Esto de la crisis nos está haciendo bajar el listón hasta límites insospechados. La falta de fondos en cooperación al desarrollo, por ejemplo, hace que ONG y entidades muy pero que muy coherentes empiecen a flirtear con algunas de esas empresas (fundaciones, filántropos…) con los que antes nunca habrían pensado hacerlo, ni siquiera como posibilidad. El otro día me contaban de una a la que la propia AECID le había sugerido que se fuera a pedir ayudas a la fundación del Gates ese. Esta ONG, con un largo y demostrado currículo de coherencia, denuncia, buen trabajo en el campo de la salud… se lo estaba planteando con la idea de que mejor pedir a Bill que a un gran laboratorio.
Esto de la crisis nos está haciendo bajar el listón hasta límites insospechados.
Personas profesionales, autónomas, con prestigio en su sector ganado a lo largo de los años por un trabajo ético, limpio, coherente, bien acabado, empiezan a aceptar encargos fuera de su ámbito principal de trabajo para el que no están preparadas, no se sienten expertas ni capaces, pero ¡es lo que hay! Ejemplo: redactar un manual de cómo hacer una determinada actividad profesional (perdonadme que no sea más explicito, pero si lo soy enseguida pondríamos el nombre y los apellidos) sin haber tenido contacto en la vida con ese sector, con esa actividad y en otras épocas incluso haber despreciado ese tipo de opción profesional por ser poco glamourosa: esto es dar lecciones de cómo ser sin haber sido, solo con la lectura apresurada de unos cuantos libros. Más ejemplos: redactar un artículo sobre comercio justo y consumo responsable, más o menos bien pagado, cuando en la vida se le ha pasado por la cabeza a su redactor pisar una tienda de Cj, un grupo de consumo, una cooperativa; cuando lo mas que conoce de este mundo es el lineal de producto con sello ecológico del gran hipermercado. Un último caso: aceptar el encargo de realizar una evaluación intermedia en un país africano de un proyecto financiado con ayuda oficial, sin haber redactado en la vida un proyecto de cooperación de esos que usan el enfoque del marco lógico.
Esto de la crisis nos está haciendo bajar el listón hasta límites insospechados.
Personas de reconocida militancia, de amplio recorrido protestón y luchador no salen ahora a la calle cuando hay manifestación no me vayan a sacar por la tele y me vea mi jefe; no se presentan a las elecciones al comité de empresa o transigen con ampliaciones de horarios, condiciones laborales absurdas que en otras épocas habrían criticado y se habrían negado a cumplir porque a la puerta de la empresa hay miles de currículos esperando ocupar su silla.
En definitiva, en estos momentos de crisis, de cinturones apretados, me encuentro cada vez más ejemplos de listones bajados, que es casi lo mismo que de pantalones bajados, que además rima y es muy gráfico. Y, sin embargo, me niego a pensar que la crisis y sus colaterales hagan mella en la imagen y el prestigio que tengo de personas y entidades. Me niego a creer que Fulanito de tal esté pensando en ceder o que Menganita sin Fronteras está dispuesta a tirar por la borda años de coherencias y luchas. Es triste, muy triste pensar que esta gente, estas organizaciones, estén pensando en renunciar a su dignidad. Ya lo sé: la dignidad no se come; pero, aún así, creo que es tiempo, precisamente ahora, de no ceder, de no bajar el listón ni la guardia. Quizá (o no tan quizá, sino seguramente) sea tarea de todos establecer mecanismos para sujetar el listón, para no dejar que se caiga. Apoyarnos unos en otros cuales cajas de resistencia ética (y económica, claro está). Es tiempo de decirle a los que quieren que bajemos el listón y que lo empujan y empujan para abajo aquello de más vale morir de pie que vivir de rodillas. Si no resistimos ahora, si nos vendemos y cedemos, la lucha no habrá servido de nada y cuando todo esto pase no tendremos donde agarrarnos, donde volver, donde mirar.
ballesteros@cee.upcomillas.es
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