Honradez y lealtad para denunciar: “Llegaron de noche”

La parroquia de San José de Las Flores, en Chalatenango, destruida en la guerra y reconstruida por el pueblo. Foto: Charo Mármol

He estado en varias ocasiones en El Salvador, ese pequeño país latinoamericano pero grande en su historia de lucha y sufrimiento, una historia de mártires.

En mi primer viaje, acompañada de periodistas, conocí a personas increíbles con las que aún hoy, después de más de 25 años, sigo manteniendo una buena relación: Marisa de Martínez y su marido Edin. Ella en aquellos momentos emprendía el sueño de los CINDES, aquellas guarderías infantiles insertas en medio del mercado de Soyapango para que las mujeres vendedoras ambulantes pudieran dejar a sus hijos en un lugar donde estuviesen atendidos y aprendiendo. Edin, fundador de Fundasal,  preocupado por la situación de las familiar más empobrecidas, trabajó para que pudieran acceder a una vivienda digna. Falleció en julio de 2017 y muchas fueron las personas que lloraron su pérdida.

En Chalatenango estuvimos con las religiosas de la Asunción, nos acogieron en su casa y nos contaron lo que había supuesto la guerra que duró 13 años y en la que se estima que unas 75.000 personas perdieron la vida, el 80% de las víctimas eran civiles. 

Las religiosas de la Asunción eran unas más entre la gente de las Flores, uno de los municipios más castigados durante la guerra. Teresa García de la Rasilla, religiosa española y con muchos años de arraigo en el país, después de la guerra contó a Carmen Sarmiento, a través de la serie de “Los excluidos”, lo que supuso para todos ellos los años de contienda y el papel que desempeñó la Iglesia.

Conocí a José Maria Tojeira, jesuita y a Jon Sobrino. Ambos nos hablaron de los mártires de la UCA. Después he tenido la ocasión de volverme a encontrar con ellos y, más estrechamente, con Sobrino, con quien escribí el libro editado por PPC “Conversaciones con Jon Sobrino a cargo de Charo Mármol”.

María Julia Hernández, activista y defensora de los derechos humanos durante la Guerra Civil y hasta su fallecimiento en 2007, nos recibió en su despacho de la diócesis de San Salvador. Trabajó al lado de Monseñor Romero y nos contó lo que estaba suponiendo la defensa de los jesuitas y las dos mujeres asesinadas en la UCA en 1989.

Todas estas personas y muchas más, anónimas, totalmente entregadas, por la fe, en la lucha contra la injusticia y la pobreza, han ocupado, ocupan desde hace años un lugar muy especial en mi corazón.

Desde hace tiempo sabía que Imanol Uribe estaba preparando una película sobre los jesuitas asesinados, me lo había comentado él personalmente. Tenía ganas de verla y ya la he visto. Me emocionó. Quizás porque conozco la historia, algunos de los lugares y a algunos de sus protagonistas. Imanol ha hecho una buena película, comprometida, como viene siendo costumbre a lo largo de su trayectoria: “El proceso de Burgos”, “Días contados”, “Bwana”, “El viaje de Carol” o “Miel de naranjas”, entre otras, en las que deja clara cuál es su postura ante el tema que toca y nunca deja indiferente al espectador.

Llegaron de noche” es el título de la película en cuestión y les animo a que la vean. La historia, el asesinato de los jesuitas y de las dos mujeres. La narra Lucía, la empleada de la UCA que vivía en Soyapango quien, por miedo a la violencia de los militares, pidió cobijo en la Universidad. Ella es la única testigo del cruel asesinato. Solo ella vio salir a los militares del recinto de la UCA.

No se trata de una película religiosa, ni sobre religiosos, es una película que habla de justicia, de compromiso, de verdad, de honradez… La honradez y la lealtad que lleva a Lucía a hablar, aunque eso le suponga el hecho de no poder volver a su casa, a su país y estar en algún rincón de California por miedo, aún hoy, a las posibles represalias.

Charo Mármol
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