«Los hombres poseían aptitud para lo condicional, esto es, capacidad para contrarrestar los presupuesto dados, violentarse y elegir realizar un acto magnánimo aun cuando su primer movimiento hubiera sido la mezquindad, o elegir la templanza incluso estando en brazos de la ira. (…) Semejante afirmación no era fruto de un voluntarismo idealista o ingenuo sino que estaba anclada en ese rasgo peculiar y autorizaba a pensar en lo que él había llamado persistencia material de lo positivo (…) la posibilidad de sobreponerse a las condiciones de presión y temperatura circundantes (…). Había que favorecer algunas prácticas comunes encaminadas a que ese rasgo echara raíces y creciera hasta dar firmeza y sombra».
«Hay que atravesar el callejón de los monstruos que estamos siendo y que podemos ser. En esa pesadilla alguien, que empuja una linterna, se abre paso, se esfuerza y ve treinta metros más allá. Esto es lo que trato de decirle. ¿Puede usted construir el gesto de empuñar una linterna? A continuación haremos que la linterna pase de mano en mano. Y aquí está lo que más me importa; la linterna de lo común iluminando nuestras preguntas pues, si es cierto que la sensatez busca la luz del día, no lo es menos que hoy debemos contar con la noche«.
«Y tus méritos, ¿son tuyos? ¿Todos? ¿Crees que una linterna puede ser personal? ¿No está hecha por otros? Pero aunque la hicieras tú, ¿con qué materiales la harías? ¿Con qué objetivos? No hay respuestas personales. Hay quien lo sabe y quien no se ha molestado en verlo».
«¿Es que no éramos capaces de hacer que algo se transformara en nosotros? ¿Es que nuestros sentimientos ignoraban el proceso de maduración de los frutos? ¿Es que para el espíritu de los hombres crecer no significaba modificarse sino ir amontonando impulsos de distinta catadura?»
«Yo siempre he creído que en nuestras vidas hay dos decisiones que pueden tomarse. La primera es construir o no construir. La segunda es qué construir«.
De Tocarnos la cara, Belén Gopegui
