Alternativas desde el Evangelio y la ética para un mundo en crisis

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Congreso_de_Teologia_2012_003.jpgUn año más, ¡y ya vamos por el 32!, se celebró el Congreso de Teología organizado por la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, que tuvo lugar en su habitual sede del Auditorio de Comisiones Obreras en Madrid, entre los días 6 y 9 de septiembre.

Esta vez el congreso estuvo centrado en el cristianismo, el mercado y los movimientos sociales, tema de actualidad e inquietud. Fueron días de encuentro, compartir, saludos e ilusión pero, a la vez, también de incertidumbre y esperanza ante la situación que estamos viviendo actualmente.

El encargado de la inauguración fue el economista Arcadi Oliveres, catedrático de economía de la Universidad de Barcelona y presidente de Justicia y paz. El título de su ponencia: “La dictadura de los mercados y su alternativa”, encargado de contextualizar todo el tema del congreso.

Oliveres habló de las características de esta crisis, de cómo habíamos llegado a ella y en qué se diferencia de la crisis de 1929 o 1973. Destacó que la economía mundial está “financializada” por el auge de la especulación, haciendo hincapié en la falta de ética de quienes se dedican a especular con grandes cantidades de dinero, siendo capaces de hacer caer economías de países enteros. Pero también señaló una serie de alternativas ante estas realidades tanto a nivel individual como colectivo, que van desde la persecución al fraude fiscal a la implantación de la tasa Tobin, pasando por el establecimiento de salarios máximos y horquillas salariales razonables en las empresas y la reducción de las jornadas laborales: trabajar menos para que todo el mundo pueda trabajar.

Ya el viernes el congreso continuó con comunicaciones y mesas redondas en las que participaron organizaciones como Solidarios por el desarrollo, vinculada a la Universidad Complutense y Horizontes Abiertos, dedicada a la atención de las personas marginadas. Además, se compartieron experiencias de acompañamiento con personas sin hogar, desde el voluntariado de la parroquia San Carlos Borromeo o la Red de apoyo Inter-Lavapiés. Una de sus integrantes, Pepa Torres explicó el trabajo que realizan los distintos grupos de la red, cuya finalidad resumió claramente: “lo que pretendemos es seguir compartiendo techo, pan, palabra y sentido por otro mundo posible. ¿Alguien se anima?”.
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Asimismo, la mesa redonda titulada “Los movimientos sociales ante la crisis” contó con la participación del economista y diputado de Izquierda Unida Alberto Garzón, así como de Emmanuel Rodríguez, de la editorial Traficantes de Sueños y Lourdes Lucía, presidenta de ATTAC-Madrid.

La ponencia del viernes por la tarde corrió a cargo de Alicia Puleo, profesora de filosofía de la Universidad de Valladolid, quien centró su reflexión en un análisis sobre los movimientos sociales en cuanto pensamiento y praxis para el cambio.

Cristianismo y valores éticos

La jornada del sábado estuvo dedicada a analizar el papel del cristianismo y de los valores éticos frente a la crisis desde distintas perspectivas. Así, Vicenta Font, directora del Instituto Catalán Internacional por la Paz, inició su ponencia con dos citas. Una, del Consejo Pontificio Justicia y Paz, que expresaba cómo la crisis nos convoca a todos a un discernimiento sobre los principios y valores fundamentales para la convivencia social. La otra cita a la que hizo alusión era del teólogo Raimond Panikkar sobre el diálogo interreligioso y cómo la religión confiere a la cultura y la cultura presta a la religión su lenguaje, por lo que ambas se pueden distinguir pero no separar.
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Font habló de una crisis sin resolver, a todos los niveles y a escala mundial: pobreza, hambre, muerte, desempleo, corrupción política y económica… Ante esto no hay propuestas globales por parte de la clase política, ni se va a encontrar una solución con programas y acciones políticas. “Se necesita una utopía de la esperanza y las religiones pueden ayudar a generar estas esperanzas, tenemos que saber interpelar el corazón de las personas porque los derechos sin ética no sirven y no tienen consistencia”. En este sentido, es necesario que caminemos hacia una ética mundial común promoviendo un mundo mejor y en paz.

El comportamiento de los mercados y la actitud de los movimientos sociales en América Latina y África fueron analizados desde la perspectiva de un cristianismo liberador por dos especialistas provenientes de ambos continentes. El historiador, filósofo y teólogo Enrique Dussel, catedrático de ética en la Universidad Nacional Autónoma de México, habló sobre el concepto de la modernidad y también sobre cómo la economía está apoyada en los ciclos humanos porque somos personas con necesidades: tuve hambre y me diste de comer, de vestir, de beber, trabajo… las mismas necesidades que tenía Jesús.

