A lo largo del mes de mayo, en pueblos y ciudades de nuestra geografía, se reza el Rosario, se elevan cantos a María, la Madre, se celebran cientos de fiestas y actos marianos. Todo es poco para la Madre, todo es poco para honrar a la Madre de Dios y Madre nuestra. Cada pueblo, cada parroquia, cuida que a la imagen de la Virgen no le falten flores o velas, que su altar esté adornado y limpio. Expresión tangible de religiosidad popular, una religiosidad que expresa un sentimiento profundo de amor.
¡¡Qué facilito!! Después de dos objetivos complicados para “cotidianizar”, hacerlo para el objetivo del Milenio número tres parece pan comido. No quiero con esto decir que no haya trabajo por hacer ¡qué va! La situación es grave, muy grave como enseguida veremos, pero al menos para este objetivo se me ocurren infinidad de cosas que tú y que yo podemos llevar a cabo. Erradicar el hambre, proporcionar educación básica para todos, desde la perspectiva de mi vida diaria de habitante de la parte desarrollada del mundo se me hacía más difícil de concretar que éste, que con coger un mero estropajo y un poco de jabón y fregar los platos de la cena ya tendría bastante camino recorrido. (¡Manolo, la cena te la haces tú sólo!)
Algunos datos (pocos) para la reflexión. En enero de 2008 por ejemplo sólo 7 de los 150 jefes de Estado y 8 de los 192 jefes de gobierno de los Estados miembros de las Naciones Unidas eran mujeres. En ese mismo mes la proporción global de escaños parlamentarios ocupados por mujeres llegó a un máximo de casi 18%. Sin embargo, este promedio mundial oculta diferencias: las mujeres ocupan por lo menos el 40% de los escaños en cinco parlamentos: Ruanda (48,8%), Suecia (47%), Cuba (43,2%), Finlandia (41,5%) y Argentina (40%). Las mujeres ocupan por lo menos el 30% de los escaños en 20 países, pero ninguno en Asia. La mitad de quienes se encuentran en campos de refugiados son mujeres, pero con muy poca participación en los procesos decisorios. Las mujeres tienen más oportunidades laborales, pues en general ocupan casi el 40% de los empleos remunerados fuera de la agricultura, en comparación con el 35% en 1990, pero casi dos tercios de las mujeres del mundo en desarrollo ocupan puestos de trabajo vulnerables como trabajadoras por cuenta propia o en trabajos familiares no remunerados. En el Asia meridional y el África subsahariana, este tipo de trabajo representa más del 80% de la totalidad del trabajo realizado por mujeres. Las puertas de las escuelas se han abierto de par en par para las niñas en casi todas las regiones ya que en muchos países se ha logrado promover la educación de las niñas como parte de los esfuerzos por elevar la matrícula general. La matrícula femenina en primaria aumentó más que la de los niños en todas las regiones en desarrollo entre 2000 y 2006. En consecuencia, dos de cada tres países han logrado la paridad de género en la primaria. Pese a estos avances, la población que está fuera de la escuela, el 55%. Y así podríamos seguir y seguir (violencia, exclusión, etc.)
Entonces, ¿cómo puedo colaborar yo desde mi realidad cotidiana para provocar cambios en el sentido de una mayor igualdad? Se me ocurre que el primer gran paso es analizar en cada momento de mis 24 horas qué hago yo por fomentar esta equidad. Desde que me levanto ¿qué tareas hacemos cada uno en casa? ¿Cómo nos las repartimos? ¿El verbo que se conjuga en casa es «ayudo”? ¿”colaboro”?¿”comparto”? ¿Me hago “corresponsable”? En mi trabajo ¿cómo juzgo y trato a mis compañeras? ¿Qué concepción tengo de su trabajo, de sus capacidades, de sus reivindicaciones? ¿Las hago mías?. Comentarios de café, charlas con los amigos, juegos y conversaciones con mis hijos, juguetes que les compramos…
Y acerca de la lucha global en la que muchos de los que leemos alandar estamos metidos ¿cómo llevamos esta perspectiva de género a nuestras militancias –sindicales, por los derechos humanos, por la erradicación de la pobreza, por un planeta más limpio, etc.? ¿y al rezar? ¿le rezo a Dios Padre? ¿al Padre y Madre?
Dejo para el final un párrafo sobre cómo podríamos promover esta igualdad y este empoderamiento en la Iglesia que tanto queremos y tantos disgustos nos da (sobre todo en este tema). ¿Qué hago yo, tú, nosotros para que tantas y tantas mujeres religiosas en el mas amplio sentido de la palabra tengan voz, voto y plenos derechos como personas en esta jerarquizada y masculinizada institución?
Hace un par de años, creo que ya lo he contado aquí alguna vez, una religiosa me planteó la posibilidad de organizar una huelga de mujeres en la Iglesia. ¡¡Qué gran idea!! Acciones reivindicativas aparte, creo que como leit motiv deberíamos apoyar, estar presentes, participar e incluso hacer acciones de discriminación positiva hacia todo lo que signifique un empoderamiento de la mujer. Empatizar con ellas, compartir con ellas, trabajar con, por y para ellas en aras de una Iglesia equitativa, democrática, abierta, reivindicativa, cuidadora, diferente y diversa. Algunos de los que se ponen al lado de pobres y marginados, a veces no son tan capaces, por una secular costumbre, de levantar su voz por una Iglesia en femenino.
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