Para eso debería servir el magno evento que va a celebrarse en Madrid el próximo mes de agosto. Para relanzar e impulsar esa ardua tarea que representa hoy día el trabajo pastoral en medio de los jóvenes. Bien es cierto que a una jornada no se le pueden pedir muchas cosas (al fin y al cabo “jornada” es algo tan delimitado en el tiempo como el jornal que se gana en un día de trabajo); pero, por tratarse esta vez de un encuentro paradigmático de jóvenes cristianos y con jóvenes cristianos, sí que cabe esperar que en él se puedan apreciar y experimentar algunos aspectos de la pastoral juvenil, como son la evangelización, los procesos, las celebraciones y el protagonismo de los jóvenes.
El primero y principal de todos es la evangelización. De eso quiere ocuparse la pastoral juvenil, de evangelizar a los jóvenes, de anunciarles la Buena Nueva de Jesucristo (Ef 3,8) y de proclamarles el Reino que él nos ha revelado y acercado (Mt 12,28). A ello parece apuntar el lema paulino escogido para esta Jornada 2011: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” (Col 2,7). Y ojalá que ese anuncio impactante de Cristo llegue a los miles y miles de jóvenes que acudirán a Madrid en esas fechas, pues siempre será cierto, como afirmaba Puebla, que “el mejor servicio al hermano es la evangelización”. Sin perder de vista, claro está, que anunciar a Cristo -pobre él mismo y servidor de los pobres (2 Cor 8,9)- y proclamar el Reino como Buena Noticia para los pobres (Lc 7,22) sólo puede hacerse desde el testimonio personal e institucional de pobreza (y no desde el boato con el que parece que se está orquestando la visita de Benedicto XVI).
Además de eso, la pastoral juvenil tiene la firme convicción de que el primer anuncio no basta. La evangelización es un “proceso” (DGC 47-49) y requiere, por tanto, de procesos que la vayan consolidando y desarrollando. Así es como madura la fe y así es como se va reconociendo a Cristo, a través de los pasos graduales del camino de Emaús (Lc 24,13-35). En consecuencia, sería deseable que a la JMJ acudiesen jóvenes que están viviendo ya procesos de maduración en la fe o que, a partir de la experiencia de ese encuentro, se animasen a iniciar dichos procesos. De no ser así es presumible que todo llegue a quedarse en fuegos de artificio que se van apagando con el tiempo.
Quienes viven en contacto con los jóvenes saben reconocer el talante celebrativo y festivo que estos tienen. De ahí que la pastoral juvenil siempre haya querido potenciar las celebraciones como componente dinamizador de la fe cristiana vivida en comunidad. Celebraciones en las que los jóvenes suelen manifestar con gran expresividad su valoración de lo simbólico, su inventiva y creatividad, su disposición y facilidad para el lenguaje del cuerpo y de la música y, desde luego, también su participación activa (SC 30). Sabido es que la JMJ está jalonada de celebraciones. ¿De qué otra manera, si no, iban a acudir tan masivamente los jóvenes? Lo que no termina de verse claro es quién toma la iniciativa, quién idea, quién diseña y programa esas celebraciones. ¿Tienen algo que ver en todo eso los propios jóvenes? ¿Son celebraciones de jóvenes o celebraciones para jóvenes?
Y al hilo de lo anterior está también el protagonismo de los jóvenes del que siempre ha cuidado la pastoral juvenil. No sólo con palabras sino con hechos fehacientes. Decir que los jóvenes son importantes, que son el futuro y la savia nueva de la Iglesia, que tienen “derecho de patria” en ella, etc. es una cosa. Y otra bien distinta es ponerlo en práctica. Si en ciertas plataformas de pastoral de juventud se ha favorecido el protagonismo corresponsable de los jóvenes, porque se confía en ellos y se valora lo que ellos son y aportan, no ha sucedido así en otros espacios eclesiales. Y está sobradamente claro que allí donde los jóvenes no son reconocidos y no son tenidos en cuenta terminan por desaparecer. Es evidente que en la JMJ se dan cita miles y miles de jóvenes. ¿Será que vienen porque son reconocidos en su participación real, efectiva y corresponsable dentro de la Iglesia o porque otros piensan que está bien llenar de colorido juvenil esa “movida” eclesial? ¿Vendrán como protagonistas o como simples clientes?