Hace algunas semanas el ministro de Economía, Luis de Guindos, afirmó en una entrevista que en España «se ha perdido el miedo a perder el puesto de trabajo». Menos mal que en el resumen de la entrevista señalaban que ese miedo ya no existe “entre las personas que tienen empleo”. Desde luego hay otras (muchas) que ya no tienen ni empleo ni miedos, porque ya no les queda nada que perder. Y, desde luego, lo que han perdido algunos de nuestros políticos es el contacto con la realidad.
Se habla de recuperación económica, lanzan campanas al vuelo diciendo que se acerca el final de la crisis. Pero en nuestro entorno cercano siguen quedando demasiadas personas en paro, demasiado talento desperdiciado, demasiadas personas a quienes la esperanza se les va agotando. Y quienes sí tienen empleo trabajan hoy en condiciones mucho más precarias, con sueldos menores y contratos más cortos. Freelances, flexibilidad, coworking, colaboración… palabras que se venden como un nuevo paradigma y que ocultan una realidad de debilitamiento de las clases medias y aumento de la desigualdad.
Aun así, políticos como De Guindos –por citar a alguno, que hay más y de todos los colores– se atreven a hacer declaraciones como esas y bajan tímidamente el IRPF y anuncian esas grandes medidas que anteceden a los periodos electorales (lo sentimos, ya no cuelan). Incluso reniegan de lo que dicen las encuestas porque, en ese campo, da la impresión de que también han perdido el contacto con la realidad.
Pero el tiempo pone a cada uno en su lugar. O, al menos, eso dice la sabiduría popular, que suele ser certera. Y luego habrá quien se extrañe, quien se lleve las manos a la cabeza, quien se escandalice, incluso. Cuando la cosa era tan sencilla como salir de la burbuja, abrir los ojos y mirar alrededor.
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