y se esfuerza por combatir una lacra que acompaña a Congo desde 1996: los asesinatos, los secuestros, los desplazamientos forzosos de miles de familias, los saqueos y, sobre todo, las violaciones de mujeres, las cuales son utilizadas como “un arma de guerra”. Ellas son el motor que mueve la sociedad congoleña y, tras ser no solo violadas sino también mutiladas, las destruyen a ellas y a sus familias. El ciclo se rompe y la población se pierde, no encuentra su guía.
“El conflicto tiene orígenes y causas, no solo congoleñas o africanas, también internacionales y económicas”, declaró la periodista, quien fue amenaza de muerte por primera vez en el año 2009. “No soy una inconsciente, ni una heroína», recalcó, aunque muchas personas discrepan de sus palabras.
La activista, que ha recibido varios premios, entre ellos el Premio de Periodismo Julio Anguita Parrado en 2009, enfatizó la importancia de “romper el silencio” que guardan las mujeres congoleñas debido al rechazo social y a la común situación de ser estigmatizadas. Además de ser víctimas de una violación, las mujeres tienen que luchar para mantener un hueco dentro de la sociedad.
Desde la guerra en RDC (década de los noventa) ha habido más de cinco millones de muertes, pero “nadie sabe qué pasa” en el Congo, lamentó Adzuba. Ciertamente, parece que el cerrojo se ha colocado en ciertos países. El antiguo Zaire se caracteriza por ser uno de los países más peligrosos del mundo, cierto, los continuos abusos a los Derechos Humanos o las astronómicas cifras de muertes lo confirman pero, ¿por qué tanto silencio?, ¿por qué la información no llega a las pantallas o a las páginas de papel? Hay quien dice que quien busca siempre encuentra y, sin embargo, ¿por qué no interesa tirar del hilo en ciertos casos?
La ONG Human Rights Watch (HRW) acusó el pasado mes de marzo al Ejército del Congo y al Movimiento 23 de Marzo (M23) de cometer decenas de abusos y crímenes de guerra durante la ocupación de la ciudad de Goma, capital de la provincia de Kivu del Norte (este del país), llevada a cabo a finales del año pasado por parte de los rebeldes.
En concreto, según la organización citada por la agencia Europa Press, recopiló datos que vinculan al M23 con «al menos 24 ejecuciones sumarias» ocurridas entre el 19 de noviembre y el 2 de diciembre en Goma y sus alrededores. Solo tres de estas 24 víctimas no eran civiles, lo que da cuenta de la persecución a la que se sometió a la población local y, en especial, a las mujeres. En el mismo período se produjeron al menos 36 violaciones de mujeres y niñas, entre las que se incluía una menor de tan solo diez años que terminó falleciendo.
La experta en temas internacionales Jessica Keralis escribió en el número 36 de la revista Migraciones Forzadas un artículo muy descriptivo sobre la situación en Congo: Más allá del silencio: violencia sexual en el este de la RDC. Keralis relata cómo el ginecólogo Denis Mukwege, conocido como el “ángel de Bukavu”, que trabaja en la provincia de Kivu del Sur (este) subraya que lo necesario en el país es que exista “una respuesta política” contra la violencia. Asimismo, destacó que “aunque él puede tratarlas y reconstruirlas quirúrgicamente, no existe ninguna garantía de que no vuelvan a ser violadas”. Es necesario, “ahora más que nunca”, un enfoque “multidimensional” para combatir la violencia sexual en la RDC, afirmó Mukwege. Palabras que deberían ser tenidas en cuenta, de la misma manera que las de todas aquellas personas que o bien han vivido la situación o bien han visitado un país que está vestido de negro y que parece no saldrá a flote si el interés está solo en las manos de unas pocas personas y si no se aúnan esfuerzos para conseguirlo.
Cada país africano guarda secretos y despierta fascinación y curiosidad al mismo tiempo. Cada uno de ellos cuenta con sus peculiaridades y, para saber algo más allá, hay que indagar, leer mucho, saber a quién preguntar y, sobre todo, tener claro qué preguntar.
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