El mes de noviembre pondrá punto y final al año litúrgico, dando paso al tiempo de Adviento y traerá la clausura del Año de la Misericordia que hemos celebrado, acompañados por la lectura dominical del evangelio de Lucas.
El relato lucano, organizado como un viaje hacia Jerusalén, nos ha permitido acompañar a Jesús, que va abriendo paso a “la entrañable misericordia de nuestro Dios”. En los gestos de alivio de Jesús la gente sencilla reconoce la visita de Dios a su pueblo. Son signos del poder de Dios que, en Jesús, se hacen luz “para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte”. Definitivamente, el poder de Dios no es un aliado cómodo para los poderes de este mundo, que arrojan a las tinieblas y a la muerte a quien haga falta con tal de obtener beneficios y réditos.
Se confunden quienes identifican la misericordia con el “buenismo”, intentando desactivar todo lo que tiene de subversivo. Les incomoda profundamente tanta compasión y ternura al sentirse como pez en el agua dentro de rúbricas mentales incuestionables. ¿Le sucedería lo mismo a la comunidad cristiana a la que Lucas dirige su evangelio cuando, una y otra vez, les sitúa ante la misericordia de Dios? ¿Estarían intentando, algunos de esa comunidad, “domesticar el Evangelio”?
[quote_right]El poder de Dios no es un aliado cómodo para los poderes de este mundo[/quote_right]
Gracias a este evangelio se nos ha mostrado insistentemente que la vida cristiana es la vida compasiva y que despertar a ella pasa por la contemplación del Jesús compasivo que Lucas ha presentado aliviando y quitando cargas. Lo subversivo es que lo hacía con el poder de Dios, implicándole con pecadores y manchados.
El poder de Dios deja definitivamente de ser un poder legitimador de sometimientos: “Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos y los grandes las oprimen con su poder”. Serán estos mismos quienes harán todo lo posible por cuestionar el modo de proceder de Jesús, que ha venido a servir y no a ser servido. Su delirio les llevará a afirmar que Jesús alivia con el poder de Belcebú.
[quote_right]En Lucas, la misericordia se hace implicación compasiva con todos los tirados fuera del camino[/quote_right]
Esa vida compasiva es la que María engendró “por obra del Espíritu Santo”. De ahí la insistencia de Lucas en la presencia y la acción del Espíritu en su evangelio que empuja y conduce a Jesús. Es el Espíritu el que alumbra en nosotros esa vida compasiva y que seguirá provocando la misma pregunta de María: “¿cómo será posible?”.
Lucas busca que la comunidad cristiana se deje conducir por el Espíritu -como hizo Jesús- y que deje que este mismo Espíritu alumbre en ella, como en María, a aquel que es la misericordia, de forma que esta sea “la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia” (Francisco). En Lucas, la misericordia se hace implicación compasiva con todos los tirados fuera del camino, del sistema, de las oportunidades, del futuro. Y es justamente esa implicación la que se convierte en lenguaje significativo que el pueblo entiende y hace relevante a la comunidad cristiana en medio de un mundo hostil para los últimos y desvalidos.
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