El puentero «invisible»

puentes.jpgEs suizo, tiene 40 años, se llama Tony Ruttimann. Sin ser ingeniero ha construido casi 440 puentes durante 22 años, en 10 naciones: Camboya, Vietnam, Brasil, Honduras… Puentes colgantes, peatonales, para automóviles… Sin ganar nunca dinero pero movilizando a las comunidades locales y a las empresas. No tiene un sueldo, pero ha dado trabajo a miles de personas. Come y vive con los campesinos de cualquier parte del mundo. Vive con los últimos de la sociedad, pero no quiere que le llamen misionero. Ruttiman elige lugares donde la pobreza sea extrema, y no pide nada más que un poco de mano de obra, porque el suizo no los construye solo.

En Ecuador tras el terremoto

Cuando llega a un lugar donde hay necesidad, se dirige a quien encuentra diciendo “Querría ayudaros a construir un puente. Pero sólo si vosotros queréis.”

Respuestas positivas el puentero ha recibido muchas. La primera en 1988, cuando tenía sólo 19 años y el terremoto de Ecuador había sembrado destrucción en todo el país, abatiendo un centenar de puentes y dejando sin comunicación a miles de personas que vivían en la selva. El puente era la única vía para el pequeño comercio, para muchos, perderlo significaba el aislamiento total. Joven e inexperto, el suizo empezó a llamar a todas las puertas: en la ciudad buscaba ingenieros locales dispuestos a enseñarle el arte; en las fábricas de tubos, madera y cables buscaba excedentes de material. Poco a poco, solidaridad y confianza y una increíble comunicación de boca a boca, han permitido a Ruttimann realizar lo que parecía el sueño de un loco: reconstruir todos los puentes caídos. Para el primero, de 264 metros de longitud, se necesitaron dos años. Luego, uno tras otro, en 10 años han construido 120. Corría el año 1998. El huracán Mitch había flagelado Centroamérica y en ese momento comprendió que su tarea en Ecuador había terminado, y se dirigió a Honduras, Nicaragua, México…

Pequeños milagros

Empresas, autoridades y población que colaboran: ése ha sido el pequeño milagro del puentero. Entre el 1998 y el 2001 en Honduras ha construido el primer puente con El Salvador. Y luego ha cambiado de continente: Asia, primero en Camboya, luego en Laos y Vietnam en el 2005 tras las inundaciones del delta del Mekong. En total casi 150 puentes.

Pero no siempre ha sido fácil. En México, por ejemplo la burocracia ha sido un obstáculo insuperable. Y en Birmania, cuando ya tenía contactos con grupos de campesinos, la represión del ejército le ha impedido volver. Pero la batalla más dura la ha tenido que combatir contra la enfermedad. En 2003, en Camboya, una infección (la enfermedad de Guillain-Barrè) le ha dejado paralizado desde el cuello hasta los pies, de un día para otro durante dos años. ¿Acabado el sueño? Al principio pensaba que sí, pero después de un año y medio de rehabilitación ha recuperado uno tras otro el uso de todos los músculos. Pero aun hay más. En los meses pasados en cama ha podido crear un software con el que actualizar el estado de las obras de cada puente en construcción. Un programa que contiene “el historial clínico”: topografía de lugar, tipo y número de los materiales disponibles, medios de transporte, mano de obra disponible…

El puentero sabe que ha hecho una elección arriesgada, pero no se arrepiente. En este momento hay 60 puentes en obras, y en cada uno de esos lugares hay otro puentero que, sin recibir ninguna compensación, coordina y manda los datos al suizo. Después de 22 años él mismo se sorprende del camino hecho. El Times de Londres lo ha descrito como “el más discreto e invisible de los héroes del mundo” ¿Su mayor miedo? ¡El de ser conocido!

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