El verdadero islam

Hace tres años acompañé a la asociación de chicas musulmanas ACHIME a un viaje de “Regreso a al-Ándalus” por Granada, Córdoba y Sevilla. El objetivo era añadir la crónica del viaje a un libro-reportaje en el que abordaba algunas de las realidades más desconocidas respecto a la mujer musulmana como pueden ser el sufismo o el feminismo islámico. El viaje fue una experiencia increíble, en la que tuve la oportunidad de vivir en primera persona la admirable y comprometida forma de entender el mundo y practicar el islam de muchas jóvenes musulmanas.

Entre el variopinto grupo se encontraba Naima, una francesa que estaba en España de Erasmus y que ya entonces me comentaba el asfixiante rechazo del que son víctimas muchos de los musulmanes que viven en Francia.
Cuando le pregunté qué tal estaba después de los fatídicos atentados de París del 13 de noviembre, su respuesta fue la siguiente: “Estoy como todos, triste. Intento parecer fuerte frente a mis cercanos, a mi comunidad y, sobre todo, frente a los que no son musulmanes, pero la verdad es que tengo miedo, miedo de lo que va a pasar, de las miradas de los que todavía no saben que yo no tengo nada que ver con los que cometieron estos crímenes, que mi fe, mi religión, no tienen nada que ver con los actos de estos ignorantes. Intento ser fuerte, pero ya no puedo aguantar este ambiente tan pesado, agobiante. Pido a Allah que nos ayude en esta terrible prueba, que apacigüe el corazón de los que perdieron un ser amado, que una a mi pueblo gracias a la solidaridad y a la hermandad. Es mi única esperanza. Si no tuviera a Dios, no sé si lograría seguir adelante. Espero tanto de Su Justicia…”.

Acompañando a mujeres musulmanas a un camino porAl-andalus

Son varios los analistas que han señalado que en Francia se ha creado el caldo de cultivo perfecto para la gestación de individuos que, al sentirse rechazados por el país al que pertenecen, encuentran en la yihad una excusa perfecta para reivindicar su identidad. Algunos expertos afirman que el islam será lo que los musulmanes hagan de él. Yo suscribo sus palabras, añadiendo que el islam será también aquello en lo que los no musulmanes lo convirtamos.

Como para muchos, para mí el islam fue, durante algún tiempo, símbolo de oscurantismo y fundamentalismo. Al abordar al origen del islam en clase de historia medieval quedé profundamente conmovida cuando nos explicaron la yihad o guerra santa como uno de sus pilares o cuando leímos alguno de los pasajes del Corán más ilustrativos sobre la justificación de la violencia y la minusvaloración de la mujer. El profesor nos indicó que, para la mayoría de los musulmanes, el Corán representa directamente la palabra de Dios y, por lo tanto, su contenido no puede ser matizado ni interpretado según el contexto. Como resultado, salí de aquellas clases con la idea de que todos los musulmanes, más de 1.500 millones de personas de todo el mundo, están condenados a practicar una religión anclada en las circunstancias específicas de la Arabia del siglo VI en la que vivió el profeta Muhammed, especificadas con pelos y señales en su libro sagrado.

Personalmente, uno de los temas que más me interpelaba era la situación de las mujeres, a las que entonces creía sometidas por una religión machista e imposible de reformar. Esta inquietud fue la que me llevó a hacer el reportaje sobre la mujer musulmana.

Nada más empezar a investigar fui descubriendo un mundo que se alejaba enormemente de mi idea preconcebida del islam. El descubrir esta otra cara de la religión coránica supuso para mí un principio de esperanza, al ver que, en el caso de muchas mujeres musulmanas, la práctica del islam no es una condena -como yo creía en un primer momento- sino todo lo contrario.

La evolución hacia lo verdadero

Al contrario de lo que a mí me habían explicado en clase, lo cierto es que la interpretación del Corán de los hadithes (Hechos del profeta narrados por fuentes cercanas) ha estado y está en discusión abierta. Hay cada vez más musulmanes que creen perfectamente lícito interpretar los distintos pasajes teniendo en cuenta el contexto del momento en que son escritos, para así adaptarlos a los parámetros y circunstancias de la época actual.

Sin embargo, la mayoría de los estudiosos de ciencias islámicas, que son los que tienen la autoridad para interpretar los textos islámicos, están todavía demasiado anclados a la tradición y a la situación sociológica/cultural de sus países de origen. Por su parte, el musulmán de a pie no se considera con criterio suficiente como para interpretar por cuenta propia los textos islámicos y, por ello, sigue fielmente las sentencias más tradicionales.

No obstante, a medida que crezca el número de musulmanes en occidente y que las naciones musulmanas progresen política y socialmente, surgirán estudiosos de ciencias religiosas que se vean obligados a adaptar el Corán a un contexto en el que los derechos humanos están fuertemente integrados en la mentalidad de los ciudadanos. De hecho, algunas de las chicas que conocí en el viaje estaban ya empezando a estudiar ciencias islámicas. Como consecuencia, el islam será capaz poco a poco de liberarse de la pesadísima ancla que supone una lectura extremadamente estricta de una tradición religiosa. Esta evolución es ya una realidad que se refleja en el feminismo islámico, en el sufismo y en la forma de vivir el islam de la mayoría de musulmanes: perfectamente compatible con los principios éticos y morales de las sociedades contemporáneas.

Algunos dirán que entonces ya no será el verdadero islam. Sin embargo, como creyente cristiana y creyente en que todas las religiones del mundo participan en mayor o menor medida de la verdad absoluta, considero que el islam verdadero será aquel que se vaya despojando poco a poco de los aspectos circunstanciales para aproximarse cada vez más a la esencia de lo realmente verdadero de todas las religiones: la creencia en la trascendencia y el amor como principio activo de la vida; creencia que, de hecho, nos debería empujar a los cristianos a luchar por hacer realidad esa justicia divina por la que tanto rezan Naima y muchos otros verdaderos musulmanes y acogerlos en nuestras sociedades como hermanos nuestros que son.

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