Esta pintada me gusta porque no es un consejo, no es una protesta, no es una reivindicación: es una constatación. Lo que pasa es que a veces el mero hecho de nombrar ya reivindica, celebra y crea.
A la mano que mueve la tinta le debió parecer que alguien se ha parado -cual muro- y nos tapa el sol y el horizonte y que no está de más recordar estas obviedades.
Me gusta también porque está en Berlín, donde algo saben de muros, de historia convulsa, de dolor y de opresión. Y de vida y de belleza.
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