Proyecto Personal-Proyecto comunitario. Comunidad-Eclessía

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El bautismo es el acto de bienvenida a la vida de la IglesiaNo es una idea original esto de definir la indisoluble unión entre proyecto personal y proyecto comunitario. La fe viva y coherente en el Evangelio de Jesús no puede vivirse en solitario, porque la comunidad, el grupo que nos acoge, nos cuida, nos protege, nos alienta, es indispensable en la vida diaria de aquellos/as que seguimos considerándonos miembros de la Iglesia-eclessía de Jesús.

El problema viene cuando tratamos de definir qué tipo de eclessía deseamos construir. Sin duda, estas pequeñas comunidades de base que el Espíritu alienta y refuerza en casi todos los lugares del mundo, emergen afortunadamente como el nuevo bastión de la Iglesia “reformada”, si me permiten este atrevimiento terminológico.

Experiencia bautismal

Tuve ocasión de asistir hace unos días, a una entrañable y emotiva celebración bautismal en una de estas comunidades cristianas católicas. Concelebraban sacerdotes y padre-madre de la criatura, una preciosa niña de pocos meses y enormes y expresivos ojos negros, que contemplaba en silencio todo lo que la rodeaba. Acompañaban padrino y madrina desde la distancia geográfica, pero bien presente en todo el acto, participaban los niños y las niñas de la comunidad con una divertida canción infantil, fuera del devocionario, pero sincero regalo de juego para la pequeña bautizada, y con cantos de alabanza y textos testimoniales. Nadie estuvo exento de lágrimas y a nadie se nos olvidará aquel encuentro de verdadera comunidad de fe. Privilegio de haber sido invitada a un acto de bienvenida a la vida de la Iglesia y satisfecha de sentir cómo es posible encontrar testimonios de vida comunitaria en este siglo.

Sentir la comunidad

Así quiero vivir, reconocer y sentir la comunidad de fe, ¿no es así como nos la describe Jesús en el evangelio? Sin embargo, también es una comunidad viva, atenta a las necesidades de sus miembros, a la escucha de sus momentos de soledad y angustia, dispuesta para prestar el apoyo y la acogida necesaria, que se alegra con la felicidad de sus hermanos y hermanas convirtiéndose en abrazo sincero para todos/as los/las que llegan a ella. Me he sentido realmente acogida a pesar de que no me conocían y de que tan solo acudía allí como amiga de uno de sus miembros, y me sentí uno de ellos, oré, me emocioné, experimenté el amor fraterno en esa mañana compartida y comprobé que Él, a pesar de todo, sigue formando parte de mi vida en todos los dones que me regala. Conocer a esta comunidad ha sido uno de ellos, así como un testimonio evidente de que sigue estando presente en medio del mundo.

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