La satisfacción es un ciclo de la vida que se lleva a cabo cuando se come, o trabaja. Hay una necesidad de trabajar, de producir un producto y consumirlo, éste es el ciclo económico. Antiguamente, el ser humano producía lo que necesitaba, con un excedente manejado por oligarquías, es decir, una persona domina a las otras. El capitalismo es un sistema de manejo de excedentes por parte de una elite, pero el problema es que hoy día este excedente no se ve, no redunda en beneficio de la sociedad.
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Desde África llegó la aportación Romeo Gbaguidi, filósofo y mediador intercultural de Benin, quien habló de la respuesta del cristianismo a la dictadura de los mercados desde la perspectiva africana. El continente está sufriendo una crisis permanente desde hace más de medio siglo, pero dicha crisis se recrudece y azota aún más en estos momentos, quedando solo la fe y la esperanza de los creyentes. “El cristianismo plantea el compromiso social, la conciencia solidaria y defensa de los derechos pero, ¿dónde está la fraternidad y solidaridad con el pueblo africano cuando se siguen produciendo violaciones de los derechos humanos?”. Gbaguidi destacó que el egocentrismo está ganando el corazón las personas creyentes en África, “quizá hartos de tirar siempre del carro del desarrollo de sus comunidades, en estos momentos da la impresión de que la gente busca más la salvación individual que comunitaria”.

O Dios o el dinero

La conferencia final del congreso corrió a cargo de José Antonio Pagola, admirado y reconocido allá donde va con un auditorio lleno a rebosar, incluso con gente sentada en los pasillos. Su ponencia llevaba por título “No podéis servir a Dios y al dinero”. Comenzó con tres gritos proféticos de Jesús: el rechazo al capitalismo neoliberal, la llamada a la compasión y el recuerdo de que “los últimos siempre tienen que ser los primeros”.

Pagola nos recordó que en Galilea, lugar de impuestos y sinagogas, un hombre caminaba como un indigente libre, dispuesto a romper esquemas y animando a todos los hombres y mujeres indignados a actuar fuera del sistema: “de la religión del templo, de la ley del sábado”. Aquel hombre de Nazaret insultó a los ricos de su tiempo por el ansia de acumular, algo que está sucediendo hoy: la lógica del capitalismo es seguir llenando graneros irracionalmente. Ese dinero injusto que sustituye personas por cifras.
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En su ponencia, Pagola propuso medidas claras y es que no hay salida de la crisis si no somos capaces de controlar las finanzas mundiales, si no se acaba con los paraísos fiscales o se establece una tasa a las transacciones financieras.

A nivel individual, la respuesta es “una vida más pobre, más sobria, siendo responsables en el consumo, es decir: redefinir el bienestar”, recordó al auditorio. “No hace falta que venga Merkel a recortar” nos dice, apelando a la responsabilidad civil de una sociedad que poco puede fiarse de las instituciones, ni siquiera de la jerarquía de la Iglesia, que nunca ha liderado movimientos de conversión y no lo va hacer ahora… “La Iglesia se ha vuelto hipersensible al pecado, relativizando el sufrimiento ya que hemos llegado a adorar al crucificado, ignorando a los crucificados de hoy”, denunció Pagola.

Sin embargo, para el teólogo vasco está claro que “Jesús estaría hoy con los que se están quedando sin nada, con los ciudadanos de segunda categoría que a partir de ahora van a distinguirse porque no podrán pagar”. Y, al igual que Jon Sobrino, Pagola lamentó que no haya en la Iglesia una voz para quienes se están quedando sin voz, ni tan siquiera una voz contra los que tienen demasiada voz. “La jerarquía católica tendría que salir a defender a los que sufren, pero para ello tendría que quererlos”, concluyó… y sus palabras fueron aplaudidas por el auditorio durante casi cinco minutos.

Poco a poco nuestro encuentro iba llegando a su fin con pena, pero con esperanza. Este año contamos con dos novedades. Por una parte, la proyección de la película El Elefante Blanco presentada en la sección paralela del festival de Cannes y, por otra, como clausura del Congreso, se reprodujo la Misa de la Tierra sin Males, cantata con letra de Pedro Casaldáliga, quien en 1979 nos decía que “Dios tiene un sueño guaraní”. Una Eucaristía en la que los conquistadores de América recuerdan la sangre derramada de la población originaria del continente.

Fue el broche para un congreso que animó a la movilización y a la denuncia, así como al compromiso activo, desde nuestros propios estilos de vida y desde los ámbitos en los que podemos influir. Sin instalarnos en el inmovilismo, sino recuperando y reavivando, como cristianos y cristianas, la herencia de Jesús: humanizar el mundo comenzando por quienes más sufren, luchar contra el olvido de las víctimas y ponernos de su lado.

