He leído el documento en el que la Archidiócesis de Madrid presenta su plan pastoral para el curso 2012-2013 -titulado pomposamente Misión Madrid– con un sentimiento de vergüenza ajena. Digo ajena por usar la expresión común porque la vergüenza es también mía, que pertenezco a esta Iglesia madrileña y me costará soportar los ataques de los que no se reconocen en ella. Y me explico.
Sin duda en el origen de este plan está el Motu Propio Porta Fidei, de octubre de 2011, con el que el papa convoca un Año de la Fe que terminará el 24 de noviembre de 2013. Cabe preguntarse sobre la utilidad de estos llamamientos y su incidencia en la vida de los y las creyentes y en el mundo. ¿Alguien recuerda aquel “año sacerdotal” de 2009-2010 y puede constatar sus beneficios? Pero, en fin, supongo que un papa, pensando en la Iglesia universal, tiene que hacer de cuando en cuando convocatorias como éstas.
El arzobispo de Poitiers, uno de los prelados más libres de Francia, decía en abril de 2010 en una entrevista en Le Monde: “Tenemos un papa que es más un teórico que un historiador. Sigue siendo el profesor que piensa que cuando un problema está bien planteado está ya medio resuelto. Pero, en la vida, esto no es así; nos enfrentamos a la complejidad, a la resistencia de lo real”.
Cuando uno lee dicho Motu Propio, ésa es la impresión que recibe. Hay que “rememorar el don precioso de la fe”, “confesarla con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza”, “que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor”; “la fe implica un testimonio y un compromiso público”; “el catecismo de la Iglesia católica es un subsidio precioso e indispensable”; “el Año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad”.
No hay que olvidar que el papa habla para toda la Iglesia, pero misión de las diócesis debería ser traducir esas directrices generales a las circunstancias concretas. Y, ¿cuáles son nuestras circunstancias? Una brutal crisis económica que cada día parece agravarse, que pasa factura a muchísimas personas: millones de parados y paradas, de gente sin futuro, de jóvenes sin perspectiva, junto a la corrupción y el fraude de tantas personas. Un clima de angustia muy extendido, de fractura social, de indignación generalizada. ¿Qué dice este plan pastoral de todo esto? Nada. ¿Cuántos párrafos dedica a la situación de tantas personas sufrientes? Ninguna. A la hora de establecer objetivos, ¡diez líneas! hablan de que “la caridad de Cristo se hace tangible no solo en la materialidad de las obras de Cáritas sino en el testimonio vivo de los creyentes…”. Y de que “se podrá constatar que los pobres, enfermos y abandonados ocupan un lugar privilegiado en la vida de nuestra comunidad creyente”. Diez líneas para afirmar algo que, encima, no es verdad. No porque no haya cristianos y cristianas que se ocupan de los demás sino porque ni entre los objetivos ni entre los instrumentos de este plan pastoral esos abandonados tienen ningún lugar.
Si no he leído mal, los objetivos se formulan así: “confesar la fe en toda su integridad”, “un conocimiento pleno y saboreado de la Verdad de Dios”, “una acogida interior de la llamada del Espíritu” y “confesar con los labios y con el testimonio la gran verdad que nos salva, Jesucristo, el Señor”.
¿Y los medios? Para empezar, una peregrinación a Fátima; después, un acto de apertura en la explanada de la catedral, en cada arciprestazgo, un cursillo de catequistas; peregrinaciones de las vicarías a la catedral; potenciación de la pastoral vocacional; formación cristiana en la Universidad; congreso del profesorado de colegios; vigilia pascual con jóvenes; reflexión, relato e incorporación de personas voluntarias a Cáritas… Y como instrumento, el catecismo de la Iglesia católica.
Comencé expresando mi sentimiento de vergüenza, termino con uno añadido de desánimo. El mismo flotar de siempre por encima de la realidad real, el mismo lenguaje repetido y manido. Más de lo mismo pero con más papeles, más folletos, más directrices, más comvocatorias, más actos masivos. A la vez nos espera un otoño caliente: crecimiento del paro, de la pobreza, más indignación, más manifestaciones y protestas. Pero eso no tiene nada que ver con un Año de la Fe que -así cabía esperarlo- debería anunciar que el Reino de Dios está en esa complejidad de lo real.
Pero no nos hagamos mala sangre. Apuntémonos a la peregrinación a Fátima.
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La Misión Madrid, más de lo mismo
Con el debido respeto no estoy de acuerdo. Antes de ayudar a los pobres, parados…. Uno tiene que fortalecerse espiritualmente y no materialmente. Si uno contruye su fe sobre roca esta fe no se viene abajo y puede afrontar los problemas sociales de manera muy distinta al que tiene su fe sobre arena. La propuesta del Santo Padre no viene asi a la ligera, esto esta rezado y meditado mucho antes, es una cosa de Dios.
» En vez de juzgar deberian comprender» Don Bosco. Si Cristo no nos juzgo ¿ Juzgaremos nosotros ?
La Misión Madrid, más de lo mismo
Al fin alguien sensato. Aleluya!!!!