Generación encontrada

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Hace algunas semanas el director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, advirtió de que el mundo corre el riesgo ver “una generación perdida” con motivo de la crisis. Mucha gente entendió que sus palabras se referían a los millones de jóvenes desempleados. Parados antes de tener la ocasión de incorporarse al mundo del trabajo. Sin oportunidades, sin alternativas para alcanzar una vida independiente, sin posibilidad de acumular esa experiencia laboral que les facilitaría superar una entrevista de trabajo.

Pero, según como se mire, esa generación perdida no sólo son estos jóvenes (pre)parados. La expresión acuñada por Strauss-Kahn también puede referirse a las personas que, con más de cincuenta años, han perdido su puesto de trabajo en esta crisis. Hombres y mujeres que, pese a su experiencia, tendrán muy difícil reincorporarse al mercado laboral cuando pase la recesión. Una generación que, pese a tener competencias sumamente valiosas para la sociedad, quedará relegada al ámbito doméstico y familiar o, con suerte, a trabajos poco cualificados que no se corresponden con su trayectoria.

El reto de la Iglesia y de las personas comprometidas está en salir al encuentro de ambas generaciones. Acompañarlas en su búsqueda, generar alternativas, sumarse a las reivindicaciones de estos sectores de la población, que son ya los nuevos marginados de nuestra sociedad. La opción preferencial por los pobres toma así un rostro más cercano que nunca y, por ese mismo motivo, abre un nuevo camino para la solidaridad: en la familia, en el barrio, en la parroquia… La ayuda mutua, las redes de apoyo, las cadenas de favores, la acogida y la cooperación se convierten en elementos clave para superar la crisis, entre todos.

Tenemos la oportunidad, como cristianos y cristianas, de darle la vuelta a estas generaciones perdidas y convertirlas en generaciones encontradas. Personas capaces de frenar en la desaforada carrera del consumo y el individualismo. Personas capaces de salir al encuentro del otro y tenderle una mano para salir adelante. La crisis es una oportunidad y no, no es una simple utopía.

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