En aquella que anda por esas grietas que son de vida.
Con sus nombres en alto
pero vueltos anónimos por no reconocidos.
Creo en la Iglesia que por compartir y celebrar
canastos le faltan para guardar lo que sobra.
Creo en la Iglesia que vibra con el lenguaje del amor.
De un amor que todos comprendemos,
que reconoce y muestra sus heridas,
para llenarlas de resurrección.
Que en cada lugar se entreteje con las raíces,
surgen nuevos brotes y nuevas podas,
para más carismas y cultura de la vida.
Silencio de la abuela murmurando rosarios.
Llanto del niño mojado en bautismos.
Mano nerviosa de quien protagoniza comunión y la recibe.
Confirma lo andado entre búsqueda e incertidumbres.
En respuesta a personales llamados
sigue arriesgándose a una opción para toda la vida.
Donde los pobres, salteando exclusiones,
nos abren la puerta anunciándonos la Buena Noticia de su amigo.
Y las prostitutas, que van delante,
se vuelven para darnos su bendición.
hocolawal99@yahoo.com