En la provincia de Varese, diócesis de Milán, como en tantos lugares del mundo, no hay suficientes sacerdotes. Así, como una gran excepción (en África y Latinoamérica no sería una novedad), llegan las monjas a hacer la función del párroco. La hermana Rosana convoca a la comunidad del pueblo de 2.000 personas para celebrar el día del Señor. Recuerda a los fieles que “esto no es la misa” aunque sea igual sólo que sin consagración.
Es señal de cómo la Iglesia de hecho tiene que arreglárselas para sobrevivir a la ausencia de vocaciones sacerdotales célibes. Sor Rosana es la nueva guía espiritual de la parroquia de Nizzolina, huérfanas de sacerdote retirado por enfermedad. Ella coordinará, junto al Consejo Pastoral, la catequesis, la actividad pastoral, la formación, la asistencia a enfermos, la animación de los jóvenes. A ella le toca hacer llegar la Palabra de Dios día tras día a la gente de Nizzolina. De vez en cuando vendrá algún sacerdote de los pueblos cercanos a celebrar la Eucaristía. Por lo demás, todo menos los sacramentos, estará en manos de los laicos y de la hermana Rosana, que aunque acaba de llegar a la parroquia ha recibido una calurosa y entusiasta bienvenida por parte de la gente.
Algunos desconfían y recogen firmas para que llegue un párroco “como Dios manda” pero entre tanto los niños juegan con ella delante de la iglesia y le dicen: “el párroco no nos dejaba jugar al fútbol antes de la misa”. ¡Bienvenida Sor Rosana a nuestra cansada Iglesia católica, apostólica y romana!
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