Mensaje final del XXXII Congreso de Teología

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1. El mercado-centrismo es la institución suprema del neoliberalismo que convierte a los seres humanos en mercancía y en piezas subalternas del sistema, identifica la justicia con el cumplimiento de la legalidad, dictada por el mercado, y reduce los derechos humanos al derecho de propiedad. El mercado genera situaciones de muerte para millones de seres humanos y para la naturaleza.

2. Vemos con especial preocupación y nos provocan indignación las consecuencias de la crisis, provocada por los poderes financieros, que castiga injustamente a los sectores más vulnerables de la sociedad en todo el mundo y de manera especial en algunos países de Europa como Grecia, Portugal y España, donde se está produciendo un espectacular incremento de la pobreza en una sociedad con recursos suficientes para satisfacer las necesidades de la población.

3. En medio de esta situación valoramos positivamente los gestos de solidaridad de algunos miembros del clero y de la jerarquía eclesiástica, pero expresamos nuestro malestar e indignación ante el silencio de la Conferencia Episcopal Española, tan locuaz en otras ocasiones y ante otras cuestiones. La sociedad percibe dicho silencio como escándalo y complicidad con quienes han provocado la crisis. Nosotros lo consideramos insensibilidad ante la injusticia, alejamiento del mensaje liberador del Evangelio y falta de compasión con las víctimas. Creemos que tal actitud se debe a la cómoda instalación de la Iglesia institucional en una situación de privilegio. Lo que contrasta con los recortes en todos los terrenos.

4. Nosotros mismos, quienes participamos en este congreso, no estamos exentos ni exentas de contradicciones e incoherencias entre nuestro modo de pensar alternativo y nuestra forma de vivir acomodaticia, nuestra actitud crítica y nuestra práctica conformista; la crítica al consumo y nuestro consumismo; la opción por las personas pobres y nuestra falta de testimonio de pobreza.

5. La respuesta a la crisis requiere un nuevo paradigma que se traduzca en transformaciones estructurales, revolución de la subjetividad y de las conciencias, de los hábitos de vida y de las relaciones personales, bajo la guía y la prioridad de los valores éticos, presentes en todas las tradiciones religiosas, morales y espirituales, si bien con frecuencia incumplidos. Entre ellos cabe destacar: la dignidad humana frente al trato inhumano que reciben millones de seres humanos; el respeto a la vida, contra la violencia en sus diversas formas; la justicia global, la verdad, la honradez y la igualdad de género.

6. Reconocemos la importancia de los movimientos sociales, que constituyen mediaciones necesarias para transformar la realidad. Son una alternativa al pensamiento único y a la globalización neoliberal, recuperan valores que parecían en vías de extinción y se rebelan contra una realidad caracterizada por la explotación, la dominación y la tendencia a reducir la razón a mero cálculo.

7. Especial significación ha reconocido el congreso al feminismo como teoría de la emancipación y de la igualdad no clónica entre hombres y mujeres; práctica de la “sororidad” internacional y defensa de las reivindicaciones de las mujeres, que, con frecuencia, se ven relegadas en nombre de “intereses generales superiores”, incluso en los propios movimientos sociales.

8. No podemos instalarnos en el pesimismo y el fatalismo históricos. Existen alternativas. Por eso apoyamos y hacemos nuestras las iniciativas siguientes para salir de la crisis: creación de una asamblea constituyente, desobediencia civil, banca ética, tasa Tobin, reparto del trabajo, universalización de los servicios sociales, reconocimiento de la ciudadanía a todas las personas residentes en nuestro territorio, pactos de ayuda mutua sin subordinación, soberanía alimentaria, cambio en los modelos de producción, etc.

9. Como cristianas y cristianos nos comprometemos a:

 Recuperar la herencia de Jesús, que se caracteriza por la opción por los excluidos y marginados, la compasión como principio de actuación y la afirmación de la autoridad de los que sufren.

 Seguir el espíritu y la práctica de Jesús, que consiste en humanizar el mundo comenzando por los últimos y las últimas, luchar contra el olvido de las víctimas y ponernos de su lado.

 Afirmar la incompatibilidad entre Dios y el dinero y luchar contra el imperio del dinero.

 Practicar la resistencia al sistema desde la no violencia activa.

 Participar activamente en los movimientos sociales -los antiguos y los nuevos- y de manera especial en los diferentes foros sociales que trabajan por “Otro Mundo Posible” y en el movimiento de los indignados e indignadas, en cuyo horizonte se sitúa Jesús de Nazaret, indignado con las autoridades religiosas, el patriarcado y los poderes políticos y económicos de su tiempo.

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