Procesos inacabados

Desde hace años, muchas han sido las voces que hemos oído desde ámbitos diversos augurando crisis de todo tipo en nuestro planeta sufriente: la crisis en los sistemas alimentarios, agravada por el escandaloso desperdicio de alimentos, la crisis medioambiental, crisis bélicas, energéticas, las crisis ocasionadas por las interrupciones en las cadenas de abastecimiento -por citar algunas que comentamos este mes-, las cuales contribuyen al aumento de la desigualdad que va erosionando los valores democráticos, mientras otros valores tan necesarios como la solidaridad, el respeto, la acogida han quedado anclados en el olvido.

Desde hace años, nuestro presente ha sido pronosticado y argumentado por personas expertas cuyos trabajos se han quedado para engrosar archivos y bibliotecas, por no hablar de la ingente cantidad de directrices aprobadas, pero incumplidas de forma flagrante. Las consecuencias ya las estamos viviendo -y sufriendo- porque intereses espurios prevalecen y no se afrontan las consecuencias de las crisis globales, especialmente virulentas para las personas vulnerables, las cuales contemplan impotentes una acelerada marcha atrás en el reconocimiento de sus derechos, tales como el derecho a la alimentación o a la educación de los que hablamos este mes.

En septiembre nos encontramos. Los cálidos días del verano van dejando paso a las noches frescas del otoño. Momento propicio, nos dicen los astrólogos, para reenfocar nuestras energías, ver cómo hemos obrado en los pasados meses y organizarnos para lo que queda de año.  Es “tiempo de apostar por aquello en lo que creemos”, de ponernos manos a la obra comunitariamente, de poner a un lado diferencias e incidir en objetivos comunes, partiendo de pequeñas acciones personales que tienen impacto global, sin duda.

Es tiempo de apostar por el pensamiento crítico y transformador, por la construcción de la paz y la justicia social para hacer frente a las desigualdades. Tiempo de esforzarnos más y atender adecuadamente las necesidades de nuestro sufriente planeta porque en él están nuestras vidas.

Es tiempo de “blindar agendas” y no dar ni un paso atrás en el reconocimiento de los derechos humanos. En definitiva, tiempo de “de convertir la utopía en inédito viable”. 

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