Brotes verdes

Son pequeños, pero nos hacen esperar que quizá la primavera pueda llegar a nuestra Iglesia. Y es que estamos tan poco acostumbrados a ver un poco de humanidad en nuestra jerarquía que cuando oímos, leemos o vemos algo, por pequeño que sea, que nos dice que son humanos y que entienden algo del dolor del pueblo llano, nos renace la esperanza y volvemos a creer que es posible el cambio en la jerarquía eclesial.

A la hora de cerrar la revista leemos que el Papa, después de analizar la crisis que golpea a la Iglesia en Irlanda por los abusos sexuales cometidos por su clero, ha condenado la pederastia por ser “un crimen atroz”’, “un pecado grave que ofende a Dios” y “una herida a la dignidad de la persona humana”.

Ya han sido cuatro los obispos que han presentado su dimisión por haber ocultado estos escándalos, sacados a la luz el año pasado gracias a un informe encargado por el gobierno irlandés que reveló que durante décadas y de forma sistemática la jerarquía eclesiástica y las instituciones católicas ocultaron miles de casos de pederastia. Durante años miles de personas fueron víctimas de aquellos en los que pusieron su confianza. La relación de confianza, tan necesaria en la Iglesia como en cualquier otra institución, se ha quebrado en la Iglesia de Irlanda. La crisis por la que atraviesa se agravará, aunque no es la peor de las consecuencias de lo sucedido, si las demandas de las víctimas en los tribunales se ven escuchadas. No se contentan con una petición pública de perdón. Quieren también una compensación económica. Parece de justicia.

El Papa ya había abordado este tema en su viaje a EE. UU en abril del 2008. Allí ya pidió perdón en un discurso por los abusos sexuales sobre menores cometidos por los sacerdotes católicos de la Iglesia estadounidense y afirmó que “los pedofilos serán totalmente excluidos del sacerdocio”. Esperamos que no sean sólo palabras. Esperamos que, como desgraciadamente ha sucedido otras veces, no se esté intentando lavar la cara porque la sociedad civil ha puesto al descubierto nuestras miserias mientras que por otro lado y en otros países se intenta desesperadamente esconder el polvo debajo de las alfombras de los palacios episcopales. Esperamos que esta vez vaya de verdad.

Son brotes verdes. Brotes que quisiéramos ver crecer y multiplicarse como en una primavera. Nos gustaría escuchar a la jerarquía pidiendo perdón no siglos después sino ahora. Nos gustaría que pidiesen perdón a los muchos hombres y mujeres a los que se ha excluido sin razón, a los que se ha impedido hablar libremente, a los que se les ha hecho sufrir simplemente por no estar de acuerdo con la línea oficial o por no ser pastoralmente oportunos. La jerarquía, que dice ser experta en humanidad, ha dado demasiadas veces la imagen de madrastra más que de madre, de tener un corazón endurecido más que comprensivo, cerrando a muchos las puertas de lo que debe ser la casa de todos.

Es verdad. Además de la pederastia hay otros pecados que la jerarquía eclesial debería reconocer y pedir perdón por ellos. Su ejemplo sería un tirón de Evangelio para toda la comunidad creyente. Estamos en tiempo de Cuaresma, tiempo de conversión. Todo es posible para el que cree. Nosotros todavía creemos. Y esperamos.

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