“Escuchar lo que el Espíritu dice, hoy, a las Iglesias” es la llamada que el libro del Apocalipsis hace a cada generación de creyentes en Jesús (Ap 2, 7). Actualmente, eso provoca que muchas personas cristianas -católicas y ortodoxas- se pregunten lo que el aniversario de la reforma protestante, ocurrida hace cinco siglos y aún hoy vivida por tantos evangélicos, puede contener como palabra de Dios para ellas mismas y para las otras Iglesias. Según la tradición, cuando, en 1517, en las puertas de la catedral de Winttemberg (Alemanha) el monje Martín Lutero clavó sus 97 tesis (por las cuales fue condenado por el papa) y dio origen a las Iglesias evangélicas, protestaba contra abusos en la predicación de la fe y se rebelaba contra una institución que se había alejado mucho del Evangelio de Jesús.
La fecha que recuerda la división es la misma marcada por un importante gesto de reconciliación y unidad. En octubre de 1999, la Iglesia católica y la Federación Luterana Mundial firmaron un acuerdo sobre justificación por la fe, punto central de la división en el siglo XVI. Sin embargo, a pesar de todo eso, las Iglesias siguen divididas y, en algunos casos, hasta en conflicto. En las universidades, hay diálogo y colaboración recíproca, pero en las comunidades locales, principalmente el contacto entre cristianos y cristianas de base aún es poco cordial y algunas veces hasta lleno de conflictos.
La misión de una Iglesia es insertarse en el mundo como testigo del amor divino y colaborar con el proceso social y político que esté ayudando a las personas empobrecidas a vivir de forma más digna. Cuanto más una Iglesia viva centrada solo en lo religioso y exista solo para sí misma, más dificultad tendrá para dialogar con otras y aceptar una forma de vivir la fe que no sea la suya. Por el contrario, el modelo de unidad que se desea para las Iglesias no es de la uniformidad. Es el de la unidad de espíritu en el servicio al mundo.
El Consejo Mundial de Iglesias, que congrega 350 Iglesias diferentes, propone como modelo de unidad lo que llama “diversidad reconciliada”. De hecho, en el siglo III, Cipriano, obispo de Cartago, enseñaba: “La unidad acaba con la división, pero respeta las diferencias”. El aniversario de la reforma protestante llama a las Iglesias a renovarse permanentemente. Ese proceso de renovación es fundamental para permitir a las Iglesias un diálogo fecundo con la humanidad y la colaboración con los organismos de la sociedad civil en la construcción de la paz y de la justicia. Para lograrlo, las Iglesias deben renovarse en la apertura a las culturas populares, desde la realidad social y política del país en que vivimos. “El Reino de Dios está en medio de nosotros”. Es nuestra tarea revelarlo y trabajar para que ese mundo sea más acogedor y espacio de comunión para toda la humanidad.
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