
Ilustración Pepe Montalvá
“Aquí aparece un hombre bueno con todas las letras, en toda la extensión de la palabra, algo que no había ocurrido nunca”, dirá Ernst Bloch del propio Jesús.
Con la fiesta del Bautismo del Señor terminamos el tiempo de Navidad. Es el domingo en que escucharemos las palabras de Pedro en casa de Cornelio en las que hace memoria de lo sucedido “por toda la Judea, empezando por Galilea, a partir del bautismo que predicaba Juan” (Hch 10:37). Fue entonces cuando Pedro nos recuerda que Jesús “pasó haciendo el bien, curando a los oprimidos, porque Dios estaba con él” (Hch 10: 28).
¿Será esta la “revolución de la ternura a la que el Hijo de Dios nos invitó en su encarnación”? (EG 88)
Esta ternura, virtud de los fuertes, será necesaria para quien desee pasar por esta vida haciendo el bien. Y es que, cuando contemplamos a Jesús en los relatos evangélicos, reconocemos a un hombre que no se impone, ni apabulla, ni coacciona, ni desprecia, ni denigra, ni manipula o chantajea. Lo que contemplamos es a un hombre con la firme determinación de no dañar, de no infringir más sufrimiento sea de la forma que sea, con la determinación de quitar cargas, aliviar pesos insoportables, hacer respirable la vida…
Y quien vea a Jesús actuar de semejante modo, se llena de asombro y se interroga, como escucharemos el IV Domingo TO al reconocer que actúa con el poder de Dios, un poder que alivia y libera de todo sometimiento que esclaviza… Y lo hará en la sinagoga.
Marcos tiene buen cuidado de situar justamente ahí esta escena. La sinagoga, el lugar donde se hacía memoria del Dios que liberó e hizo libres a los hijos de Israel, se ha convertido ahora en lugar de parálisis y sometimiento. Y es en la sinagoga de Cafarnaún donde Marcos coloca el primer signo de alivio de Jesús. Aquello corrió como la pólvora, “muy pronto se difundió su fama por toda la provincia alrededor de Galilea” (Mc 1:28).
Jesús está haciendo realidad la esperanza de la gente. Aquello no solo puso en pie a toda la región sino que activó una conciencia crítica en quienes escucharon lo que estaba empezando a acontecer “porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas” (Mc 1:22). Acostumbrados a las enseñanzas de los doctores de la Ley aquello provocó que la gente empezara a hacerse preguntas: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta?” (Mc 1:27).
Haciendo el bien, Jesús está empoderando a la gente para que se atreva a hacerse nuevamente preguntas, para que despierten a una conciencia crítica, para que saquen sus propias conclusiones. Aquello fue toda una sacudida que no dejó indiferente.
Quizá sí, la revolución de la ternura va por ahí. Quizá al retomar el tiempo ordinario tras la Navidad y escuchar el relato evangélico sintamos que también nosotros somos empoderados por el mismo Espíritu que condujo a Jesús y le llevó a pasar haciendo el bien.
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