El pertinaz argumento de los puestos de trabajo

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Con la excusa de mantener un sistema de trabajo precario, se fomenta el aumento del consumo. He aquí un argumento que más pronto que tarde acaba planteándose cuando hablamos de practicar estilos de vida alternativos: “Si todos nos cortamos el pelo unos a otros, los peluqueros se quedarán sin trabajo. Si todos compramos productos de segunda mano, los que fabrican y venden productos nuevos perderán sus empleos. Si gastamos menos, la economía se contraerá y aún más gente irá al paro. En definitiva, si moderamos nuestros hábitos de consumo, se destruirán puestos de trabajo”.

Razonamientos así tienen una parte de razón (y otra de corazón, pues indica que nos importan las personas). El argumento es cierto, pero en algún lugar del planteamiento puede percibirse una cierta trampa. Si todos y todas comiéramos en casa todos los días, quienes trabajan en los restaurantes se quedarían sin trabajo. Si nos desplazamos en transporte público, los taxistas se quedarán sin trabajo. Si dejamos de ver telebasura esas emisoras acabarán despidiendo a sus empleados y empleadas… ¿Cuál es la solución, entonces, comer siempre en restaurantes, preferir el taxi al autobús y ver telebasura?

No. Algo nos dice que aquí hay un error de planteamiento. La solución no puede estar en seguir produciendo y consumiendo cada vez más (y dañando la Creación de esta manera tan preocupante). ¿Para qué consumimos en primer lugar, para satisfacer moderadamente nuestras necesidades humanas o para crear puestos de trabajo? ¿No es verdad que lo primero? Pero, incluso consumiendo de una forma moderada, nuestro consumo tiene repercusiones. Es entonces cuando nos debemos preguntar a quién queremos favorecer y a quién no con nuestro consumo. Si queremos que nuestro consumo contribuya a crear y mantener puestos de trabajo decentes, deberíamos comprar deliberadamente aquellos productos y servicios en cuya elaboración hayan participado más personas de forma digna. Por ejemplo, la producción ecológica de alimentos supone más trabajo humano por unidad obtenida que la producción industrial (y normalmente un trabajo en mejores condiciones laborales).

Si consumimos de otra manera, se destruirán puestos de trabajo… ¡y se crearán otros! Las energías renovables, el reciclado de residuos, la agricultura ecológica, las empresas de inserción social… todo eso está creando empleo. Y, normalmente, empleos de mejor calidad que los ofrecidos por la producción industrial. Cambiando cualitativamente nuestra manera de consumir, estamos contribuyendo a que el mercado de trabajo se vaya ajustando hacia otros sectores, otros protagonistas, otras condiciones laborales y otras repercusiones medioambientales.

No solo cualitativamente. Un consumo moderado significa menor producción y, por tanto, menor necesidad de trabajo, que habrá que repartir solidariamente. Si no necesitamos consumir tanto, no necesitamos producir tanto y no necesitamos trabajar tanto. Entonces, eso sí, habrá que favorecer el reparto del trabajo para que todo el que quiera pueda trabajar. ¿Por qué los políticos y los sindicatos no quieren hablar de esto?

Consumamos con sobriedad y sensatez, dejemos que el mercado laboral se ajuste –cuantitativa y cualitativamente– a esa demanda razonable y pidamos a nuestros gobernantes que hagan leyes que favorezcan esa transición y que, mientras tanto, ayuden (y nosotros también) a quienes sufran sus consecuencias. En definitiva: consumamos responsablemente, seamos una ciudadanía políticamente activa y seres humanos compasivos y solidarios. Casi nada.

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