Con qué emoción llegué hace unos días al Museo Nacional del Prado, pues acababan de inaugurar una exposición de pintura para personas ciegas con un sugerente título: “Hoy toca el Prado”. Este museo pone en marcha su primera iniciativa accesible a personas con discapacidad visual a través de la innovación y la tecnología, gracias a las cuales seis obras, representativas de los diferentes géneros expuestos en el museo, pueden ser tocadas.
A través de la técnica “Didú” de los Estudios Durero, se emplean distintas texturas en las partes claves del cuadro para poder ser bien diferenciadas al tacto. Este proyecto permite apreciar la realidad de la pintura representada, para recrearla mentalmente en su conjunto y lograr una percepción emocional de la obra.
Aparte de las imágenes tridimensionales, la muestra cuenta con material didáctico adicional como textos en braille, audioguías y gafas opacas de cartón para facilitar la experiencia de las personas que ven y acompañan a alguien o quieren probar esta experiencia táctil.
En mi caso, tenía especial interés en tocar, después de 30 años sin ver, el famoso cuadro de Leonardo Da Vinci La Gioconda, para comprobar si ciertamente todo lo que transmite este cuadro visualmente con esa mirada que te sigue y esa boca sugerente, apreciado por mí antes de quedarme ciego y difuminada esa imagen con el tiempo, se podía trasladar al tacto. La réplica con la adaptación táctil es portentosa pero tengo que reconocer la ausencia de esas sensaciones que esperaba cuando tocaba la cara a la Mona Lisa, hasta el punto de que me dieron ganas de gritarle: “¡Dime algo!, ¡conecta conmigo!”.
Y es que el arte es muy particular y percibido de manera muy distinta por cada persona. Prueba de ello fue la sorpresa, en este caso positiva, al tocar otras dos muestras en la exposición. Una era El caballero de la mano en el pecho, de El Greco y aquí sí: la transmisión de emociones fue diferente pues los ojos, la barba y la mano en el centro bien visible y táctil, me permitió disfrutar mucho de este cuadro que recordaba también visualmente. Cuando me dirigí a él para tantearlo sin muchas expectativas fue una sorpresa.
Pero, sin duda, el que más me gustó y con el que más disfruté fue con La Fragua de Vulcano, de Velázquez. La maravilla de adaptación realizada táctilmente, me trasladaba a ese lugar y al calor del mismo tanto por el trabajo que estaban realizando con el hierro fundiéndose como por la historia que cuenta esta gran obra. Apreciando de maravilla a los protagonistas de la escena, por un lado al dios Apolo junto a Vulcano, al que se le pueden apreciar hasta los pelitos en el pecho; por otro, los ayudantes de la fragua, quienes, con sus músculos y partes del cuerpo al descubierto muy bien delimitadas, me hacían interiorizar el cuadro hasta muy adentro como si yo fuera uno de ellos.
La exposición cuenta con tres obras más, también de suma importancia. Con cada una tuve distintas sensaciones. Una de temática religiosa que, al ser la primera que tocaba, me dejó con ganas de continuar. Las otras dos, al tocarlas al final, estaba ya un poco cansado y encima, en mi opinión, eran más complejas de apreciar al tacto. Una era un bodegón con numerosas figuras y la otra, El quitasol de Goya, que creo que también tenía una percepción táctil más complicada. Al ir con una guía especializada en personas ciegas, fue todo mucho más sencillo pero tengo que volver a repetir para ir un día solo y realizar el mismo recorrido con la audioguía a ver qué pasa, aunque en esa ocasión haré el recorrido al revés, a ver si cambia la percepción de las obras.
Pues ya lo sabéis, hasta el 28 de junio podéis ir a verla -o tocarla, según los casos- pero es preciso destacar el esfuerzo que han realizado desde el propio museo y sus patrocinadores para alcanzar de nuevo el milagro de acercarnos una temática complicada de adaptar pero con la que, gracias a esta nueva técnica, se ha conseguido un gran salto de gigante para que podamos percibir muy bien el arte. La cuestión es no quedarse aquí sino continuar avanzando y ampliando estos proyectos. Eso sí, si les puede valer a los responsables de esta iniciativa, por mi parte, les doy las gracias a los que han trabajado en ello, pues todo lo que me trasmitió la exposición y lo que disfruté en ese rato… ¡claro que merece la pena!
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