El pasado noviembre acudí con ilusión a Madrid a la convocatoria del 75 aniversario de la Juventud Estudiante Católica (JEC). Los preparativos habían sido un torrente incontenible de fotos y recuerdos, reencuentros y documentos. En estos años he mantenido relaciones con una docena de consiliarios y militantes, pero de la mayoría hacía más de tres décadas que no sabía nada

Fue un día intenso de besos y abrazos. No fue fácil identificar nuestro físico actual con el juvenil, impreso en nuestros recuerdos, pero lo conseguimos. Los testimonios y las reflexiones me hicieron revivir lo mucho que la JEC había significado en nuestras vidas.
En mi caso, me inicié en la JEC a propuesta del cura de la parroquia de Rekalde, barrio obrero de Bilbao, donde vivíamos cuatro universitarios en un piso en plan de comunidad cristiana. Mis compañeros, algo mayores, entraron en la HOAC, yo en la JEC. Mi formación cristiana hasta los 19 años, en la parroquia encartada de Zalla, el grupo eskaut de Aranguren y el colegio diocesano (Derio), habían forjado en mí un cristianismo humanista, personalista. Mi posterior elección de la carrera de Psicología tenía que ver, precisamente, con una motivación de ayuda a los demás, de carácter interpersonal, con el cultivo de actitudes personales como la responsabilidad, el trabajo en equipo, el servicio a los demás, la honradez, la generosidad… A partir de esta base y a través de la JEC, hice cinco descubrimientos que configuran hasta hoy mi modo de ser cristiano.
A través de la JEC, hice cinco descubrimientos que configuran hasta hoy mi modo de ser cristiano
El primero, la centralidad evangélica de los pobres. Eran los tiempos de la Teología de la liberación. Gustavo Gutiérrez era consiliario de la JEC peruana. En mi familia predominaba el nacionalismo y esta conversión me fue llevando de la preferencia de la nación y de la libertad de una cultura reprimida, a la prioridad de las víctimas de la desigualdad y la violencia. Del nacionalismo a la constelación de la izquierda y el movimiento pacifista, Gesto por la Paz, Objeción de Conciencia a la mili…
El segundo, la militancia cristiana. Algunos, en la uni, me llamaban Carlos, el militante. La dimensión socio-política había entrado a formar parte de mi proyecto personal. Hacer del mundo reino de Dios requería y requiere la intervención en sus dinamismos estructurales, esto es, en la economía, el poder, la cultura, la tecnología, la empresa, la universidad, el saber… Este proceso me fue acercando a la política institucional, concretamente, al partido Euskadiko Ezkerra de José María Bandrés. Después al PSOE, con Ramón Jáuregui, hasta hoy, donde he tenido diferentes responsabilidades públicas alternando con responsabilidades eclesiales en la diócesis de Bilbao.
Hacer del mundo reino de Dios requería y requiere la intervención en sus dinamismos estructurales, esto es, en la economía, el poder, la cultura, la tecnología, la empresa, la universidad, el saber…
El tercero, la revisión de vida y la lectura creyente de la realidad, esto es, el reconocimiento de la acción de Dios en la historia presente: donde hay amor, liberación y solidaridad, allí está Dios; como Dios sufriente, en cruz, allí donde las personas sufren enfermedad, injusticia, opresión, vulnerabilidad, allí está el Señor; y como esperanza de consumación, nacida de la resurrección de Jesús. Se fue forjando en mí una espiritualidad del seguimiento de Jesús hecha de gracia, encarnación y compromiso, a la vez que misionera, de anuncio explícito de mi ser cristiano. No en vano, la apuesta que hicimos por crear el grupo de Cristianos en el Socialismo Vasco, en la actualidad, Cristianos Socialistas en el PSOE, estaba íntimamente vinculado con la conciencia sobre la identidad cristiana del compromiso y la apuesta por la proyección pública de esta identidad, más aún en una cultura política que hace de la religión un asunto privado.
El cuarto tiene que ver con lo más específico de la JEC, lo que llamábamos la función crítica y transformadora del saber. La cultura, la ciencia, el saber pueden estar al servicio de la legitimación de un sistema injusto o pueden contribuir a su transformación. Esto me llevó a un desplazamiento de mi interés profesional desde la psicología a la sociología, a las ciencias políticas y a la teología.
La cultura, la ciencia, el saber pueden estar al servicio de la legitimación de un sistema injusto o pueden contribuir a su transformación
El quinto aprendizaje tuvo que ver con el protagonismo de los jóvenes en la organización y en la acción evangelizadora del movimiento. En la experiencia parroquial de la que venía, el protagonismo correspondía a los adultos y a los curas. En la JEC los consiliarios tenían un papel singular y capital -mi recuerdo especial para el canario ya fallecido, Pepe Alonso- pero la responsabilidad y las decisiones del movimiento las tomábamos entre los jóvenes, con asambleas interminables y con votaciones. En este ámbito, una experiencia singular era la de los “liberados” del movimiento en el Equipo Permanente en Madrid. Sin duda, esta experiencia, común en los movimientos de Acción Católica, influyó en la apuesta que la diócesis de Bilbao hizo por impulsar a los laicos liberados en tareas pastorales desde el primer Plan Diocesano de Evangelización, en 1990. En cinco años alcanzamos a ser 25 laicos liberados.
Aunque la memoria tiende a quedarse con lo bueno, quiero mencionar dos aspectos no tan positivos: el primero, el exceso de teorización. El Ver y el análisis de la realidad lo ocupaban todo, reduciendo el espacio al Juzgar y al Actuar. El segundo, la dimensión litúrgica que podría haber sido más cuidada.
Desde aquellos años, 1982-83, no he dejado de hacer Revisión de Vida y de realizar cada año mi Proyecto Personal. ¡Doy gracias a Dios por tanto que me ha dado la JEC!
- La justicia social pasa por una justicia fiscal - 29 de mayo de 2023
- Gasto militar y belicismo en España - 23 de mayo de 2023
- Mujeres adultas vulneradas en la iglesia - 18 de mayo de 2023