La fuerza de las gentes de a pie, de quienes no tenemos coturnos, estrados, tribunas, púlpitos, ni siquiera tacones a los que encaramarnos; quienes medimos lo que somos. Nuestra fuerza reside en hacer cuerpo, que es la solidaridad –una vez rescatada del reino de la ñoñez– en su sentido más literal. Y es una fuerza muy sólida y muy fuerte cuando pasa del corazón a la cabeza y de la cabeza a las manos, a los pies, a todos los sentidos con todos los sentidos.
¡Toma ya cuerpo místico! Tanta vuelta escolástica y era esto: tocar (en cualquier sentido violento del término, claro) a una persona es tocarnos a todas.
¡A ver si nos enteramos! ¡A ver si se enteran!
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