El pasado día 9 de mayo tuve el privilegio de asistir a una Primera Comunión en el Colegio de Mª Corredentora, dedicado a la educación de niñas y niños “especiales”. Sin duda, ha sido para mi la más asombrosa, la más mágica de cuantas hasta ahora he podido presenciar. Estos seres maravillosos, con su síndrome de Down, llenaban por sí mismos toda la atmósfera de una luz de pureza, de bondad e ingenua ternura.
Javier Ilundain, el sacerdote, emanaba cercanía y cariño en todas y cada una de sus palabras y gestos para con ellos, demostrando lo mucho y lo bien que les conoce. Agarrando a Julen del hombro nos recordó cómo Jesús nos dijo muy claro que “de estos es el Reino de los Cielos, que si no nos hacemos como niños no entraremos”, porque ellos son puros e incapaces de hacer daño a nadie y lo serán siempre. (Dichosos los limpios de corazón).
Uno por uno se fueron acercando al altar para hacer su personal petición a Jesús. Con algunos balbuceos por los nervios y con toda su “majestuosa ingenuidad” expresaron sus deseos con mucho amor. Javier dijo lo mucho que él había aprendido de ellos y entabló un pequeño diálogo:”¿Qué veo en tu cara cuando te miro?”, a lo que María respondió muy resuelta: ”Los ojos”. Entre las sonrisas de los asistentes le dijo:”Veo tus ojos y veo mucho más que tus ojos, ¿sabes lo que veo en tu mirada?, veo la mirada de Dios”…
Participación
Como ofrenda nos deleitaron con un baile en el altar, estos pequeños héroes son todo un ejemplo de superación. En la participación por parte de algunos padres y hermanos de los protagonistas que recibían a Jesús por primera vez, con el Canon de Pachelbel de música de fondo, se leyeron unas bienaventuranzas sacadas de vivencias expresadas por los niños, que reproduzco por su impresionante belleza:
Bienaventurados los que comprenden mi extraño paso al caminar y mis manos torpes.
Bienaventurados los que saben que mis oídos tienen que esforzarse para comprender lo que oyen.
Bienaventurados los que comprenden que, aunque mis ojos brillen, mi mente es lenta.
Bienaventurados los que con una sonrisa me estimulan a intentarlo una vez más.
Bienaventurados los que me escuchan, pues yo también tengo algo que decir.
Bienaventurados los que nunca me recuerdan que he hecho dos veces la misma pregunta.
Bienaventurados los que saben lo que siente mi corazón aunque no sepa expresarlo.
Bienaventurados los que me respetan y me aman como soy, tan solo como soy y no como ellos quisieran que fuera.
Bienaventurados los que me ayudan a caminar a la casa del Padre.
Acción de gracias
Yo expresé una acción de gracias con mucha emoción:”Soy la tía de Julen y quiero dar gracias por estas criaturas que nos hacen sacar lo mejor de nosotros mismos. Y como los que tenemos la suerte de creer (porque todos no pueden creer) sabemos que Jesús se quedó con nosotros en el Espíritu, también la abuelita de Julen que está en el Cielo ha estado aquí con nosotros en el espíritu, como todos los abuelos y abuelas que ya no están aquí”.
Como despedida nos ofrecieron otro gracioso baile y, al terminar, Javier nos preguntó:”¿Os ha gustado?”, “¿Os sentís mejores que cuando habéis llegado?”. Las respuestas fueron a coro afirmativas. El Misterio de la Gracia de Dios nos había tocado a todos a través de estos niños que generan el AMOR más auténtico, el más generoso, el más esforzado y en el que los logros conseguidos producen las mayores alegrías. ¿No es todo esto un increíble y paradójico milagro?
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