2015 con alma campesina

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Habitualmente, casi desde que llevo escribiendo estas columnas, me ha gustado empezar en enero mis contribuciones a alandar cual Wikipedia: haciéndome eco de las efemérides del año y reflexionando sobre la temática elegida para ser “el año internacional de”. Sin embargo, este año 2015, conscientemente, decidí esperar a la primavera para hablaros de él.

Y ello no solo, pero también, porque primavera signifique renacer, brotar, revivir… algo de lo que voy a hablar en esta columna, sino porque en abril celebramos también algún aniversario importante (no, no me refiero a mi cumpleaños, aunque también se celebre en abril). El 2 de abril se cumplirá una década de la muerte del papa Juan Pablo II.

Renacer, revivir, brotar. En diez años, en tan solo diez años, la Iglesia ha experimentado un giro, no diré que de 180º, porque aún nos falta mucho para ello, pero sí de bastante calado, sobre todo en lo que a cambio de estilo se refiere: en apenas dos años, el papa Francisco ha sorprendido con un papado bonachón, sonriente, valiente, sincero y atrevido que está ayudando en cierta manera a recuperar, a hacer revivir y renacer a colectivos y personas que se sentían cada vez más lejos de una Iglesia-institución cerrada, nada acogedora, regañante y sermoneadora, excluyente. No, el giro en diez años no ha sido de 180º, porque los grandes paquebotes necesitan de espacio para frenar y girar, pero el timonel ya ha dado algunas órdenes en ese sentido, que muchos, además, esperamos que sean definitivas. Por terminar con la efeméride eclesial, solo recordar que en otoño se cumplirán los 50 años de la clausura del Vaticano II.

Renacer, revivir, brotar, en un año elegido por la FAO, el Fondo de alimentos de las Naciones Unidas, como el Año Internacional de Suelo. El suelo hace que las plantas enraícen y de él toman su alimento: suelos sanos son básicos para producir alimentos saludables. Sobre suelo firme se pueden establecer bases sólidas para caminar en la dirección adecuada. Suelos vivos son garantes de la biodiversidad y la fertilidad. Suelos esponjosos. Olor a tierra recién empapada y removida, sembrada. También suelos en peligro de ser inundados por el cambio climático; suelos contaminados como los de Aznalcóllar; suelos agostados y agotados por practicar agriculturas intensivas y pedirles más cosechas de las que pueden ofrecer sin regenerar ni descansar; suelos en peligro por la especulación inmobiliaria.

Dice mi amigo Jeromo Aguado, de Via Campesina, agricultor y ganadero palentino, un buen hombre, que no debemos olvidar el alma campesina que cada una y cada uno de nosotros llevamos dentro. Viviremos en las ciudades, seremos urbanos o urbanitas, pero necesitamos campesinos tres veces al día (cinco si somos de los que cuidamos un poco más nuestra alimentación). Y el campesino necesita del suelo y el suelo necesita de la gente campesina. ¡Cuántas veces le habré oído decir a Jeromo decir eso de que ser campesino es vivir con los pies en la tierra, amar la tierra, trabajar la tierra y con la tierra y, sobre todo, defender y cuidar la tierra!. No se puede pensar que haya futuro sin campesinos y no puede haber campesinos si nos cargamos los pueblos, si contaminamos la tierra, si envenenamos los alimentos. Por eso, este 2015 viene con alma campesina. Por eso esta columna había que escribirla en primavera.

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