Como dice el refrán que “A nadie le amarga un dulce”, me van a permitir invitarles a unas ricas galletas ecológicas de nata. Provienen de Cumbrados, en Monterroso, provincia de Lugo, de las terras galegas, que dirían los lugareños y lugareñas y quienes tenemos aprecio a aquella gente y esos parajes.
Marta Álvarez dejó hace muchos años sus estudios de empresariales para dedicarse a la ganadería, poniendo en marcha una forma creativa de llevar una granja. Pintó los establos de color, organizó un sistema de limpieza eficaz y puso música a sus vacas. De esta manera, están más relajadas, producen más leche y de mejor calidad. Así nació la granxa Maruxa.
Como las grandes cadenas de producción se dedican, en general, a aprovecharse de los pequeños -algo que ha estado ocurriendo a lo largo de la historia- a Marta y su socia, Mercedes Guerreiro, no les quedó otra que ser creativas y reinventarse. Recurrieron a una receta tradicional y de ahí surgieron las “Maruxas de nata”.
Con toda esta presentación, pensarán que recibo algún tipo de beneficio o pago en especie por la promoción. En cierto modo sí y en otro me gustaría, pues las galletas deben estar riquísimas. Me alimenta la reflexión a la que me ha llevado leer esta noticia: la armonía lleva a la armonía. O, dicho de otra manera, si se crean entornos agradables, quienes vivimos en ellos estaremos con mejor humor, salud y carácter, más algún otro beneficio. Ello nos debería llevar a cuestionarnos sobre los espacios en donde habitamos. Tendemos a encender la televisión para que nos bombardeen con múltiples mensajes durante largo tiempo; vivimos en ciudades ruidosas; nuestras bolsas de plástico crujen; algunos tacones se clavan en los oídos; y así podríamos nombrar muchos otros ejemplos de contaminación acústica. Respecto al espacio, nos venden casas pequeñas y muebles pequeños. Ellos dicen que son funcionales y prácticos, yo digo que nos están acostumbrando a vivir mal. Lo peor de ello es que nos habituamos a estas situaciones, creando entornos perjudiciales que para nada favorecen la salud ni el bienestar, bien entendidos. Son confortables pero no nos llevan a la paz y a la armonía.
Después de imaginarme la granja Maruxa y, retomando algunas historias bíblicas, me pregunto cómo se las apañó Noé para que tantos animales, en un espacio tan pequeño, pasaran tantos días sin demasiados jaleos. Salvado lo que la historia tiene de verídico o no, tal vez se nos quieren contar de trasfondo algunas nociones básicas de convivencia y cuidado de los espacios para que estos sean habitables, tanto para los animales como para las personas.
A la granja Maruxa le han dado dos veces el premio nacional a la mujer rural emprendedora, muestra de que, para innovar y ser proféticos, no se puede ser conformista y dejarse llevar por el diluvio de las modas y diseños.
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