
Sirva esta mala parodia de Machado para despedir la edición de papel de amigos tan queridos. Porque lo primero que quiero destacar es esa senda que yo llamaría integradora y nunca unilateral. Estamos viviendo una época que puede caracterizarse con otra parodia (bien negra esta vez) de otro viejo apotegma de D. Antonio: “¿tu verdad? No: mi verdad. La tuya guárdatela”. He dicho otra vez que las medias verdades son las más dañinas mentiras: porque son intrínsecamente excluyentes. Sin perder su identidad, creo que Alandar ha procurado oír a todos, recoger parcelas de verdad que podía haber en otros campos, y ser en esta actitud formal tan cristiano como en sus contenidos materiales. Gracias: porque la serenidad convence más que la “Voxiferación”…
Por edad comprenderéis que soy de la cultura del papel más que de la red. Pero debo reconocer que, dada la velocidad con que transcurren hoy las cosas, el mundo digital tiene sobre la red la gran ventaja de la velocidad y la puntualidad: el papel casi siempre llega tarde. Cuando recibí la oferta de redactar esta nota, andaba pensando en una carta al cardenal Müller sobre sus declaraciones contra Francisco en la cuestión homosexual. El hábito me suscita enseguida la pregunta: ¿la mandaré a El Ciervo?, ¿a Iglesia Viva? E inmediatamente la réplica: “no, mejor al blog porque si no, cuando salga ya será otro el contexto”. De modo que, hermanos de Alandar: a ver si entre todos vamos dando con una forma de trabajar que sepa dejar para el papel las reflexiones más largas y conclusivas y para las redes las reacciones más inmediatas y parciales. Algo así como la Iglesia primera procuraba hablar en concilio solo cuando una cuestión ya había sido largamente debatida.
Vivimos una época en que hay exceso de todo: de informaciones, de iniciativas para firmar, de lugares que visitar.
Finalmente creo que habría que pensar en algo nuevo que yo ya no sabré expresar: hay multitud de entidades, publicaciones y centros cristianos que trabajan cada cual por su cuenta; se conocen, se respetan, pero son como islas dispersas en el mar del mundo actual. ¿No habríamos de encontrar la forma de unificarlas en un continente? Vivimos una época en que hay exceso de todo: de informaciones, de iniciativas para firmar, de lugares que visitar… Al final uno no puede asomarse a tantas ventanas, y acabamos casi más desinformados que antes. Cuando me llegó el correo de Xavi, acababa de leer un artículo del último Le Monde Diplomatique sobre la ONU (crítico, lógicamente) y pensé si no haría falta crear una especie de OCU (Organizaciones Cristianas Unidas): como un portal donde estuviera todo lo nuestro, en un solo lugar y no en mil lugares distintos.
Pero bueno: eso queda ya para nuestros hijos o nietos. Ahora basta con parodiar la canción alemana: “gracias porque podemos daros gracias al cerrar”.