En la cultura occidental -y en la mayoría de países del mundo- enero representa el inicio de un año nuevo. Así como el judaísmo, el islam y otras tradiciones espirituales tienen otro modo de contar el tiempo, la mayoría de la humanidad celebra la fiesta del año nuevo en el primero de enero. En el hemisferio sur, los pueblos indios de la cordillera de los Andes celebran el nacimiento del sol el 21 de junio, solsticio del inverno en esa parte del mundo. Pero eso no impide que, en enero, hagan fiestas de año nuevo junto con los pueblos del Norte.
Es cierto que las fiestas de año nuevo vienen de culturas agrarias antiguas, cuando las personas dependían totalmente de la luz del sol y del tiempo. Para aquellos pueblos, las fiestas de año nuevo eran muy importantes. Marcaban el reinicio del ciclo agrícola y simbolizaban el deseo que toda la población tenía de una profunda renovación de vida. En algunas tribus, se quemaban ropas usadas y se vestían trajes nuevos como signo de la novedad que se acogía. En el Israel antiguo, en la noche de año nuevo, se hacía un sorteo de tierras. Así, en el inicio de cada año la tierra era nuevamente compartida.
Hoy, el día y su claridad, así como la noche y su oscuridad, ya no marcan nuestra forma de organizar el tiempo. Las actividades humanas ya no dependen solo de la naturaleza. Sin embargo, luz y tinieblas son siempre símbolos de procesos interiores. En todo el mundo, en el momento del año nuevo, se apagan las luces. Así, una luz nueva y los fuegos artificiales nos iluminan. Las personas se abrazan y se desean feliz año nuevo. Esos votos no son mágicos y por sí mismos no tienen fuerza de cambiar ni nuestra vida ni el mundo. Sin embargo, sí pueden crear un clima de compromiso social y de unión. Algunas Iglesias cristianas dedican la noche de año nuevo a oraciones y compromisos por la paz y la justicia.
Es una forma de invitarnos a asumir el tiempo nuevo que empieza en enero para contribuir a que el mundo pueda ser más justo y fraterno. Es bueno recordar que uno de los primeros signos de muchos cambios actuales en América Latina y el Caribe fue el nuevo movimiento zapatista de los pueblos indios del sur de México y ellos lo iniciaron la noche del año nuevo de 1994.
En este enero de 2014 los retos sociales siguen siendo muy exigentes. La realidad política de nuestros países sigue siendo muy injusta para la mayoría del pueblo. Por eso mismo se nos convoca aún más por parte de la espiritualidad ecuménica a intensificar la comunión con los otros seres humanos, la tierra, el agua y todos los seres vivos. Así, la bendición de este año nuevo se cumplirá en cada persona y en todo el mundo, como dice una antigua bendición irlandesa: “Que el viento sople en tus hombros, el sol brille cálido en tu rostro, las lluvias caigan serenas en tus campos y, hasta que yo le vea de nuevo, Dios le guarde en la palma de su mano”.
- Francisco, el primer milagro de Bergoglio - 10 de marzo de 2023
- Naufragio evitable en Calabria; decenas de muertes derivadas de la política migratoria de la UE - 27 de febrero de 2023
- Control y represión, único lenguaje del gobierno de Nicaragua - 21 de febrero de 2023