A fines del 2008 murió Jean-Marc Ela, de 72 años, pero uno de los más insignes pensadores del Dios cristiano contextualizado en tierras de África, del post-concilio. La muerte del teólogo y sociólogo africano no ha tenido mucha resonancia excepto en su país natal, el Camerún, y en alguna página de Internet. Desde 1995 Ela vivía en exilio voluntario en Canadá (enseñaba sociología en la Universidad de Laval, Montreal) tras haber recibido amenazas de muerte: si se hubiera quedado en Yaundé, probablemente lo habrían matado, como a su colega jesuita P. Engelbert Mveng, asesinado unos meses antes por una secta secreta para «emposesarse» mágicamente de sus capacidades intelectuales y de su cerebro.
Su fecunda obra teológica – Mi fe de africano, El grito africano, El tiempo de los herederos y Repensar la teología africana (síntesis de su pensamiento, del 2003) – ha buscado siempre la enculturación en África del mensaje cristiano y la liberación de los africanos de la dependencia cultural y económica de Occidente.
Con él desaparece un gran estudioso y un gran profeta. Él ha sido más conocido fuera de su país, pues en Camerún los obispos siempre le han puesto obstáculos, impidiéndole dar clases en la Universidad Católica o en los seminarios. Vivió en Camerún inmerso completamente en la vida de los más pobres. Sus libros son sorbos auténticos de evangelio, una ventana abierta sobre África. Hasta la fecha de su muerte, el día de Navidad del 2008 y hasta el final ha trabajado y estudiado para África.
La teología bajo el árbol
Los medios de comunicación camerunenses han rendido homenaje a «uno de los padres de la teología de la liberación en África y al hombre de Dios que ha combatido durante toda la vida por la emancipación intelectual y humana del continente africano», hasta definirlo como un auténtico profeta… Pero en Europa, salvo pocas excepciones, ha prevalecido el silencio. Más o menos intencionado: Ela, indudablemente, ha sido un personaje incómodo por muchos motivos, que definía la suya como una teología bajo el árbol, para indicar el estilo concreto, experiencial y poco académico, nacida entre los montes del norte de Camerún donde, por las noches, se reunía con los campesinos para leer la Biblia con ojos africanos. Insistía en que la teología era para ser enseñada fuera de las universidades, incluso a gente analfabeta.
Se trata, en cualquier caso, de una señal clara de lo poco conocidos y mucho menos estudiados los testimonios teológicos (y también sociológicos: Ela era también sociólogo, y pedagógicos…) del continente negro: en contraste con el hecho de que, como reflejan las estadísticas, se está dando una explosión en la difusión del mensaje cristiano. Como explica desde hace tiempo un atento observador del fenómeno, el histórico americano de las religiones Philip Jenkins (interesantísimo su La tercera iglesia), los números son impresionantes: entre 1900 y 2000, el número de los cristianos en África ha crecido de 10 a 360 millones, del 10 % al 46% de la población: “desde el punto de vista cuantitativo el mayor cambio religioso en la historia humana en un periodo tan breve. Hoy los africanos y los asiáticos son el 30% de todos los cristianos, y esta proporción va creciendo”.
La Iglesia católica oficial no ha dicho ni una palabra por un profeta de este espesor humano y evangélico. ¡Qué pena…! A nosotros nos queda la posibilidad de leerlo, de crecer y de hacerlo conocer. ¡Gracias Jean-Marc por tu vida!